Mejor que perfecto

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Tendou era imperfecto.

Durante la totalidad de su joven vida, recordó ese hecho. Detrás de manos arrugadas, los adultos criticaban sus ojos demasiado grandes y su postura incómoda en susurros mal disimulados. Con sus expresiones burlonas y sus dedos puntiagudos, los niños eran más descarados con sus críticas. Sus palabras se le clavaron en la piel, picando como un sarpullido cuando se sentó solo en la mesa del almuerzo con las orejas que ardían de envidia ante la risa de sus compañeros. Marcas en forma de luna impresas en sus palmas mientras apretaba los puños para evitar que las lágrimas se derramaran por sus mejillas. Después de todo, los monstruos no lloran.

La secundaria era mejor.

Con ojos agudos y bromas arrastrando las palabras, Tendo trató de hacer suya la etiqueta de monstruo en la cancha. Sabía que era bueno en lo que el juego. Su mente se movía casi tan rápido como sus bloqueos, y el ruido sordo de la pelota cuando rebotaba en sus dedos al suelo envió ardientes estallidos de orgullo a través de su pecho. El cosquilleo de animosidad y miedo en las miradas de sus oponentes al otro lado de la red se sintió mejor que el escalofrío de la burla. Era casi empoderador, un sentimiento de euforia y control sobre la debilidad de su pasado.

Sin embargo, nada se compara con las manos de felicitación de sus compañeros en su espalda después de un bloqueo exitoso.

Por primera vez en su vida, tenía amigos. Lo llamaban por su nombre cuando pasaban por los pasillos y ponían los ojos en blanco con expresiones de cariño ante sus payasadas, sin rastro del desdén al que se había acostumbrado tanto en su juventud. Sus horas de almuerzo las pasaba con conversaciones vibrantes y las risas que tanto anhelaba durante años. Era cómodo y cálido y muy diferente a lo que había imaginado para su futuro. Pasó sus años de escuela secundaria llenos de luz y alegría mientras su corazón latía junto con el de su equipo, tanto dentro como fuera de la cancha. La soledad no se encontraba por ninguna parte, especialmente cuando la mano de Ushijima se entrelazó con la suya debajo de la mesa después de su confesión al final de su tercer año.

Pero, ninguna cantidad de amor cambió el hecho de que Tendo era un ser imperfecto.
Las heridas no sanan cuando cesa el sangrado; ellos cicatrizan Tenía la esperanza de que una vez que se graduara, las burlas de su adolescencia se desvanecerían de su piel, pero veía las cicatrices invisibles de las palabras hirientes cada vez que se miraba en el espejo. Su cabello no era natural. Sus ojos demasiado grandes. Su sonrisa demasiado amplia. Su cuerpo demasiado desgarbado. Incluso después de que se afeitó el cabello para controlar de alguna manera su propia imagen, los defectos parecían brillar. Parecía que eran las únicas cosas que podía ver.

No era alguien como Ushijima.

Su novio era perfecto. Era como el maldito sol con la forma en que la gente gravitaba hacia él. En la edad adulta, su rostro se había vuelto aún más hermoso y suave, y su cuerpo musculoso y fuerte. Verlo volar por el aire con el brazo tenso y listo para atacar fue una de las pocas imágenes en este mundo que aún le quitaba el aliento a Tendo, incluso si ahora estaba relegado a presenciarlo en la televisión. Ushijima era la persona más hermosa que existía, pero especialmente cuando sus ojos oliva ardían con intensidad y pasión. Era un líder fuerte y un amigo confiable. Sus palabras fueron usadas con moderación y consideración, no divagaciones de ansiedad o armas de rencor como las de Tendo. No hubo engaño o doble sentido en sus comentarios. Tendo todavía no estaba seguro de cómo había logrado convencer a alguien como Ushijima para que se enamorara de él. Era una persona genuina y hermosa que era en todos los sentidos lo opuesto al pelirrojo. Era perfecto, demasiado perfecto para ser una persona real.