II

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Llegaba por fin a mi pueblo natal... Obsidia... Estaba cansado por el largo viaje que había emprendido éstos meses, pero ver el portón del pueblo me daba energías para continuar mi camino.

Los guardias me dejaron pasar, estaban ya acostumbrados a verme ir y venir, cada vez volviendo con alguna herida nueva y cargado hasta los dientes, nunca me decían nada más que un saludo cortés y, de vez en cuando, alguna palabra de ánimo si me veían muy agotado, como era el caso de hoy.

Caminé pesadamente por las calles del pueblo, mi mochila de viaje estaba llena hasta el tope en comparación a cuando me fui, tintineando y dejando ver algunas armas y cachibaches que atraían la atención de aquellos que pasaban a mi lado.

Mis brazos estaban vendados y mi cabello amarrado en una desordenada coleta se balanceaba con cada paso que daba, todo me picaba y dolía, bostece fuertemente, y evité por poco a unos niños que gritaban y reían mientras corrían, uno con alas de madera y otro con un palo simulando una espada, sonreí ante la vista y seguí caminando hasta llegar a mi pequeña casa, en el camino saludando a algunos conocidos que alegres me palmeaban la adolorida espalda, alegando haberme extrañado.

Al entrar dejé caer pesadamente mi mochila, trone mis cansados huesos y, sin más, me dejé caer en mi pobre cama, quedándome dormido en el instante.

(...)

Desperté lentamente, bostezando y estirándome cual gato en la cama, me enderece y talle mis ojos, al ver por la ventana me percaté de que era ya media tarde, por lo que me levanté y fui a darme un baño, al salir me vestí y amarré mi cabello en una coleta baja, desempaque mis cosas y guardé las pieles y plantas medicinales que había juntado en mi viaje, al acabar salí de casa y fui por el pueblo camino a la taberna que normalmente frecuentaba.

- Ah... Ahora que dormí, definitivamente me está pasando factura no comer en días... Dioses, será mejor que pase por el mercado antes para comprar provisiones, no tengo nada en casa ahora...- me dije a mí mismo mientras paraba a pensar, cambiando el rumbo al mercado del pueblo mientras recordaba qué cosas eran escenciales por el momento.

En el mercado se apreciaban puestos de fruta, comida callejera, adornos, armas... Había de todo ahí, podías buscar incluso posiones y amuletos para tus viajes, pero lo que necesitaba era comida, así que me dirigí a un puesto de carnes, comenzando a vagar por ahí para comprar mi despensa y, quizá, alguna novedad encantada.

(...)

Habia comprado ya lo necesario para llenar toda mi despensa, de paso encontré más tinta y una libreta con pasta de cuero que me serviría para catalogar las nuevas plantas que había encontrado en mi viaje, pues mi anterior libreta se había llenado ya.

Caminaba por el mercado para ver que encontraba, el hambre habia menguado un poco y el haber dormido por fin luego de una semana sin hacerlo me habia ayudado a recobrar energía, así que simplemente fisgoneaba entre las cosas que veía por ahí.

Llegué a un puesto pequeño y algo escondido, donde vendian pociones y amuletos, observé un collar del que colgaba un frasco con plantas y miel dentro, el vendedor exclamaba que era un collar protector, su esposa lo habia hecho, me había explicado que servia especialmente para aquellos que iban a los bosques, incluso me mostro la hoja de los ingredientes que contenia para que viera que no mentía, la señora parecia cansada pero, a pesar de ello, me miraba con una amable sonrisa, a su lado una pequeña bordaba lo que parecía un pequeño tapiz con el emblema de, supuse, su familia, el vendedor me comentaba que su esposa acababa de hacer el amuleto, por lo que la magia en él estaba fresca.

Sabia lo cansado que podia ser hacerlos, más usando magia nátura, por lo que compré el collar y les dí algo extra, se notaba que la estaban llevando difícil pues sus frascos mágicos estaban en oferta y nadie parecía notarlos, prefiriendo ir a un puesto ostentoso a unos puestos delante.

El Secreto de las Flores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora