Capítulo 3

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Meto el último par de platos en la caja que tiene marcada con plumón indeleble la palabra "cocina". La cierro con cinta adhesiva mientras mi padre y Caro me ayudan a bajar las últimas cajas al camión de la mudanza. Me despido de mi pequeño departamento. Es la segunda vez que me mudo. La primera vez fue cuando deje la casa de mis padres. Ese lo recuerdo como uno de los días más felices de mi vida. Por fin estaba independizandome. Junto con Daniel subimos mis pertenencias a este departamento que rente con el dinero de mis primeros sueldos. No quise que mi padre me comprara un lugar donde vivir. Quiero ganarme mis propias cosas. Eso es algo que no puedo decir de Daniel quien no dudo en aceptar el ático del proyecto más reciente de la constructora de su padre.

Ya le he dado la copia de la nueva llave al casero. Le expliqué  porque hice el cambio y no hubo más detalle. Cierro la puerta detrás de mi con un dejé de nostalgia. Presiono por última vez el botón del elevador, me subo y bajo hasta el recibidor sin que suba nadie más. Mi padre ya me espera en el estacionamiento para despedirse. El hombre es tan enorme qué parado a un lado de mi auto, este parece de juguete. Le doy un abrazo antes de subirme y le digo hasta pronto; me muerdo la lengua para no decirle que, por favor, deje de engañar a mamá. Sus asuntos son suyos y no debo meter mis narices. Caro sale detrás de mi en su camioneta y después de un par de cuadras, pita y se desvía hacia su propio destino. Coloco en maps la dirección de mi nuevo departamento. La mudanza va a llegar antes que yo y va a comenzar a dejar todo dentro del departamento. Conduzco con precaución y casi en el mínimo de velocidad para que cuando llegue el trabajo pesado ya este hecho. Conecto el celular al auxiliar del auto y pongo el aleatorio. Amy canta para mi "Back to Black". Muy atinado. Y yo canto:

He left no time to regret
Kept his dick wet
With his same old safe bet
Me and my head high
And my tears dry
Get on without my guy...

Hay poco tráfico a esta hora de la tarde. Llego a mi nuevo edificio en poco menos de una hora. Cuando me estaciono y bajo del auto el chico de la mudanza me indica qué todas mis pertenencias ya se encuentran dentro del departamento. Me entrega la llave y se marcha. Voy directo al elevador y presiono el botón número 7. Es él último piso pero comparte espacio con otro departamento más. Espero que la persona que viva ahí sea prudente con el ruido. Una viejecita con un perrito sería ideal.

Entro en el qué será mi hogar por los próximos meses o años, y se ve realmente triste, inundado de la luz rojiza del atardecer. O tal vez estoy entrando en depresión, solo el tiempo lo dirá. Las paredes bancas y vacías ruegan por un poco de cariño. Miro todas mis pertenencias dentro de la cajas, no me dan ganas de sacar nada. Pero hay algo que necesito hacer, sacar mi botella de vino y una copa. La palabra "alcoholica" brota una y otra vez pero la ignoro. El llavero destapacorcho que me regalo Daniel cuando supo de mi afición al vino me ayuda muchísimo ya que encontrar "la cosa" en alguna de las cajas de la cocina me tomaría una eternidad, estoy terminando de servir mi copa cuando el timbre de la puerta suena un par de veces.

Bueno definitivamente no estoy esperando a nadie. Mientras debato si debería o no abrir la puerta, el timbre suena una vez más. Vaya cuanta insistencia. Camino hacia la puerta, por desgracia esta no viene con una mirilla. Al diablo, solo voy a abrir. Pero me arrepiento casi al instante. No estaba lista para un encuentro vecinal. Un tipo de casi dos metros de altura se encuentra obstruyendo mi entrada, o eso me parece porque yo muy apenas y llego al metro con sesenta. Mis ojos quedan a la altura de su pecho, un pecho muy bien definido debo decir. ¿Quien demonios toca la puerta de un completo desconocido sin una camiseta? No puedo evitar darle un repaso. Tiene todo bien acomodado. ¿Cuantas horas al día hará ejercicio? Ese vientre marcado no puede ser obra de la genética. De pronto una risa muy grave llega a mis oídos. Lo que me obliga a mirarlo a la cara. Se está riendo de mi. Diablos. Siento como mis mejillas arden. Me he quedado como hipnotizada con su bien moldeada figura. Y su cara no ayuda en absoluto. Lo único que atino es a tartamudear muy pateticamente. No podría estar más avergonzada. En sus manos sostiene un recipiente.

— ¿Qué es eso?— esas son las únicas palabras que mi cerebro inútil logra formular.  Me doy un golpe mental.

— Esto, es un pastel de bienvenida.— dice mientras estira el pastel hacia mí y sonríe.

Oh dulce bebé Jesús. Qué voz. Una voz como esa es capaz de doblarte las rodillas. De de doblegar a cualquiera. Esa voz debería venir con una advertencia, "escuche bajo su propio riesgo". Acerco mis manos para tomar el recipiente que me ofrece. Lo tomo como si fuera a explotar en cualquier momento. Las llemas de nuestros dedos se tocan por una fracción de segundo y juro que puedo sentir como un calambre recorre mi cuerpo.

— Gracias, no tenías porque molestarte.— digo pero no puedo reconocer mi propia voz.

— No te apures. Solo asegurate de devolver mi topper, soy algo así como como una señora molesta si no lo recupero—. Suelta mientras guiña un ojo, se da media vuelta y camina un par de metros hasta la puerta vecina. Maldita sea, es el inquilino del único otro departamento en este piso. Dios me odia. No puedo evitar mirarle el trasero. Tiene un muy buen trasero...estoy jodida.

Cierra la puerta mientras yo me quedo allí parada como la idiota que soy. Vaya forma de dar una primera impresión. Después de un par de minutos cuando la imagen de su trasero por fin abandona mi mente, cierro mi puerta y casi podría jurar que lo escucho riéndose de mi. Aunque podría estar en una llamada, o podría haber otra persona en el departamento... me quedo quieta sin hacer ruido tratando de escuchar algo. Pero no logro escuchar nada. Bueno Amanda, ahora tienes vino y pastel. Nunca he hecho esta combinación pero espero que valga la pena. Me siento en el sofá y agradezco que el pastel venga con un pequeño tenedor de metal. El vecino pensó en todo, ¿eh?

Después de terminar mi segunda copa y casi todo el pastel creo que ya es hora de ir a dormir. Mañana tengo que estar a primera hora en la oficina y ya tengo la agenda llena. La persona que tenía mi puesto hizo un desastre. Era algo así como una adicta al trabajo, creo que por eso termino en el hospital con un evento cerebro-vascular. O tal vez no. Tal vez el puesto esta tal maldito como me dijo el Licenciado Sanz en "broma". Espero no volverme más loca y que el exceso de trabajo mantenga mi mente lejos de Daniel y del vecino. Porque justo ahora, al cerrar mis ojos para intentar dormir, la imagen de su pecho definido y genial trasero no dejan de aparecer una y otra vez. Mi último pensamiento antes de caer rendida por el de sueño o por el vino, es que no me dijo su nombre.

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⏰ Última actualización: May 16, 2022 ⏰

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