Los Ceibos

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Que divertido es maldecir a alguien; pero qué difícil es buscar el método correcto.

Estos pensamientos llegan a mi gracias al cinismo latente que se dice, hay en Manta, sobre la gente chismosa que en ella habitan. Muchos saben a veracidad, que aquí no se llega a juzgar con severidad las prácticas de brujería, y mucho me temo a creer que es la necesidad a reproducir las habladurías lo que sucumbe a la ciudadanía a crear tal taciturna idiosincrasia. Es indiscutible negar que, en Manta, hay seres capaces de traer cosas execrables a este plano astral con finalidades perversas, y es mucho peor discutir, que aquellos seres han sido tristemente regidos por el reducido espacio cantonal en el que fecundaron su filosofía. Es quizás por esa razón, que estos seres no suelen ser juzgados, ya que sus allegados, que los han visto formarse de forma tanto espiritual como mental, mantienen, aun en el negro abismo, unas radiantes esperanzas. Aquí en Manta, donde se dice que los sentimientos fortalecen el temor a la negación, viven estos seres que le proporcionan a su destino el resentir sus actitudes (de forma negativa o positiva; véase de acuerdo a su psiquis) con el estudio y practica de diversas artes que salen de lo común, como es la: esotérica, cabalísimo, necromancia y demonología. Por lo general, estos seres crecen en arrullos familiares que mantienen arraigadas y primitivas tendencias ancestrales con el deseo de hacer perdurar los lazos morales, mayormente católicos. Sin embargo, dentro de esa cuna, hay pocos que muestran desde su esencia natal tendencias hurañas y macabramente nefastas para el bien social. Si es bien sabido que hay maldad hasta en las mejores intenciones, es bueno entender que, en Manta no existe la Magia Negra y la Magia Blanca. Solo la Magia. Como parte del universo existe, y hay que darle su espacio. Después, está la relación y las intenciones que la humanidad mantense tenga sobre estas.

Creo que Manta está llena de intensiones hasta en sus suelos. Y puedo sostener aquella hipótesis con solo ver esos horribles ceibos que este cantón engendraba.

Justo ahora recuerdo que cuando tenía nueve años —solo a partir de entonces, ya que los recuerdos posteriores a esa fecha se pierden en el baúl de mi memoria—, me daba calosfríos el escuchar las insistentes e imaginativas palabras que mi abuelo tanto profería. Sin embargo, hoy por hoy, creo que en esas escalofriantes historias hay mucho de verdad. Su lata era verdaderamente cancina en mi cavilación, y hasta cierto punto, por lo tedioso de sus repeticiones, empezaba a crear en mí una repulsión por aquellas cosas que no entendía y que solo se exponían ante sus seniles ojos.

Una de esas aversiones que mi mente creó paulatinamente por la culpa de mi abuelo, fue hacia la Ruta Rocafuerte; vía que conectaba a Manta, Jaramijó, Portoviejo y el mismísimo Rocafuerte, ya que era en el transcurso de esta carretera, que mi abuelo trastocaba estímulos sensibles de mi pueril filosofía. Ahora mismo no recuerdo a donde me dirigía en aquellos viajes familiares, ni cuál era su finalidad, pero mi mente si guarda detalles que, aunque lo intento, no se escapan de mi memoria.

Hoy, a mis veintiséis años de edad, es que me doy cuenta que intentar olvidar algo, hace que esto se vuelva más se vuelva aún más intenso. Dios mío... no puedo olvidar esa basta zona verde.

Tristemente, eso verde que tanto calcina mi cabeza, no era la voluptuosa madre naturaleza; ya que Manta y sus alrededores no se caracterizan precisamente por ser expositores de aquel enigmático sector. Si en retrospectiva, vemos que, en sus principios, Manta, se llamó en primera instancia Jocay (Casa de los Peces) por las mismas tribus manteñas, y Manabí (Tierra sin Agua), nos podemos dar entonces una idea clara de cómo era la flora en este sector.

Es una verdadera pena que Ecuador solo tenga dos estaciones climáticas, ya que, en sus 365 días del año, el 75% de su equivalente, está cubierto por días cargados de un potente sol, por lo que su flora, especificando la Ruta Rocafuerte, era, ahora y en aquellos tiempos, un lote espinoso, marrón y reseco, que solo le daba pauta a que aquellos desagradables ceibos a ser los protagonistas de un desolador cuadro abstracto.

Cuentos Ignotos de la Misteriosa Linea EcuatorialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora