III

53 2 0
                                    

Habían pasado ya unos días desde mi encuentro con Kacchan, lo último que supe de él fue gracias a una carta que había mandado, alegando que la entrega fue un éxito y que incluso encontró algo peculiar, cosa de la que no quiso contarme hasta vernos en persona, y en la cual también mencionaba que tía Mitsuki, su madre y líder de la tribu, estaba demasiado ocupada, tanto en audiencias con el congreso de ancianos de su tribu, como con audiencias con otras personas de poder, de las cuales no le contaba nada.

Todo el asunto nos parecía extraño, y no nos daba buena espina, pero no podíamos tener más información por nuestra cuenta.

Afortunadamente conocía a alguien que siempre estaba informado de todo lo que pasaba en el reino y alrededores.

- No sé si está en el pueblo... Pero si está... Será mejor que vaya preparado.-

Dicho eso, fui hacia un escritorio de roble que tenía en mi habitación, de un cajón tomé un pequeño saco, del tamaño de mi mano y, mirando dentro, suspiré, esperaba fuera suficiente...

Teniendo todo listo, y el saco bien guardado en uno de mis bolsos del cinturón, me dirigí a mi taberna favorita.

(...)

Al llegar, el sonido de conversaciones felices e historias emocionantes inundó mis oídos, sonreí ante eso, disfrutando del aroma dulzón del lugar, combinado con el olor de cerveza de mantequilla y raíz, al igual que de los ricos postres que la amiga del dueño hacía, para mi suerte la rubia no se veía por ningún lado, la última vez que me la había topado no terminó exactamente bien, lo peor de todo era que ni siquiera había causado yo el problema.

Sacudí la cabeza, ignorando el recuerdo de aquella disputa, y con la mirada recorrí la taberna, luego de un momento distingui una cabellera rubia inconfundible, pues en el flequillo llevaba un rayo de protección color negro, sentado en la barra estaba el hombre más informado que conocía, y uno de mis mejores amigos.

Caminé sin hacer ruido, acercándome a su espalda, tapé sus ojos, me acerque a su oído y susurré.

- veo que te diviertes sin mí. -

Era un juego que teníamos con el otro, siempre nos sacaba una risa, más aún si el otro estaba acompañado.

- No sé de qué hablas, siempre me divierto sin tí.- respondió mi amigo, volteando con una sonrisa plasmada en el rostro, reímos y me senté a su lado en la barra.

Charlamos un momento de todo lo que habíamos hecho durante nuestro tiempo fuera, pues ambos salíamos mucho del pueblo, él por ser cazarecompensas, y yo por ser algo parecido a un guerrero mercenario, ninguno trabaja para el rey, por lo que tomamos trabajos que encontramos en el bajo mundo, como a los de la realeza les gustaba decirles a aquellos que seguían el mismo camino que nosotros.

- Así que mi buen amigo Izuku Midoriya está de vuelta por fin, y por lo que veo, en una pieza, por lo menos aquella loca no te arrancó la mano.-

Me reí por lo dicho, recordando cómo nos habiamos encontrado en medio de nuestras misiones, pues se habían entrecruzado, y cómo gracias a eso casi fallaba mi misión, por suerte salí victorioso y sólo con una gran cicatriz nueva en el brazo.

- oh, ya me conoces Denks, siempre encuentro la manera de sobrevivir.-

Comenté como si fuera poca cosa, pero con una sonrisa juguetona, ambos sabíamos la mala suerte que tenía, ya que siempre terminaba en líos por una u otra razón, y sobrevivir ya era algo que venía de cajón conmigo.

- Por cierto, adivina a quién contrataron como escolta de una chica importante. - comencé a decir, tentando el terreno. - fue entretenido, aunque nos atacaron mucho, pero en el viaje recolecte muchas cosas...-

El Secreto de las Flores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora