Esta situación es enfermiza, no tengo paz, no duermo bien, estoy solo, porque hasta los guardaespaldas están de su lado.
Vamos hacia Londres y no sé qué pueda pasar, la situación se ha salido de control.
Esta cuidad me trae muchos recuerdos, aquí me convertí en hombre, aquí amé, odié, aprendí a beber y a fumar, aquí perdí mi virginidad en una noche de desenfreno y alcohol...
—¿Vas a acompañarme?
—No, me quedaré en el bar. -Responde entre dientes mientras se maquilla frente al espejo.
—Bien, iré a dar una vuelta a la ciudad.
Salgo y me siento aliviado, se puede decir que estoy en mi territorio, veo mi rostro reflejado en el ventanal de una tienda; aún se ven las marcas del último golpe que recibí de su parte.
Sigo pensando en lo que me dijo Alexia, sacar todo el dinero posible y escapar lejos, pero, no me atrevo, creo que he sido minimizado a tal punto que no puedo tomar mis propias decisiones.
De una u otra forma, me agrada estar aquí, recorrer estas calles llenas de recuerdos e historias...
Veo en una esquina, un tumulto de gente rodeando a un artista callejero, qué agradable sorpresa al descubrir que se trata de Andrew.
Siento que, de alguna manera, él me puede ayudar a solucionar todo esto, me alivia en por fin ver un rostro familiar entre tanta mierda.
—¡Muchacho! -Grita eufórico al verme, -Creí que jamás volvería a verte.
—Ya ves que sí.
—Un pajarito me contó que vendrías junto con tu esposa.
—Ah... Si.
—Uhmmm pero no lo digas con tanta emoción.
—Es algo complicado.
—Bueno, pues cuéntamelo todo -Recogió sus cosas rápidamente -Vamos a un buen cafetín que conozco, sin alcohol, lo prometo.
Le seguí y hablamos por horas de nuestras vidas, dejó el alcohol hace un par de años, se graduó y aunque sus padres se molestaron mucho por el engaño de la carrera, terminaron por aceptarlo.
En cuanto a mi situación...
-Denuncia, esa mujer debe estar en un sanatorio.
—¿Sabes lo ridículo que suena eso?
—A mí no me parece ridículo, de hecho, es algo muy serio.
—Lo es, pero nadie va a tomar en serio a un hombre que vaya a denunciar que su esposa lo maltrata.
—¿Y entonces? Va a llegar el día en que la loca esa te mate, mira como tienes la cara.
—Creo que solo anda molesta porque no me gusta acostarme con ella.
—Nada lo justifica.
—Pues sé que solo recibiré burlas.
—Allá tú entonces, sería muy triste encontrarme algún día con un pasquín que anuncie tu muerte y lo peor, que parezca accidente.
—Intentaré llegar a un acuerdo con ella.
—Pues la única opción que yo veo es que le des vía libre para que se acueste con quien quiera, igual, no creo que ese tipo de mujer necesite pedir permiso.
—No pierdo nada con intentarlo ¿no?
—No, solo podrías perder la vida si agarras a la loca esa de malas.
Su idea me quedó sonando, total, por mucho se enoja y me tira cosas a la cara.
Me acompaña al hotel y le pido su número, pero asegura no tener celular, le apunto el mío con la esperanza de que algún día nos volvamos a encontrar, me hace bien su amistad.
Entro a la habitación y el panorama no es nada alentador, está sentada en la cama, semidesnuda, con un vaso de whiskey en una mano y un cigarro en la otra...
—¿Estabas con tu novio?
—¿Perdón?
—Ya me enteré que estabas con el drogadicto ese amigo tuyo, tendré que llamar a tu padre para lo saque de una vez por todas de tu vida, así como cuando le metieron drogas para hacerlo expulsar de la universidad.
Me quedé de una sola pieza... ¿Cómo así que le plantaron drogas? Esto fue obra de mi padre y jamás lo sospeché.
Me reclama el no cumplir mis deberes de esposo, me trata de poco hombre y escupe mi rostro... Me llené de rabia y le di gusto, la tomé, la hice mía como nunca antes, fui tosco, algo brusco, ella lo disfrutaba, pero yo no, este no soy yo, me odié por ello.
Después de terminar, tomo la botella de whiskey que apenas y estaba empezada, la bebo de principio a fin, todos los malos recuerdos, ofensas, humillaciones, maltratos regresaron a mi... Y exploté.
—Sabes algo, a ti te gusta que te traten mal, así que de ahora en adelante aquí se va a hacer lo que yo diga -Le grité mientras seguía sosteniendo la botella.
—¿Ah sí? No me digas, no tienes los pantalones.
Le di una bofetada muy fuerte que la tiró al piso.
—¿Querías a un hombre de verdad no?
Me mira horrorizada desde el suelo, veo mucho temor en sus ojos y no me importa, intento parar, pero es como si mi cuerpo actuara solo, empiezo a tirar todo lo que encuentro a mi paso, sin importarme que todo el mundo me escuche, finalmente, la tomé de nuevo, esta vez por la fuerza, puedo ver como dejo marcas en sus muñecas y su cuello; la dejo ahí desnuda y me marcho.
Corro hasta que me detiene la noche llena de niebla frente a una gasolinera. Saco todo el dinero que puedo de las tarjetas, tomo un taxi que me lleva a un muy modesto hotel donde decido pasar la noche.
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LOS HOMBRES TAMBIÉN LLORAN (Terminada)
Fiction généraleSebastián, hijo menor de la prominente familia presidencial, desafiará a su padre y su círculo social, para alcanzar sus sueños.