XXI

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Lo di todo por una persona que no tenía las cosas claras, que no sentía lo mismo que yo y a veces me hacía sentir sin importancia.

Me dejé llevar ciegamente por lo que sentía sin ver más allá y sin poner un fin a acciones que yo no merecía.
Le hice más caso a mi corazón que a lo que mi cabeza me decía.

Pasaban los meses y no tomé ninguna decisión racional porque me dejé llevar por los sentimientos ya que soy una persona emocional.

El problema de todo fue que mi amor no tenía limites, idealicé a la otra persona y se volvió imprescindible.

Tenia la realidad distorsionada.
El amor no duele y a mi me dolía y lo peor de todo es que yo a mi corazón le creía.

Al final tuve el valor de recapacitar y reflexionar sobre lo que quería, se acabó todo, y aunque no supe verlo al instante, fue lo mejor para mi salud mental y pude apreciar lo que es poder quererse a uno mismo y sentirse especial.

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Como si nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora