¿Quién toca?

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Esta diabetes me tiene harto —dijo Tobías, un viejo cascarrabias, desagradable y asqueroso, que tenía por costumbre abrir la ventana de su cuarto, que se ubicaba en el tercer piso de su casa esquinera, sacar su pene y orinar. El chorro amarillo, afectado por la gravedad, descendía como una cascada, pero a su física le faltaba fuerza, no diámetro ni velocidad, por lo que las brisas cálidas de Playita Mia remecían el chorro con facilidad y gotas espesas de una orina amarillenta, de fuerte olor, salpicaran toda la calle principal.

Claro que no hacía eso de día. Esto solo era una costumbre nocturna que realizaba al menos unas siete u ocho veces. Sin embargo, solo si alguien conociera bien su situación, entendería entonces lo repugnante del asunto.

Su habitación le gustaba mucho; estar en lo alto hacia le hacía recibir con más potencia el aire salino de Manta, por lo que las noches eran realmente agradables. Sin embargo, en aquellos tiempos, donde el arte de las tuberías era para gente más o menos adinerada (cosa que él no era, y que su enfermedad habia empeorado aún más), hacia que su habitación careciera de baño personal, lo que conllevaba a que, este personaje; un anciano viudo al que últimamente le empezaba a salir una yaga de putrefacción en el pie izquierdo —por lo mismo de la diabetes, y no pudiera caminar con facilidad—, no tuviese más remedio que orinar en las noches de esta forma. Sin nadie que le recriminara, sin estabilidad patológica y por cansancio nocturno, esa era la única forma en la él que podía desfogar su poliuria.

Pero esto era algo que no pasara desapercibido por sus vecinos. Doña Sofia ya lo habia visto en varias ocasiones, y en vez de reclamarle, lo único que hacía era quejarse.

«¡Por ese viejo repugnante, es que esta puta calle huele a meados todos los días! —gimoteaba doña Sofia en su chismorreo matutino con doña Josefa, la dueña de la tienda que quedaba al lado de su casa—. Mis pobres flores.»

Lo que ambas mujeres no sabían, es que el asqueroso proceder de ese viejo, iba a salvar un alma.

—¿Volvió a mear por la ventana? —preguntó Josefa, haciendo un profundo mohín que solo asentaba más sus pronunciadas arrugas, y se estremeció aún peor cuando Sofia afirmó a su pregunta.

Y es que el espantoso olor empezaba a molestar a la comunidad de aquella cuadra; en especial a Sofia, que su quedaba al lado de la de la del viejo Tobías, y la brisa marina, que llevaba consigo la orina del anciano, se depositaba mayormente en sus hortensias sembradas grácilmente en su pórtico.

Sofia era una mujer pequeña y escurridiza; sus piernas estaban llenas de varices y lucían musculosas, debido, muy probablemente, a las largas horas que esta permanecía parada lavando ropa, aunque Inés y su pequeña hermana Esmeralda, creía que en realidad debía tratarse por lo rápido que esta caminaba. Estas dos niñas, en una ocasión, trataron de imitar su paso, ya que Sofia tenía un andar muy peculiar; sus pasos eran cortos, pero rápidos, y al son de estos, sus brazos impulsaban su andar de una forma aerodinámica, como si estos le ayudaran a tomar velocidad. Casi parecía un rayo, y recorría con facilidad toda una cuadra en un minuto. Fue así, que cuando las hermanas imitaron su galope, en vez de causar gracias, lo único que consiguieron fue provocarse calambres.

Inés y Esmeralda eran hijas de Mariana; esta, hermana menor de Tobías. También era diabética, pero no cochina ni viuda, y las pastillas que usaba para su tratamiento controlaban muy bien su enfermedad, por lo que en ella no habia ni llagas ni síntomas que le hicieran actuar de alguna forma poco convencional. Mariana estaba tostada por el sol, pero era realmente elegante; casi parecía que sus arrugas y sus canas formaban parte de su actitud, por lo que la mujer, básicamente, se burlaba de su edad. Solamente habia que verla una vez para darse cuenta que ella era el tipo de mujer que no caminaba como Sofia ni hacia gestos como Josefa, y que tan poco admitía actitudes estúpidas como la de sus hijas al imitar a Sofia ni asquerosas como la de su hermano.

Cuentos Ignotos de la Misteriosa Linea EcuatorialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora