Había una vez una hermosa diosa la cual se llamaba Gaia, ella al fin había podido construir su mundo, después de siglos de espera los otros dioses le habían dado dicha aprobación.
Ella caminaba con mucha pesadez entre aquel lugar desértico en donde de debes en cuando se veía algún que otro árbol si vida, piedras de un tamaño que apenas te brindaba un poco de sombra, la tierra era un tanto rojiza pero también era amarilla, como si hubieras puesto en una pecera o algún frasco estas dos arenas y te dedicarás a hacer líneas para que el final llegara a parecer el estampado de alguna cebra, el sol no era tan molesto, hasta eso sus hermanos se habían apiadado de ella y solo por los primeros días el sol sería agradable, hasta que ella decidiera que climas habrían en dichos lugares.
Caminaba entre varios pensamientos vagando en algunos sin prestarle la atención suficiente, pero siempre con la mirada gacha viendo sus pies los cuales sentían lo tibia que se encontraba la arena sin llegar a ser molesto, sin saber cuanto caminó, alzó la mirada encontrándose con un mar azul, no del azul profundo que te da la sensación de que en cualquier momento te tragará, si no de un azul claro y suave, tranquilo en todo sentido de la palabra pues el agua apenas y hacia algún movimiento como señal de vida, fue ahí que que se dio cuenta que ahí sería su lugar de creación.
Decían que tardaría algunos días, que error, su creación tardó meses, meses en los que estuvo planeando cada cosa por más mínima que sea. Ella quería seres fuertes pero inteligentes, gentiles pero no falsos; claro ella queria un mundo lleno de amor y paz, pero no habría equilibrio.
Cada ser era consciente de lo que hacía, hasta los animun de dragon hasta los animun de roedor.
Gaia ya había habitado la gran parte de su mundo, desde sus mares hasta sus grandes glaciares. La diosa veía toda su creación desde un gran mapa que estaba sobre una gran mesa de roble en medio de una habitación. Ella no escuchó los pasos de un intruso en la habitación, si no que hasta que esté hablo para hacer acto de presencia en el lugar.
— Tu no puedes gobernar y guiar todo esto sin ayuda— dijo Ra, quien era muy cercano a ella, pues al ser la menor de toda la familia era muy difícil que alguno de sus mayores pudiera darle un poco de su tiempo al tener ya sus propios deberes — Ya deberías de crear a tus hijos.
No recibió respuesta, en vez eso ella empezó a caminar al otro extremo sin dejar de ver su creación. Ra solo veía como Gaia movía su cabeza o como daba vueltas en su lugar como si esta quisiera hacer un agujero allí mismo.
— Tengo miedo— dijo aún sin verlo y antes de que su mayor hablara ella continuó — tengo miedo que alguno de ellos me odie porque alguno tiene más poder que otro, no quiero eso.
El dios del sol entendió ese sentimiento, el mejor que nadie sabía como se sentía ese sentimiento de ser odiado por alguno de tus hijos por ser "inferior" que alguno de sus otros hermanos.
— Todos tenemos un propósito para nuestra vida, nosotros los dioses tenemos el propósito de crear y apoyar a nuestras creaciones en lo que esté a nuestro alcance siempre y cuando respetando las reglas, nuestras creaciones también tienen las suyas, a diferencia de nosotros ellos la van formando mientras cumplen su ciclo de vida — dijo en lo que observaba en mapa a una pareja que sacaba a pasear a una linda nenita de cabellos dorados— cada uno es distinto, con diferentes características para sobrevivir a cierto entorno, así es la vida, siempre habrá alguien más fuerte, pero todo se basa en el contexto.
Y sin esperar alguna respuesta se salió de aquella habitación dejándola sola haciendo que el silencio reinara de nuevo, llevó sus ojos a aquella familia de tres, no pasaba nada si se arriesga ¿cierto?.
Pasaron algunas décadas para que ella se decidiera crear a sus propios hijos, ellos eran hermosos y educados, y su miedo nunca llegó pues su hijos la amaban, que más pedia.
Ella creo a 7 hijas y un hijo, el cual era consentido y protegido por sus hermanas, tenía una hermosa y feliz familia. Con el tiempo sus hijos fueron creciendo y su familia seguía igual, a cada uno se le asignó un continente al cual cuidar.
Hiverewig las tierras nevadas fueron asignadas a Alaida, ella era la más pequeña de las hijas la cual tenía un hermoso cabello blanco, una piel pálida y unos ojos grises, quien se enamoró de Kirsi una hermosa mujer de cabellos negros y piel blanca, Gaia al ver a su hija feliz le concedió la inmortalidad a su nuera y un hermoso bebito llamado Demian.
Las tierras Warmesable fueron dadas a Luxiana que a cambio de su hermana ella era de cabellos rubios y piel apeñolada, no se enamoró de nadie pero si encontró un gran apoyo en Oriana la cual se convirtió en su hija adoptiva.
Las tierras rojas o seductoras fueron regaladas a Nyx, una hermosa mujer pálida con cabellos rojos como la sangre y unos ojos carmines, ella se enamoró de dos gemelos Mira y Zayan, el último es el padre de su heredero Arzhel.
Tendrecken es gobernada por las gemelas Auretta y Nefeli, ellas llevan un reinado tranquilo, aún no encuentran a alguien digno de su amor.
Menscharies es manejado por Weylin quien en su reino tiene personas de los reinos de sus hermanos, ella está casada con Melione.
Winganuore es cuidada con Selene y su esposo Declan, quienes creen que una persona nace con su mitad destinada, por eso sus tierras son conocidas por las parejas destinadas.
Y por último Galiang que es donde Gaia vive y administra a sus hijos, como también va preparando a Azriel quien en algún momento tendrá que tomar su cargo.
Su mundo a sido tan pacifico con el reinado de sus hijos que ella no puede estar más feliz con eso.