Prólogo

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Hay muchas maneras de decir te amo, con un beso, con flores, cenas románticas, haciendo el amor, adoptando un perro, con abrazos y de más... Quizás todos alguna vez en su vida la han dicho, o demostrado, mayormente a nuestros padres, ellos nos enseñan que es el amor o al menos eso es lo que dicen.
Todos hemos amado a alguien alguna vez desde nuestro primer día existente, a mi excepción.

La diferencia es que yo no sabía como hacer que esa esa tan simple palabra, pero conmillones de sentimientos abarcados en ella, saliera de mis boca, hasta llegar mis veinticinco años.

Verán el día que yo vine al mundo, fui entregada a una familia temporal, asignada especialmente por recursos infantiles. La familia me enseñó lo que era convivir con personas, ir a la escuela, llorar, y cosas así...
Llegó un momento en el que ya no podían cuidarme, por mi mayoría de edad, en ese entonces contaba con once años, por lo que tendría que volver al orfanato hasta cumplir mis dieciocho.

Pero llegaron mis ángeles guardianes y alteraron ese final.
Elena y George, mis actuales padres, que por obvias razones un dia decidieron en adoptar una niña que les robara el corazón en el instante en el que la vieran. Ahí estaba yo, en el comedor del orfanato, ayudando a los mas pequeños a servirse un poco de agua o sirviéndoles cucharadas de sopa en su boca, en el mismísimo momento en el que vieron mi demostración de solidaridad hacia los niños, decidieron sacarme de ese horrendo lugar para brindarme de su cariño y amor por el resto de mis días. Al principio, como toda niña sin demostración afectiva por ausencia de padres, familia, etc, todo parecía abrumador, pero con el pasar del tiempo, esa familia fue amoldándose a mí y a mis gustos, al igual que yo a ellos.
Comenzó por los fines de semana de pizza, películas y chocolates y terminó por mi despedida en la universidad.

Donde todo comenzó...

LimerenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora