Cerré la llamada y me di vuelta para caminar a la oficina, pero un pequeño bultito en el sofá del lobby llamo mi atención. Me acerque lentamente al ver un castaño cabello y una pequeña espalda.
Al llegar al sofá noté que un chico dormía plácidamente...
Siento vergüenza en un nivel bastante elevado, ¿Cómo pude ser tan ridículo? ¿Llorar? ¿En serio, Louis?
Caminábamos alrededor del parque tranquilamente buscando en que jugar. Mi nuevo amigo Zan esta muy emocionado, y yo también ¡Lo juro! es solo que no quiero seguir actuando como lo hice mas temprano... No encuentro que esas sean actitudes propias de un chico de casi veinte años. Es mi forma de ser, si, Niall lo sabe, Matías lo sabe, Mamá lo sabe... Ahora ellos también. Pero es que ¡Dios! Es tan difícil de explicar.
Edward y Harry me hacen sentir tan cálido, seguro y feliz que pienso que estoy soñando y que en algún momento se irán. O que me miraran raro y me juzgaran. Son inseguridades propias del ser humano, pero siguen siendo eso: Inseguridades.
Tengo unas ganas tremendas de pedirles perdón por haber hecho ese escándalo, pero algo dentro de mi dice que no es necesario ya que ellos me han tratado de lo mas bien desde la primera vez que nos vimos hasta justo ahora. Me gustó la sensación de seguridad que transmitió Edward hacia mi, me gustó que me abrazara y que me susurrara cosas lindas al oído. Pero no se lo diré... No quiero que piense que tengo falta de atención.
Zan se acercó a mi con un algodón de azúcar con forma de huella de cachorro que le compró su pareja, ¡Un gran algodón de azúcar! ¡creo que era mas grande que la propia cabeza de Zan!
Reí olvidando lo que pensaba.
—¿Qué es tan gracioso?—Sonrió él.
—¡Es que tu cabeza se ve muy pequeña cuando sostienes eso tan grande!
—¡No es cierto!—Exclamó abriendo la boca.
—¡Si lo es!—Reí. Estábamos a un lado del puesto de algodones mientras los demás compraban.
—¿No quieres uno, Louis?—Preguntó Zan.
Uy... Bueno, digamos que soy de las personas que si les das algo, bien sino, también.
—Mhm... No lo sé...
—Puedes ir a pedir uno a tus Papás, no debes tenerles pena. Vamos.— Me tomó del ante brazo y trato de llevarme pero no se lo permití.
—No son mis papás, Zan. Son mis amigos.—Murmuré sintiendo bochorno.
—Soy Zayn, Za-yn. Y ¿como dices que no son tus papás? Pensé que eras su little.
¿Su qué?
Cuando estuve a punto de preguntárselo ellos llegaron junto a nosotros. Harry tendió hacia mi un enorme algodón de azúcar color rosa con forma de estrella.
—Mira Lou-Lou, para ti.—Sonrió y lo agarré.
—Gracias Harry.—Si antes estaba sonrojado, pues ahora lo estaba más. Si quería un algodón de esos pero no se los iba a pedir.
Edward se puso detras de mi y dijo:
—Creo que ya abrieron los carritos chocones. ¿Ahí querías ir, cariño?—Tragué seco.
—¿Eh?—Respondí desconcertado—Si, si. Ahí es...
¿Por qué me tratan así? ¿Por qué me hacen sentir tan bien?
¿Por qué él los llamó mis... papás?
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