“¡Gracias doctor Jaëger!” una pequeña niña alegre se despidió del rubio moviendo de manera exagerada el brazo para que lo notará mientras que su madre ya la estaba llevando cargando puesto que no quería irse de ahí. Zeke era todo un amante de los niños y un gran médico de esa pequeña aldea que necesitaba su ayuda. Era el mejor para curar cualquier mal inclusive pudo curar enfermedades que no se sabían que existían o al menos en ese momento no.
Siglo XII, siglo XV. El sol al esplendor de todo siendo medio día alumbrando al comercio que se ponía a unos pasos de su hogar, se acomodo los lentes de inmediato con aquella sonrisa alegre que caracterizaba al joven doctor de diecisiete años. — Buenos días, doctor. — comento una mujer mayor acercándose con su canasta sobre el brazo.
— Buenos días señora Rosette. — saludo el muchacho rubio con una sonrisa alegre dando dos pasos quedando al frente de aquella mujer con canas tiñendo su cabello negro. — ¿Se ah sentido bien de sus pulmones? — pregunto hinchando con su voz agradable.
— Oh si doctor, como nueva. Te vine a traer esto como paga. — comento con una sonrisa la señora Rosette ganando un suspiró de Zeke, ya había tenido su desayuno como mínimo. La mayor le entrego una manta cubriendo alimentos y una botella de leche, eso era más que excelente.
Ventajas de ser un buen boticario era que trabajaba de él y para él, así que no se quejaba que le pagarán con comida. — Gracias señora Rosette, deje meteré esto que me dió y le acompaño de nuevo a su casa. — comento tranquilo ganando una negación de aquella mayor.
— no muchacho, vengo al mercado. Pero después puedes ayudarme con las cosas, Doctor. — comento la señora con una sonrisa. — le dejo muchacho. — se despidió dirigiéndose a los comercios que se ponían en ese lugar.
Zeke se levantó de inmediato con la manta que cubría los alimentos relacionados con el trueque entre sus habilidades medicinales y su desayuno. Sonrió. Se metió a su casa para dejar las cosas que aquella mujer le cambio por su salud, tomo aire. Fue a lavarse las manos con el jabón que acabo haciendo con sosa y yerbas aromáticas las cuales podrían hacer quitar el mal olor además de dejar limpio lo que tocaran.
Tomo un pañuelo secando sus manos acomodando sus lentes y dirigiéndose a la mesa sin antes tomar platos y cubiertos para desayunar él solo. Sentó su cuerpo abriendo aquel pañuelo revelando que eran uvas, queso y dos piezas de pan. Más que suficiente para ese día y posible tres más, al estar solo y sin padres le alcanzaba de la manera perfecta.
Colocó el pan en los platos y el queso en otro, tomo un cuchillo de mantequilla que tenía a su disposición con la intención de cortar el queso cuando llamaron a su puerta. — el desayuno puede esperar. — comento para si levantándose dando un trago a la botella de leche directo de mínimo tener algo en el estómago estaría bien si iba a atender a alguien.
Abrió la puerta siendo tomado de inmediato por una joven dama con una sonrisa, por reacción tuvo que cerrar su puerta rápidamente. —¡Joven Jaëger, la señorita Hange se quiere desposar, venga! — aquella muchacha arrastró rápidamente al médico de la aldea hasta la plaza principal dónde la chica mencionada estaba más que riéndose de los cortejos de hombres.
Hasta mujeres querían tener una oportunidad de estar con él por como era de fuerte como un hombre pero delicada como una flor. Los Zöe fueron de familia noble toda su vida siendo que eran los encargados de proteger aquella villa en la que vivían; Quito. Ahora el representante más conocido de ellos era la muchacha Hange Zöe quien a nadie se le conoció como un amante dignó o alguien que le llamara la atención y por algo a su edad de diecinueve años seguía soltera sin hijo en vientre.
Los hombres se desvivían por ella y con tal de tener su mano (fortuna), hacían el ridículo anhelando sacarle una sonrisa más que encantadora de su bella persona mirada chocolate. — Escuchen todos los hombres que deseen tener alguna oportunidad. — alzó la voz aquella dama montando un caballo pura sangre de color negro mientras inflaba su pecho plano de orgullo con una sonrisa arrogante.