Capítulo uno: El encuentro

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En mi opinión, el amor es uno de esos sentimientos que te consumen si no llega a ser recíproco. Es uno de los sentimientos más intensos y dolorosos, te llena de alegrías, pero también te las arruina, te hace llorar, pero también te hace reír. Te hace creer que puedes ser invencible, que puede contra todo, que sois esa persona y tú contra el mundo, pero no es así, no vivimos en un puto cuento de hadas, esta es la vida real.

Seguramente te preguntarás a donde quiero llegar con esto, pero es muy simple, solo quiero que te des cuenta de que enamorarse solo te trae dolor, que la felicidad es momentánea. El hecho de que quieras estar con alguien durante el resto de tu vida también es momentáneo, porque en cualquier momento puedes conocer a alguien que te haga cambiar de opinión, que te haga darte cuenta de que no era yo lo que necesitabas, que te haga darte cuenta de que ese amor que creías eterno fue únicamente pasajero. Y que realmente no le amabas tanto como creías hacerlo...



Después de beberme el chupito de golpe me gire para ver quien había en la discoteca y mis ojos llegan a una preciosa rubia bailando de forma alocada y sexy, eras tú, con esos ojos verdosos que tanto amé.


Nos conocimos porque tenías el corazón roto, en una discoteca mientras bebías y bailabas. Ese mismo día dejaste a tu ex por acostarse con tu hermana, algo curioso y bastante frecuente si me lo preguntan.

Estabas tan hermosa esa noche, tu pelo rubio brillaba, tus ojos verdes, brillantes a causa de las lágrimas que yacían en ellos, pero aun así tú no parabas de bailar, tus caderas se movían al ritmo de la música, tus brazos estaban al aire y los agitabas a la par de tus caderas, parecías una diosa.

Yo te miraba desde la barra, celosa de la gente que te rodeaba, de pronto me miraste, la música cambió, tú paraste y te dirigiste hacía mi con una sonrisa, hermosa por cierto, fruncí el ceño, pero te devolví una sonrisa ladeada y coqueta. Cuando llegaste a mí tus ojos brillaron, pusiste tus brazos alrededor de mi cuello presionándolos entre sí, mis labios fueron a tu mejilla por si solos, dejando un beso en ella, descendí a tu cuello y repartir besos y mordidas, tus gemidos se convirtieron en mis sonidos favoritos, cuando me dirigí a tus labios te desmayaste en mis brazos.

Maldecí internamente al darme cuenta de que no sabía nada de ti, no tenía ninguna dirección, número de teléfono o a algún amigo que pueda llevarte a tu casa, por lo que tomé la decisión de llevarte a mi casa.


¿En el camino a ella tú murmurabas palabras en ruso, que eran imposibles de entender debido a que no vocalizabas, pero aun así, entendí un Потому что ты это сделал? (¿Por qué lo hiciste?).


Al llegar, aparqué el coche en el garaje e intenté despertarte, pero únicamente extendiste tus brazos para que te cogiera, lo hice y te llevé a la habitación de invitados. Te quité el vestido y te puse una de mis camisas, que te quedaba increíblemente grande.

A la mañana siguiente, pase por la habitación en la que dormías para ver si aún seguías dormida, cosa que confirme cuando te escuché leves ronquidos salir de tu boca semiabierta. Sonreí enternecida al verte tan cómoda en la cama.

Caminé a la planta baja para hacer el desayuno, saqué la harina, los huevos, la levadura, la esencia de vainilla, mantequilla y la leche. Cuando acabé la mezcla la tapé con un trapo para que reposará. Antes de tocar el sofá el timbre de la casa resonó en toda la sala.

Al abrir noté como una mujer de baja estatura se colgaba de mi cuello como un koala altamente emocionada y sin dejar de gritar. Con ella aún colgada de mi cuello me dirigí al sofá. Me contó como le fue en la universidad y lo emocionada que estaba por trabajar conmigo en la empresa.

— ¿Cómo estás? ¿Algún ligue reciente? — puse los ojos en blanco al entender sus intenciones — No me pongas los ojos en blanco mujer.

— Lili, no todo se basa en el sexo para mi, estos meses no había traído a nadie aquí, pero ayer... — sonreí al recordar a la rubia que duerme arriba.— Creo que es ella—. Mi hermana levantó una ceja incrédula y abrió los ojos.

— ¿A qué huele? ¿Estás segura de qué es ella?

— Es ella, por fin la encontré. Huele a galletas recién hechas, huele a hogar...—De mi boca salió un suspiro—. Me besó... estaba ebria, pero me besó—. Sus ojos se abrieron aún más que antes.

— ¿Te besó? ¿De la nada? ¿Por qué si?

Los pasos en la escalera se hicieron notar debido a que resbalaste y casi caes por las escaleras. De forma rápida fui en tu dirección para ayudarte, aunque rechazaste mi ayuda cosa provocó una opresión en el pecho.

    — Yo... Lo siento... ¿Qué hago aquí? Solo... solo recuerdo verte y ir hacía ti...— al momento de salir esas palabras por tu boca me entristecí, tenía fe en que tu me recordarás a pesar de la bebida, pero fue un error mío, un tonto pero grande error —.

    — Nos conocimos ayer en la discoteca, mientras nos besábamos te desmayaste, no sabía tu nombre, ni tu dirección ni tampoco tenía el número de nadie para llamar, por lo tanto estas en mi casa en este momento. Si te quieres ir eres libre de hacerlo o si lo prefieres te puedo llevar a tu casa—. Mis palabras salieron bajas, pero firmes, no sabía si me habías escuchado correctamente.

— Te agradecería que me acercarás a casa si no es mucha molestia por supuesto—. Dudaste un poco al principio pero al final accediste.

— Primero debo hacerle el desayuno a mi hermana, ¿quieres comer antes de irnos? — en ese momento pude escuchar su estomago gruñir con hambre—. Voy a hacer tortitas ¿te apetece?—. Mi hermana al recibir una afirmación tuya soltó un chillido y se colgó de tu brazo alegre mientras se presentaba y empezaba a hacerte preguntas sobre ti.


Después de una hora me encontraba conduciendo en dirección a tu casa, te dejé y me fui, debía atender unos asuntos antes de volver a casa por lo que decidí pasar por la oficina para recoger unos papeles.

Era domingo y yo como siempre estaba trabajando, mi plan era recoger unos papeles pero llamaron de Alemania porque necesitaban que imprimiera de forma urgente unos permisos para poder abrir oficialmente la sucursal allí. Mi mente no se concentraba en el trabajo mi mente no dejaba de darle vueltas a la linda rubia que resultó ser mi compañera, te necesitaba a mi lado como no tienes ni idea y sinceramente creo que no es algo que tu hayas entendido ni te hayas esforzado nunca en entenderlo...

En lo que quedaba del día me obligué a centrarme y a seguir firmando papeles, hasta que mi hermana me llamó diciendo que me recogería para cenar. Al principio creí que había hecho una reserva en algún lugar elegante para celebrar su vuelta de la facultad, pero no fue así, sino que apareció en la puerta de mi oficina con un montón de bolsas de comida de mi chino favorito.

— ¿Cómo te fue con tu chica? —movió las cejas de forma divertida en cambio yo hice una mueca al darme cuenta de que se me olvidó pedirle su número de teléfono— ¿Lo olvidaste? No te creo — negó con la cabeza de forma repetitiva y de forma espontanea se empezó a carcajear—. Acabas... acabas... de... encontrar a tu... alma... y se.. se te... olvida— siguió riéndose mientras yo me dedicaba a mirarle mal para que parará, pero ella al contrario.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora