Extra: Nuevos sueños.

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Harriet 

El día de mi boda con Logan, hubo unas perseidas impresionantes. Un cielo oscuro que permitió ver la lluvia de meteoritos de una manera espectacular e inolvidable. El campo abierto en el que se celebró la fiesta nos dio la oportunidad de instalar algunos telescopios para aquellos amantes de la astronomía que querían apreciar un poco más el gran espectáculo estelar.

Logan y yo nos casamos a mitades de julio, con un clima caluroso y una noche que prometía ofrecer un espectáculo inolvidable. Y lo fue.

Fue una ceremonia sencilla, en una finca apartada de la ciudad, una en donde tendríamos la suficiente privacidad para disfrutar de uno de los mejores momentos de nuestra vida.

Han pasado nueve años desde que Logan y yo nos vimos por primera vez, cinco desde nuestra boda, y tres desde que nos convertimos en padres.

—¡Eso es, cariño! —dice Logan cuando Adhara, nuestra hija, consigue deslizarse sobre el hielo sin caer —muy bien, amor, lo haces excelente.

—¡Mami mira! —nuestra pequeña eleva los brazos mientras se mantiene en una posición erguida que la hace lucir graciosa. Como si no quisiera moverse por el temor a caer.

—Lo veo, cariño —respondo apoyándome en el barandal mientras sostengo a Julien, nuestro bebé de seis meses —si sigues así, seguramente serás mejor que tu padre.

Logan entorna la mirada hacia mí, nuestra hija sonríe con orgullo y asiente mientras inclina el cuerpo levemente hacia adelante y adquiere un poco más de velocidad.

Mi esposo va detrás de ella, a una distancia no tan espaciosa para acudir en su ayuda por si termina cayendo al hielo Adhara Walker Campbell, a sus tres años parece haberse convertido en una aficionada del patinaje.

Hace un año que Logan comenzó a enseñarle, y ahora, a sus tres años y casi seis meses, parece haber desarrollado el mismo talento de su padre sobre el hielo. Pocos minutos después se encuentra deslizándose a través de la pista con velocidad.

Logan patina hasta el borde de la pista, extiende la mano para acariciar la mejilla regordeta de Julien y sonríe.

—¿A ti igual te gustará patinar como a papá, Julien? —inquiere. Nuestro hijo le lanza una sonrisa y extiende los brazos hacia él.

No duda en tomarlo, acomodándolo en su cadera mientras se aleja un poco del borde. Logan patina detrás de Adhara, ahora con el menor de nuestros hijos entre sus manos y yo los admiro desde mi lugar.

La risa de nuestra hija hace eco en el vacío estadio TD Garden.

—¡No demasiado rápido! —exclamo cuando Logan adquiere velocidad y retengo la risa cuando Julien se aferra al cuerpo de su padre.

—¡Confía en mí, estrellita! —dice mi esposo dando una vuelta que hace chillar a nuestro hijo.

Nunca hablamos específicamente de los hijos, pero concebimos a Adhara en unas cortas vacaciones que hicimos por el caribe. Mi contrato se había renovado por tres años más, así que un embarazo no entraba en nuestros planes, sin embargo, eso no impidió que la noticia nos volviera tan felices.

La discográfica no puso peros, al contrario, cuando la revelación del sexo llegó, todo mi equipo se organizó para hacer una cálida fiesta, junto con los amigos cercanos de Logan del equipo de Hockey.

Adhara. El nombre surgió mientras mirábamos una lluvia de estrellas fugaces. El nombre tiene demasiados significados, pero lo escogimos por el que más nos enamoró.

Imperfecta SinfoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora