¿Bacalao?.

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Bien... Aún seguía en la misma forma. Y con la misma forma, me refiero a que aún seguía en el barco, en el mismo barco y en el mismo apestoso saco. Porque en serio, olía a pescado podrido.

No sabía cuanto tiempo había estado hay metida, pero, algunas veces, me faltaba el aire.

De repente, el barco paró. Y claro, al parar de sopetón, el saco se movió hasta dar con una barra de madera. Que justo, me golpeó en la cabeza.

Sentí como Garfio agarraba el saco donde yo estaba metida y lo depositaba en algo que temblaba. ¿Donde diablos me había puesto? No podía morir, aún era muy joven... Tenía toda una vida por delante.

-¡Pan! ¿¡Podrías venir aquí un momento!? Necesito decirte algo muy importante- gritó Garfio a todo pulmón.

Pan... ¿Estaba llamando a ese niño que había venido a mi habitación?.

Al momento, un enorme cacareo se escuchó por todo el barco.

-Dime Garfio, ¿qué cosa tan importante tienes que decirme?- dijo esa voz. Esa voz... La voz culpable. El niño culpable de que YO estuviera aquí.

-Bueno, te he traído un regalo- dijo Garfio, con un tono dulce en su voz.

-¿De verdad? No tenías porque- dijo Peter.

-No es nada, es para demostrarte mi gratitud por... Ya sabes, cortarme la mano y lanzársela al cocodrilo- la verdad, se notaba la ironía en su voz, y bastante.

Pero, espera... ¿Ese niño le había cortado la mano a ese pirata? Que cruel... Quiero decir, puedo entender que se puedan llevar mal, pero... ¿Cortarle la mano? Eso creo que es pasarse.

De parte de Peter, solo se escuchó una tremenda carcajada.

-¿Ves ese saco? En ese saco, esta tu amiga- explicó Garfio, refiriéndose a mi.

-¿Amiga? ¿Qué amiga?- preguntó él. Sonaba confundido.

-Creo que se llamaba... Scarlett, ¿la recuerdas?- preguntó Garfio, de seguro, estaba sonriendo.

-Pues la verdad, es que no- confesó Peter.

¿Tenía tan mala memoria? Ese niño si que era un caso especial.

-Da igual, también tengo a tu sombra- dijo Garfio.

-Devuélveme la sombra Garfio- amenazó Peter.

-Claro, cuando la recuperes del mar- susurró el pirata riendo.

Sentí como empezaba a caer.

Espera... ¿Empezaba a caer? ¿Estaba cayendo? Mierda.

No estuve mucho sumergida dentro del mar, casi ni lo sentí, ya que, supuestamente Peter había cogido el saco, y a su sombra también, creo.

Cuando por fin estuve en tierra, intente salir, pero había un nudo, así que no pude.

-¿Peter?- pregunté, ocultando ni enfado.

Hubo un silencio. ¿Por qué no respondía? ¿Acaso se lo estaba pensando?.

-¿Sí?- preguntó él, con voz desconfiada.

-¿Podrías abrir el saco antes de que me asfixie?- le pregunte, lo mas cortés posible.

-Claro- respondió contento, y al fin pude volver a respirar.

Le mire enfadada, y él solo me miro confuso.

-¿Quién eres tú?- le pregunte enfadada.

-Peter, Peter Pan- me contestó sonriendo.

-No me refiero a eso... Me refiero a... ¿Por qué puedes volar? ¿Por qué vives en... Donde quiera que estemos? ¿Donde estamos?- pregunte confundida.

No tenía ni idea de donde nos encontrábamos. Estábamos, como en una gran isla.

-Puedo volar porque... ¿Puedo?- se preguntó a si mismo. Intentando parecer convincente.

-Campanilla me enseñó a volar, y ella me trajo aquí, al País de Nunca Jamás- me respondió sonriendo.

-¿Campanilla?- pregunte confusa.

-Si, es mi hada, debe de estar por aquí cerca- explicó mientras, con la mirada, buscaba a su hada.

-¿Hada? Pero si las hadas no- no pude terminar mi frase, porque Peter puso su sucia mano en mi boca.

-No digas eso, cada vez que alguien dice eso, un hada cae muerta al instante- me explicó serio- y si muere, no podré encontrarla- volvió a decir, esta vez, sonriendo.

-Claro, las hadas existen, y las sirenas también, obviamente- dije irónicamente.

-¡Si! Las sirenas viven en la laguna de las sirenas, ¿quieres ir a verlas?- preguntó divertido.

-Lo decía en broma, ¿en serio hay sirenas aquí?- le pregunte sorprendida. Esto tenía que ser un sueño, no podía ser real.

-Claro, pero no son muy amigables- dijo, mientras soltaba una risa nerviosa.

-¿Sabes qué Peter? Creo que... Tengo que irme, si, tengo que irme, yo no pinto nada aquí, así que... Me voy- dije mientras empezaba a andar en dirección contraria a donde estaba ese muchacho.

No pude avanzar mucho, porque de repente la cara de Peter estaba delante de la mía.

-¡No puedes irte! Nadie puede salir de aquí... Si no puede volar, así que, tendrás que quedarte aquí, hasta que aprendas- me explicó Pan divertido. Mientras me cogía de la mano y me llevaba a algún sitio.

¿Este niño iba en serio? Era todo tan irreal. Él volaba, vivía en una isla, y había hadas, sirenas y piratas. ¿Habría algo más?.

-¿No te olvidas de algo?- le pregunte sarcástica.

Peter me miró, y después miró al otro saco que había en el suelo.

-¡Oh! Claro, mi sombra- dijo avergonzado mientras abría el saco.
Agarró a su sombra del pie y se quedo así un buen rato.

Creo, que no tenía ni idea de como volverse a pegar la sombra, por suerte, en mi colegio me enseñaron a coser, se la podría coser y todos contentos.

-Te la coseré- le dije contenta.

Peter me miro asustado, al parecer la palabra había provocado un efecto horrible en él. Ya que rápidamente, movió la cabeza, en señal de negación.

Ahora se aguantaría. Se la iba a coser quisiera o no.

Eso ha sido todo, esperó que os haya gustado, ¡Ciao!

Peter Pan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora