Capítulo 3

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¿Quién me mandaría a mí hacerle caso a Maddy? 

Nada más despertarse por la mañana fue directa a mi armario y comenzó la locura. Buscó entre mi ropa, sacando y entrando prendas, revolviéndolo todo en su búsqueda de lo que denominó «el atuendo del triunfo». Mientras tanto, yo permanecí en mi cama, que estaba siendo invadida por un montón de modelitos, tapándome la cabeza con la almohada para no ver el desastre que mi mejor amiga estaba haciendo en mi habitación. 

Una vez terminó de examinar toda mi ropa, se pasó a los complementos y a los zapatos. Era imparable, por lo que me limité a observarla y reír por no llorar con cada uno de sus comentarios en voz alta. 

Hizo que me probase varios looks y cambiase de complementos continuamente mientras ignoraba mis quejas y tomaba notas mentales para elegir el conjunto final. 

—La decisión está tomada. Vas a estar fabulosa esta noche. Confía en mí —me dijo con una gran sonrisa. 

—Eres consciente de que yo misma puedo elegir qué ponerme para ir a la encerrona que me has preparado, ¿verdad? 

—De lo único que soy consciente es de que serías capaz de ir con ese pijama enterizo de oso panda que tienes ahí guardado solo para espantarlo. ¿No crees que eres ya bastante mayorcita como para tener esa clase de pijamas? Recuérdame que te regale uno descaradamente sexy por Navidad, me lo agradecerás. 

Ni siquiera me dejó saber qué era lo que llevaría puesto esa noche. Alegó que no quería decirme nada para que no me echase atrás y desechara sin miramientos el estilo que había elegido después de deliberarlo mucho. 

No iba a dejar que me escapara de esa cita como había hecho con la anterior, por lo que se quedó a comer con el pretexto de prepararme para la ocasión, de tal manera que hasta la mismísima Afrodita sentiría celos de mí. 


Cuando Maddy terminó conmigo, apenas podía creer lo que veían mis ojos. Había elegido para mí un precioso vestido vintage rojo, de cuello barco y sin mangas, adornado con un pequeño cinturón negro que definía mi figura. Con ayuda de las tenacillas había dado forma a mi cabello castaño, creando unas preciosas ondas que caían en cascada sobre mis hombros. Una fina gargantilla, a juego con unos pequeños y brillantes pendientes, estilizaba mi cuello. Maddison me conocía lo bastante bien como para saber que no era muy amiga del maquillaje, por lo que me había dado un toque muy natural agregando un poco de base y dando un extra de color a mis mejillas. Para mis pestañas, había puesto un poco de rímel y a mis labios les había dado un tono coral. 

—Atrevida pero elegante. ¡Me encanta! —sonrió Maddison. 

Me giré hacia el espejo y me encontré mi mirada atónita, mirándome fijamente. Mi amiga tenía un don para la moda, siempre se lo había dicho; pero, aunque era una de sus pasiones, había tenido claro que quería ser psicóloga y luchó duro por ello hasta conseguirlo. Alquiló un pequeño local junto a la estación de Paddington, a pocas calles del gimnasio de su prometido, y allí montó su clínica. 

—Vamos, Kiara. Anímate. No puedes pasarte la vida encerrada en casa, centrada en el trabajo y rodeándote siempre de tu grupo seguro de amigos. Tienes que divertirte, conocer gente nueva. Date un respiro, desmelénate —me aconsejó Maddy—. No te estoy diciendo que Billy vaya a ser el amor de tu vida, pero dale una oportunidad, ve a esa cena. Si todo sale bien, dale una alegría a tu cuerpo, ya me entiendes. Después, el tiempo dirá. 

Aún no estaba muy convencida, pero me dije que tal vez debía dejar de ser el grinch del amor y darle una oportunidad a Billy. A fin de cuentas, era verdad que me parecía mono. 

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