ÚDON Y LAGRIMAS DE COCODRILO.-19/06/2018
Peifer Grimaldi.
A las 3 y media de la mañana mis ojos están que se cierran, termine hace 20 minutos de limpiar el cochinero que era el nuevo departamento lleno de cajas y polvo. El olor a peonias me envuelve en un escenario imaginario de plena primavera, en un campo lleno de estas flores. La vela encendida y el ramo colocado encima de la mesa dan el toque de color al sobrio apartamento impoluto.
Recargo mi cabeza un momento en la mesa y tomo un suspiro. Solo me falta terminar dos tareas de la escuela más y podré dormir un poco.
Hace media hora que me ha comenzado a doler, ya tome una pastilla, pero aún no se me quita. Mi cuerpo comienza a relajarse lentamente, perdiendo la inconsciencia sobre la silla, solamente que un horroroso llanto de la nada aparece para, al parecer, querer derrotar toda mi mañana plácida en unos segundos.
Sin sentido alguno, las manos comienzan sus movimientos torpes e incoherentes, sudando frío, las restriego sobre la tela vaquera, queriendo arrancármela, y así lo haga. Derribo los vaqueros, quitando con un cuidado increíble en el estado que estoy entrando para dejarlo en una estantería alta, no quiero destrozarlo si me pongo ansiosa. Los calcetines hacen sudarme los pies entregándome en la invalidación de movimientos en los pies.
Entro en el cuarto de baño tomando el pequeño objeto entre dos dedos, la idea se me hace necesario,, sin embargo, la foto en el estante me hace dejarlo en el lavabo para salir de allí con una necesidad estúpida.
Me exaspero entre la mierda de mente que tengo moviéndome de un lado a otro, sudando en frío. Las sienes me palpitan y el oxígeno parece no estar a mi favor, la garganta se seca y la irritación en la piel me hace rascarme.
Rasco y rasguño con una fuerza inevitablemente bruta mi propia miel hasta sentir carne en uñas y un dolor placentero llegado en modo de sangre.
Me vuelvo a sentar. Las rodillas en el pecho y la cara escondida entre ellas me ayuda controlar la descontrolada respiración. Recuesto cansada la cabeza en la silla. La nuca sudada y la frente aperlada me incomodan junto a la camisa over-size.
Las piernas me tiemblan nada más tocar el frío suelo, el cuerpo sigue con su pequeño temblor mientras paso a pasito camino hacia la cómoda de la principal recámara. Saco el frasco, lo reviso notando su vacío interior.
El sonido del bote estrellándose con fuerza me revienta los tímpanos, el cristal rebota cortándome un poco más arriba del tobillo.
Cansada y sin fuerza alguno me recuesto en bragas sobre el colchón para, poco después, quedarme dormida.
...
Arrastro las piernas apartando las sabanas. La blanca habitación me alumbra de más cerrando los ojos, me adapto entre la luminosidad percatándome de la mancha roja en las sabanas limpias.
Me cabreo por mi estúpida acción del frasco roto de ayer, los pedazos de vidrio los recojo a manos para tirarlos todos juntos en la basura junto a la cama.
Cambio las sabanas por otras. A lo último siento un tirón en la pantorrilla recordándome el daño en la piel existente.
Un algodón con alcohol limpia los restos de sangre seca y una tirita de Dory cubre la grieta.
Una herida física es mejor que una interna, mínimo la que se ve se puede cubrir, aparentar que no está allí y de a poco mientras se desborra imaginar que su existencia es nula. En cambio, la otra, pues es complicado, aquella se presenta en momentos donde te fracturas sin saber como arreglar, no sentir mucho, ni saber que sentir o no saber priorizar y ordenar lo que sientes.

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Estes o no
RomancePeifen buscaba escapatorias alternativas a la vida que llevaba. Sola, desolada y con una bruma grisácea encimada sobre la cabeza. ..... Nian buscaba escapatorias a la rutina que llevaba. Acompañado, rodeado de gente ridícula y con una sobrecarga inc...