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A lo lejos la luna me observaba, atenta a mis movimientos. El sonido del metal cesó. Un fuerte quejido seguido de silencio. Mi cuerpo se detuvo. Sentía el peso de mi espada en mi mano derecha y el aire frío colándose por las roturas de mi armadura.

—Amaia —bajé la mirada hacia donde estaba Mara—, lo tengo. No hay nadie más ¿Cierto?

—Sí, solo eran dos.

Mara inmovilizó las manos del tipo y volteó a verme.

—¿Estás bien?

—Claro, esta sangre no es mía.

Una sonrisa se dibujó en nuestros rostros. Tomó al hombre que estaba frente suyo y lo ató en la montura del caballo. Guarde mi espada e imite su acción con la mujer que estaba a mi lado en el suelo.

—Vamos, tenemos que llevar a estos imbéciles con Deyanira.


Cuando llegamos a la capital de Nefinta el sol hacía su aparición en el este del valle. Los caminos labrados se pintaron de naranja y las calles se llenaron de personas en unos segundos. La calidez de la ciudad abrazó mis huesos entumecidos por la pelea y el viaje. Con cuidado, nos abrimos paso con los caballos hasta llegar a la acrópolis.

La puerta de la entrada se abrió ante nosotras. Bajamos de los caballos, cada una tomó a su prisionero y los entregamos a los guardias para que pudieran llevarlos a sus celdas. Deyanira nos esperaba en el salón principal, sentada en un extremo de la gran mesa rectangular situada al centro de la habitación, junto a los otros Nozomi.

Antes me atemorizaba estar ante los hechiceros, pero tras años de servirles como líder de los ejércitos de Runa, el sentimiento fue desvaneciéndose. Como la mayoría de los niños en este mundo, crecí oyendo historias de los Nozomi. Su fuerza, su poder, su valentía. Generación tras generación han llenado al mundo de paz. Han gobernado Runa por más años de los que puedo contar.

Siglos atrás, cuando la magia no podía ser usada libremente por los humanos, 5 hechiceras emergieron. Ellas tenían la capacidad de usar magia sin necesidad de runas. Tras probar que eran de fiar, la gente dejó en sus manos el control del mundo. Así, cada una se asentó en la región que más proveía a su poder y fundaron las cinco naciones: Nefinta, Pamant, Foc, Mizu y Aer. 

Las runas de NefintaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora