Cuando desperté, eran casi las cuatro de la tarde y mi despertador, que debió sonar a la hora programada, se encontraba hecho añicos junto a la puerta.
Al finalizar la exposición, mis compañeros me convencieron para salir a celebrar la acogida que esta había tenido entre los asistentes. Entre unas cosas y otras, terminé llegando a casa a las seis de la mañana. El cansancio se había hecho dueño de mi cuerpo, me quité los zapatos y me tiré sobre la cama, sin deshacerla y con la ropa puesta, quedándome dormida en cuestión de segundos.
Me miré en el espejo y mis ojos pardos me devolvieron una cansada mirada. Necesitaba una ducha de agua bien fría que despertara mi cuerpo por completo e hiciese desaparecer las ojeras marcadas en mi blanca piel, que me daban un aspecto de no muerto digno de las películas de zombis más terroríficas de la historia.
La ducha fue un soplo de vida que me dio la energía necesaria para cantar y bailar al ritmo de Beautiful Goodbye, de Maroon 5, mientras arreglaba un poco mi apartamento para dejarlo todo a punto para la clásica noche de chicas que Maddison y yo celebrábamos cada semana. El plan era sencillo. Maddy había convocado una pequeña reunión porque tenía algo muy importante que contarme y la ocasión merecía una de nuestras quedadas especiales en las que encargábamos comida para la cena, teníamos una exhaustiva charla, nos contábamos las novedades que merecían la ocasión o cotilleábamos, y veíamos películas hasta que el sueño podía con nosotras.
Estaba observando cómo Floppy trataba de meter la cabeza por un tubo de cartón cuando llamaron al telefonillo, por lo que fue mi acompañante para abrirle la puerta a Maddy, que venía cargada de Cheetos y palomitas para cuando llegara el momento de nuestra sesión de cine.
—¿Dónde está el erizo más bonito de este mundo? —dijo mientras acariciaba la nariz de Floppy, algo que le volvía loco, ignorándome completamente.
—Hola a ti también —comenté con una expresión de indignación fingida—. Ya veo que, mientras Floppy está cerca, es como si yo no existiera.
—Eres toda «una dramas», Kiara.
—Sí, yo seré «una dramas», pero estoy segura de que algún día, cuando me descuide, secuestrarás al pequeñín pinchudo y no os volveré a ver en la vida —dije mientras íbamos al salón y dejaba a Floppy en su casita.
Maddy soltó una de sus sonoras carcajadas y me dio un gran abrazo, aún con las bolsas en la mano. Cuando se separó de mí, puso cara de circunstancias y una pícara sonrisa se dibujó en su rostro.
—Toma las bolsas, Kiara. Llevo dos días en los que la mano me pesa mucho —me dijo mientras me tendía la mano con la que sujetaba las bolsas delante de mi cara—. No creo ser capaz de aguantar el peso mucho más tiempo.
En ese momento vi el anillo en su dedo. Era realmente precioso y le sentaba de maravilla.
—¡Madre mía! ¡Madre mía! No puedo creérmelo. Bueno, sí que puedo. Enhorabuena, Maddy —exclamé dando pequeños grititos y lanzándome a sus brazos.
Ella dejó caer las bolsas al suelo y las dos saltamos, dando vueltas en círculos, como dos adolescentes a las que les habían pedido ir al baile de fin de curso los chicos de los que llevaban enamoradas meses en secreto.
Cuando el mareo de dar tantas vueltas pudo con nosotras, decidimos que era hora de pedir la cena. Esa noche tocaba comida hindú, por lo que pedimos varios platos, entre los que no faltó vindaloo. La comida picante era de nuestras favoritas y ese plato de pollo al curry con patatas superextrapicantes era toda una delicia para nosotras.
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Escrito en las estrellas
RomanceKiara es una chica que hace tiempo dejó de creer en cuentos de hadas. Ama su trabajo y se rodea de amigos fieles como Maddy, siempre dispuesta a enfrentarla a un príncipe azul que continuamente termina siendo un desastre. Cuando Tyler irrumpe en su...