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Toni sacó su tercer cigarro en esa hora con dedos temblorosos y su corazón galopando, tomó una larga calada con esperanzas de tranquilizarse pero su estómago seguía igual de revuelto.

Miró su celular esperando ver la típica contestación de Gustabo, una imagen o un visto al menos.

Nada.

Toni había adquirido la costumbre de enviarle mensajes al policía, dependiendo del día podían ser frases tontas, alguna foto de una persona random, tweets extraños, memes estúpidos o, sus mensajes favoritos, pequeñas charlas sobre su vida.

Esa clase de amistad era suficiente para Gustabo y Toni lo iba a respetar, mientras supiera que el otro estaba bien a él le bastaba. Después de todo tenía su memoria llena de imágenes que Salinas le había enviado, de algo tenían que servir.

Ayer había sido como cualquier otro día, Toni le había mandado un tweet estúpido que había encontrado sobre su padre y Gustabo le pasó uno que mostraba a su hermano en uno de sus viajes astrales. Se habían estado picando toda la mañana entre los dos sobre quién tenía el familiar más raro.

La conversación se cortó de repente a la tarde, Toni lo había notado pero había decidido no presionar, temiendo empujar sus lazos demasiado lejos y parecer pegajoso. Se había tranquilizado todo el día con excusas comunes: quizás está ocupado, seguro tiene mucho trabajo, se le habrá liado con el viejo.

Pero el rubio llevaba desaparecido 24 hr. Su última conexión rezaba las 12am del día anterior, su twitter estaba abandonado y no había señal de el en las noticias.

Toni estaba de los nervios, decir que se sentía preocupado era un eufemismo. La situación policial en los Santos era cada día más precaria, cada semana desaparecía un oficial nuevo, cada mes encontraban un nuevo cuerpo y no había ni una sola pista. Sabía que en algún momento le tocaría de cerca a Gustabo a pesar de lo que el quisiera.

Había tratado de convencerlo una vez de dejar el cuerpo, prometiéndole ayuda económica si es que eso lo paraba a salir de esa mierda de trabajo, pero Gustabo no había querido escuchar nada de el que tenía que decir optando por cambiar la conversación.

Ahora se lamentaba de haberlo dejado pasar.

Tiró el cigarro al suelo y lo piso con rabia, frustrado de no poder parar sus pensamientos.

Se imaginaba tan claramente la imagen que su corazón se estrujaba.

Gustabo herido de rodillas, quizás con su hermano Horacio al lado, frente suyo cuatro armas portadas por diferentes enmascarados, cada uno apuntado a su frente y a su pecho.

El rubio estaría con la frente en alto, seguramente suplicando piedad, no por el, si no por la rata que tenía al lado. Al final sus súplicas no siendo escuchadas, muriendo su hermano frente suyo y luego el, su rostro irreconocible y su cuerpo destrozado por la lluvia de balas.

Quizás hasta echarían sus cuerpos al mar para que nadie sueñe en encontrarlos.

Toni no se dio cuenta en que momento su cuerpo se movió. Pero antes de que lo supiera estaba en su auto, con el gps marcando comisaría, el estómago revuelto, la frente sudada y el corazón en un ritmo inhumano.

El tenía que saber, aunque no pudiera hacer nada, el trataría.

Porque se lo había prometido a Gustabo.  Porque ellos eran amigos, coño.

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