Las cosas fueron diferentes, por supuesto, después de que Remus y Grant acordaron permanecer monógamos. Todavía eran mejores amigos, todavía se hacían reír y se irritaban más allá de lo creíble, pero también se había desarrollado una nueva cercanía. Remus bebió menos por un tiempo, no se detuvo del todo, y algunos días eran muy duros, algunos días no se lavaba, ni se levantaba de la cama, ni comía. Pero no todos los días; y eso fue un progreso.
Castor no se lo tomó bien. De hecho, estaba furioso. Remus incluso trató de explicarle de el VIH, pero no sirvió de nada. Castor se había alejado tanto de la humanidad que incluso comenzaba a parecer un lobo. Su cabello era más grueso, más negro de alguna manera, y se extendía más allá de su nuca, arrastrándose a lo largo de su columna. Sus dientes se alargaban, sus ojos más afilados, los iris se volvían amarillos.
-Le estás dando la espalda a tu familia, Remus Lupin.- Gruñó. -Incluso tu magia se debilita-.
-No voy a darle la espalda a nada-. Remus insistió: -Estoy tratando de tener una vida real-.
Por supuesto que Castor no entendió; Remus mantuvo a Castor y Grant tan separados que ni siquiera sabían los nombres de los demás. Tal vez siempre había sabido que tendría que elegir uno de ellos al final. Y Castor nunca se había sentido bien.
Al final, Remus fue desterrado de la manada. Se le advirtió que si alguna vez regresaba, sería tratado como una amenaza. Esto era extremo, pero supuso que eso era justo lo que conseguías por romper el corazón de un hombre lobo.
Ahora Remus tenía que pasar las lunas llenas en Gran Bretaña. Regresó a algunos de sus viejos lugares; el Distrito de los Lagos, Brecon Beacons. Trató de no ir a ningún lado donde había demasiados recuerdos de Prongs y Colagusano. O de el otro. Para empeorar las cosas, sin la manada para ayudarlo a sanar todos los meses, Remus tuvo que aparecer de regreso a Londres y atender sus heridas lo mejor que pudo.
-¡Cristo!- Grant exclamó, la primera vez fue realmente malo. Entró a Remus en el baño, desinfectando sus cortes, su varita temblando mientras trataba de agarrarla con los dedos rotos.
-Lo siento-, murmuró Remus, apoyándose contra el fregadero mientras un mareo amenazaba con abrumarlo.
No se había sentido tan mal después de una transformación desde... desde... su visión se nubló, y se sentó en la tapa del inodoro cerrada, con la cabeza entre las rodillas para no desmayarse.
-¡Cristo!- Grant dijo de nuevo, entrando y arrodillándose frente a él. Tomó la bola de algodón ensangrentada que Remus había estado usando y la tiró a la basura. Agarró la tina del lado del fregadero, más la botella de TCP. -Ven aquí,- dijo en voz baja, tomando la mano de Remus con mucha suavidad en la suya y frotándola ligeramente con el desinfectante.
Remus se sentó mudo, dejándose cuidar, demasiado cansado para hacer mucho más.
-Por el amor de Dios-, Grant negó con la cabeza, visiblemente molesto, -No podemos tenerte en este estado todos los meses, ¿verdad, cariño?
-Está bien.- Remus murmuró: -Esto no está tan mal-.
-¡Mi culo!- Grant replicó, levantándose para buscar tiritas en el botiquín. Las encontró y se arrodilló de nuevo, reanudando su trabajo en los rasguños de Remus. -Te diré qué, si es una elección entre regresar así todos los meses o darle a ese cabrón lobo unas cuantas mamadas, entonces lo haré yo mismo-.
Remus se rio, lo que le dolió las costillas. -No estoy seguro de que funcione así-.
-Bueno, tenemos que hacer algo-. Grant refunfuñó, uniendo los dedos rotos de Remus con las tiritas.
-Eres bueno en esto-, dijo Remus, sorprendido, mirando el buen trabajo que Grant había hecho.
-Sí, bueno, si te golpean tanto como a mi, aprenderás algunos trucos-, Grant miró hacia arriba y le guiñó un ojo. -Y no olvides que fui a ese curso de primeros auxilios por motivos de trabajo. Vamos, vamos a llevarte a la cama. ¿Tienes hambre? -
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All the young dudes Book three: Till the end
FantasiaTercera y última parte de esta preciosisima historia. Disfrútenla con sus altos y sus bajos.