Cuando abrí los ojos me encontré rodeada de oscuridad. Las pesadas mantas se enredaban en mi cuerpo y mi cabeza se hundía en la suavidad de mi almohada. Me levanté, el frío del suelo terminó por despertarme en cuanto mis pies lo tocaron. Afuera una ligera lluvia anunciaba la ausencia del sol por el resto del día. Por un momento, el sonido de las gotas de agua golpeando la tierra me transportó de vuelta a Aer.
Aer es la nación más pequeña de Runa. Yo crecí ahí, en una pequeña ciudad de la costa oeste rodeada de montañas. La mayor parte del año el sol se escondía tras el cielo gris y la lluvia cubría la superficie de las calles.
Cuando me uní al ejército solo planeaba ser parte de la caballería ligera de Aer, para quedarme en casa, cerca de mis padres. Pero, con el tiempo, fui escalando puestos y cuando los Nozomi me ofrecieron ser la segunda al mando de los ejércitos de Runa, no pude negarme. Tras aceptar el puesto tuve que mudarme a Nefinta y la lluvia desapareció, pero el cielo nunca dejó de verse gris.
Al salir de casa ya no llovía, un manto de espesas nubes cubría la capital en su totalidad. Subí a mi caballo y comencé a andar hacia Elia, quien me esperaba paciente sobre el camino principal.
—Por un momento pensé que tendría que entrar por ti —trató de actuar como si estuviera enfadada, pero una risa escapó de sus labios.
—Buenos días para ti también, Tris —sonreí al mismo tiempo que aceleraba el paso para alcanzarla.
Elia Tristan fue una de las primeras personas que conocí al llegar a Nefinta. A pesar de ser alguien muy amable y alegre siempre mantenía su vida personal fuera de los oídos de los demás, gracias a esto no supe de inmediato que ella era en realidad originaria de Foc. La primera vez que la vi ella hablaba con Amaia, al escucharla estaba tan impresionada por su inteligencia que no puede sacármela de la cabeza durante un buen rato.
Tras un par de minutos andando llegamos a la acrópolis. Giramos a la izquierda en la entrada principal y nos dirigimos a los establos. Bajé primero de mi caballo y ayudé a Elia a atar el suyo. En un cómodo silencio nos dirigimos a la armería. Me coloqué mi armadura, tomé mi arco y coloqué la ballesta en mi antebrazo.
—¿Qué tal te fue en tu pequeña misión con Amaia? —La voz de Elia resonó desde el otro extremo de la habitación—. Escuché que regresaron ayer al amanecer, iba a ir a verte, pero me tocó patrullar el perímetro sur y terminé exhausta.
—No fue nada de otro mundo, solo tuvimos que atrapar a dos personas. Honestamente no sé por qué Deyanira nos envió a nosotras, cualquiera pudo haber hecho esa misión. Además, un viaje de 8 horas a caballo es muy incómodo —hice una mueca de disgusto mientras guardaba algunas flechas en mi carcaj.
—La Nozomi debe de tener sus razones, ¿no notaste nada raro en esos criminales? —en realidad no había pensado en eso—, Lihue debió de decirle algo a Amaia para que tomara esa tarea tan "simple" y te llevara con ella.
—No recuerdo. Cuando los encontramos estaba muy oscuro, nos tomaron por sorpresa e hirieron un poco a Amaia, pero eso es todo —llevé mi mano detrás de mi cabeza y empecé a juguetear con mi pelo, tratando de recordar cada detalle de la pelea de esa noche. De la nada, una imagen emergió de golpe en mi memoria—. Ya sé, al momento de emboscarnos ellos trataron de usar una extraña runa contra nosotras; Amaia los detuvo, así que al final solo peleamos un poco y los capturamos, supongo que por eso lo había olvidado, no fue para tanto.
Finalmente, Elia cruzó la habitación y se paró a mi lado, su armadura reluciente contrastaba con el amarillo opaco de su capa. Acomodó su espada en la vaina y volteó a verme.
—Bueno, si es importante Amaia te lo dirá tarde o temprano, hoy vas a ir al norte con ella ¿cierto? Podrías preguntarle —con su mano, dio un pequeño golpe en mi hombro y caminó hacia la salida—. Ahora vamos, no creo que quieras dejarla esperando mucho tiempo, ya sabes lo puntual que es.
Por unos segundos me quedé parada en mi lugar, mirándola. Cuando volteó a verme un pequeño gesto de burla atravesó su rostro.
—Entonces ¿vienes o no? —Sonreí, al mismo tiempo que caminaba a la salida junto a ella.
—¿Tú qué área vigilarás hoy?
—Hoy estoy de suerte, me toca vigilar la entrada con Donkor.
Caminábamos frente al establo cuando Amaia se paró frente a nosotras. Ambas nos detuvimos, colocamos nuestra mano derecha cerca del hombro izquierdo y llevamos el otro brazo a la espalda en forma de saludo.
—Descansen —Amaia no venia sola, una niña de unos 15 años estaba parada detrás suyo. Se hizo a un lado y la dejó pasar—. Saeth, Tristan les presento a Hanae Adisa, Deyanira la ha elegido su sucesora, a partir de ahora ella es una futura Nozomi.
Elia y yo hicimos una pequeña reverencia que tomó por sorpresa a Hanae, pues sus mejillas se enrojecieron y nos dirigió una tímida sonrisa, luego volteó a ver a Amaia.
—Ve a cambiarte, hablaré con ellas y luego te alcanzo.
Miré como la pequeña se dirigía hacia la armería, cuando mi vista ya no la pudo ubicar volteé a ver a Amaia.
—Lo siento, Elia, hoy solo Yasha se ocupará de vigilar la entrada. Tengo que quedarme aquí porque Deyanira me pidió que entrenara a Hanae, así que ustedes dos junto con Tabita se encargaran del perímetro norte, ella las está esperando en la salida —Amaia se veía un poco agotada, alzó su mano y la restregó en sus ojos, en un intento de calmar su cansancio, luego se puso firme otra vez—. Si logro desocuparme las alcanzaré en un par de horas. Mientras tanto, Mara —me miró—, recuerda que tú estás a cargo.
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Las runas de Nefinta
FantasyEl mundo ha vivido miles de años en paz bajo el mando de los Nozomi, pero la aparición de extrañas runas en la región de Nefinta amenazan con destruir su legado. Las runas se extienden con rapidez por el mundo. No se sabe de dónde vienen o quien la...