Chapter. VII

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Poniendo las palmas de las manos sobre el pecho de su agresor, por qué sí, eso no podía catalogarse como otra cosa que una lucha de poderes. El zorro trataba de apartar al maldito gato sobre alimentado que lo mantenía sujeto entre sus brazos. Lo malo de su infructuoso esfuerzo, es que en algún momento sus manos se cerraron para sujetar de la camiseta a Asahi, como si quisiera asegurase de que el hombre no se le escapara.

La lengua del Beta exploro la boca de Yū a voluntad, mientras el chico solo podía dar gemidos que acababan siendo bebidos por el tigre. Las manos grandes que masajeaban su culo acabaron rompiendo su pantalón al bajarlos con violencia, el zorro enserio quiso protestar, lástima que la mano que envolvió su pene envió al diablo la última neurona que se oponía. 

—¡No sigas! — Gimió el abogado cuando el tigre dejo su boca para lamer su cuello— ¡Por favor! — rogo sin saber si se refería a un “¡Déjalo ya!” o aún “¡No te atrevas a parar!”. La sensación de ser la presa del tigre lo estaba mareando, el placer que esa lengua sobre su piel y esas manos que apretaban de una manera casi dolorosa, era demasiado para sus sentidos. 

—¡Voy a comerte entero! — Fue lo que escucho el zorro al ser acostado con la espalda pegada al cuero de la máquina de pesas. Acomodado de manera horizontal, sintió el frio del aire acondicionado acariciar su pene desnudo. La sensación no duro mucho, ya que una mano callosa comenzó a calentársela de manera que rayaba entre lo agresivo y lo simplemente orgásmico. 

—¡Maldita sea! — grito entre gemidos— ¡Si vas a hacer algo hazlo de una puta vez y deja de estar jugando! — protesto al sentir que estaba a punto de tocar el cielo sin lograrlo.

El tigre estaba más allá de ser un niño bueno, su naturaleza dominante tenía al zorrito justo donde lo quería, aprovechando la diferencia de tamaños lo aprisiono contra la base acolchada de cuero de la máquina. El aroma natural de Yū, el sudor que mojaba la camiseta lo estaba volviendo loco, dándole mordiscos, los que perforaban la piel lo suficiente para causar escozor pero sin liberar sangre. El animal en su interior exigía tomar a su pareja con todo y darle la mordida de enlace, cosa que no era el momento de hacer. Por ahora solo ablandaría la carne para el asado. 

Yū ya no sabía si iba o venía, el tigre hacía su voluntad dejándolo a merced de sus deseos. El desgraciado lo estaba devorando de a poco, su naturaleza animal era rebelde, difícil de subyugar, y ese tigre lo hacía parecer fácil. La camiseta le fue arrancada del pecho, el camino ardiente que la boca del Beta dibujaba en su vientre fue bajando hasta llegar a milímetros de su hombría.

—Justo como me gusta—, alabo el tigre mientras soplaba sobre la superficie ardiente—duro y mojadito— para dar énfasis a lo último, le dio una larga lamida a las gotas de humedad que escapaban del pene rígido.

—¡Comételo ya! —Ordeno Yū a su compañero de juegos, no tenía paciencia para tanto jaleo.

—Si quieres algo—, hablo el tigre dándole un fuerte apretón a la base del pene de su presa— tendrás que rogar.

Por un momento fugaz el zorro realmente odio a Asahi, realmente lo hizo—¡Por favor! — una pena que no hubiera hombres con dignidad cuando tenía que decidir entre el amor propio y una buena manada—¡Por favor!

Azumane le dedico una conocedora mirada al zorro. El hombre estaba fuera de sí, quién podría pensar que ese chico sexy que arqueaba la espalda bajo su toque era el abogado estirado de mirada calculadora. La traspiración corría en gruesas gotas de sudor por sobre aquella fina piel color crema, el cabello castaño esparcido sobre el cuero negro de la camilla, los labios hinchados por los besos recibidos, era toda una oda al placer.

Yū por su parte no era capaz de pensar, el Beta le abrió las piernas, situándolas lo más lejos posible una de la otra, sus manos se sostenían de las barras de metal por sobre su cabeza. El tigre, sin dar el mayor aviso, se trago el pene que lloraba por atención, mientras un dedo mojado con saliva violaba el culo que se le ofrecía hambriento.

Cuando el tigre probó a su gato || TsukiyamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora