Vivimos en una sociedad. Una sociedad podrida, una sociedad rota. Una sociedad que mira mal al que está roto, pero que ha creado esa brecha.
Vivimos en una sociedad donde mostrar tus sentimientos es castigado, pues un adolescente no puede estar triste o deprimido, ¿verdad?
Un adolescente tiene que ser feliz, pues aún no ha vivido el hastío de la rutina, porque levantarse todos los días para aprender materias que no servirán de nada en la mayoría de los casos no es rutina, es necesidad. Es necesario que aprendáis a ser diferentes, a pensar diferente, pero aquí no, ahora no, en mi clase no.
Nos enseñan desde pequeños a destacar por encima de todos, nos premian por ello, el listo de la clase se lleva los elogios de los profesores, y las burlas de sus compañeros, pues hacerle destacar como a alguien superior le separa de sus iguales.
Nos enseñan que hay que hacer caso a los mayores ciegamente, a pesar de que vivieron en otra época, a pesar de que muchos piensan que el amor no es libre y el hombre nació para trabajar sin descanso toda su vida.
Vivimos en una sociedad corrompida por el mismo motor que la mueve, el señor Dinero. El señor Dinero te ayuda a llegar a fin de mes, a comer, a dormir, pero corrompe el alma del más bueno de los hombres, pues es el mayor villano de todos.
En una sociedad que nos enseña a competir, a pisotear a los demás, solo para ser mejor, ganar más, tener la casa más grande, el coche más caro o la piscina más lujosa, ¿Cómo pretendemos avanzar? No podemos, pues avanzar implica no mirar atrás, implica ayudar a los demás, implica dejar a un lado el egoísmo que mueve la propia sociedad.
Si, la sociedad se mueve por el egoísmo, porque ese egoísmo que nos separa nos mantiene vivos, ¿O no?
Pensamos que si yo sobrevivo a mañana, ¿Qué más da mi vecino? Ese vecino que un día te prestó sal porque no tenías, ese vecino que te saluda todas las mañanas. Ese vecino que algún día puede que te salve la vida. Pero, ¿Qué importan los demás?
En una sociedad donde el Yo prevalece, el Yo es más importante que el Nosotros, no podemos vivir. Y no vivimos, pues no es vida lo que tenemos, es esclavitud. Pero eso ya lo sabíais, ¿verdad?
Somos esclavos de la propia sociedad, y la sabemos, pero no hacemos nada porque es más cómodo vivir como esclavo que morir como un hombre libre.
Nos esclavizan los líderes incompetentes que solo piensan en si hoy comerán chuletón o lubina, mientras que la gente a la que prometieron ayudar se muere de hambre.
Nos esclavizan los telediarios, que prometen contar la verdad, pero solo buscan récords de audiencia, exagerando la verdad que prometieron defender, retorciéndola hasta el extremo, creando morbo con las situaciones más horripilantes, porque es lo que nos gusta.
Nos esclaviza el dinero, ese sin el que no podríamos sobrevivir, a pesar de que no es necesario para vivir.
Pero nosotros no queremos vivir, pues no se puede querer algo que no se conoce. Nosotros sobrevivimos, pero dejamos de vivir hace milenos.
Pero todo lo que escriba da igual, pues al fin y al cabo vivimos en una sociedad, ¿Verdad?