Capítulo 1

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Baby doll, listo.
Maquillaje provocativo, listo.
Gabardina, listo.
Tacones, listo.
Pastel de cumpleaños, listo.
Globos, listo.
Llaves del auto, listo.

Cierro la puerta del auto y camino hacia el vestíbulo del edificio donde vive Daniel. Hoy es su cumpleaños y nuestro aniversario de novios número cinco. Nunca he olvidado estas fechas, pero esta ocasión le hice creer que sí. Llamé por la mañana para decirle que tenía una junta de trabajo y una reunión con mi jefe para platicar sobre el nuevo puesto que me ofrecen en la empresa. Un día tan atareado que iba a ir directo a casa para dormir. Se escuchó un poco desilusionado pero me apoyó y yo fuí fuerte, y me mantuve en mi mentira.

     Saludo a José, el portero y sonríe cuando ve que a penas puedo con mi pastel, mis globos y los tacones de quince centímetros que me presto Caro. ¿Como le hace para caminar con estas cosas todo el día? Yo llevo poco más de cincuenta pasos y ya no puedo mucho más.
— Buen día señorita Amanda. Pase.
Dice muy amable mientras sostiene la puerta abierta para que mis globos y yo podamos pasar.
— Buen día José, ¿sabes si Dani esta en su departamento?
— Sí señorita, llegó ayer por la tarde cuando terminé mi turno, y no hay registro de que haya dejado el edificio.
— Perfecto, Gracias José, ¿podrías presionar el botón del elevador para mi?— le pido, ya que mis manos se encuentran ocupadas.
— Será un placer.
Juntos esperamos a que el elevador llegue a la planta baja, entro y José aprieta el boto número 10 y el código de acceso ya que al ser el último piso solo se puede subir si se introduce el código. Le agradezco y la puerta del elevador se cierra. Sube sin detenerse hasta el ático, el edificio es de los padres de Dani. Su padre es arquitecto y el jefe de su propia constructora. Tienen exceso de dinero. Su madre es la típica esposa trofeo, no la juzgo, pero es medio cabeza hueca. Y es como veinte años más joven que su esposo. La puerta se abre y entro directo al recibidor del departamento. Todo esta en silencio. Algo extraño ya que cuando Dani está en casa usualmente mantiene el sistema de sonido encendido. Mis tacones hacen ruido sobre el piso de cerámica y decido quitármelos para no arruinar mi sorpresa. Dejo el pastel y los globos en la barra de la cocina y camino de puntitas hacia la habitación donde duerme Dan.

De repente unos ruidos un poco extraños comienzan a llegar a mis oídos, mas fuertes a medida que me acerco. Rayos, creo que lo he encontrado viendo una película porno porque no hay posibilidades en la vida que alguien gima de esa manera en la vida real. Dios, espero que sea una película, porque de pronto imágenes de él con otra chica en su cama comienzan a formarse en mi mente. Siento como el corazón late deprisa dentro de mi pecho, y como mi respiración se queda atrapada en mis pulmones. Las manos me sudan y siento como si mi cabeza fuera a explotar en cualquier momento. Trato de controlarme mientras estiro mi brazo para alcanzar la manija de la puerta. Tomo un último respiro y abro.
  
Todo sucede tan rápido que agradezco a los dioses que me haya quitado los tacones. Dan está sobre una chica a la que no logró ver y obviamente le está dando el mejor sexo, ya que ella no deja de gritar y gemir como actriz porno. La puerta se azota contra la pared, nisiquiera me di cuenta cuando la solté. Pero el inesperado ruido hace que Daniel voltee hacia la puerta, me ve y juro que parece que ha visto un muerto; enseguida se baja de la cama y viene hacia mí, yo gracias a dios reacciono y camino, casi corro hacia el elevador, qué carajos acaba de pasar. Él grita mi nombre mientras me alejo, no sé si viene detrás de mi, pero no voy a detenerme para averiguarlo. Necesito salir de aquí. Presiono el botón del elevador que milagrosamente sigue en este piso y me subo. Lo último que veo antes de que se cierren las puertas, es a Daniel corriendo con un pantalón a medio poner, gritandome para que no me vaya.
    
¡Que maldito hijo de perra! En cuestión de un par de minutos ya me encuentro subiendo a mi auto y arrancando. No debería conducir en esta condición pero no voy a esperarme a que él baje y me alcance. ¿Como pudo?¿Acaso a todos los hombres los domina el pito? Lágrimas empañan mi vista y estoy a punto de llevarme a un motociclista, que hace favor de recordarme a mi madre mientras se libra de mi golpe. Me alejo lo más que puedo y veo el estacionamiento de un centro comercial, entro y paro el carro en el primer espacio disponible. Lloro, lloro hasta que estoy segura que se me acabaron las lágrimas. ¿Como pudo hacerme esto? Cinco años, cinco años de mi vida tirados a la basura. Cabrón egoísta. Busco mi celular pero recuerdo que lo dejé sobre la barra de la cocina junto al pastel y los estúpidos globos. Golpéo el volante del auto con todas mis fuerzas. Y lo peor, no puedo volver a mi departamento ya que como la estúpida que soy, le di un juego de llaves a Daniel para que entrará cuando quisiera. Seguramente va a ir a buscarme. Grito con todas mis fuerzas y un señor de avanzada edad, que mete sus compras en el auto de enfrente me mira como supongo que se ve a una persona que esta mentalmente enferma. Sube a su auto como si temiera que salga del mio y lo ataque, y se marcha. Me miro en el espejo retrovisor y entiendo porque se fue como alma que lleva el diablo. Llevo el cabello hecho un desastre, y tengo el rimel y delineador corridos de tanto llorar. Me tomo unos minutos para calmarme y pensar que hacer. Busco unos pañuelos de papel que arrojé al asiento del copiloto y me limpio la cara. Gracias al cielo es viernes y mañana no tengo que ir a la oficina. No creo que pudiera reunir fuerzas si tuviera que hacerlo.
    
Salgo del estacionamiento un poco más calmada y busco en el navegador del auto un hotel cercano, aparecen varias opciones, selecciono una y dejo que el GPS me guíe. Estaciono el auto, saco mi maleta y una vez en recepción pido una habitación, doy un nombre falso y pago en efectivo. Me entregan mi llave y casi en piloto automático subo al elevador, llego a mi habitación, me lanzo a la cama y lloro. Debo haberme quedado dormida porque cuando abro los ojos todo fuera de la ventana está obscuro. Pido servicio a la habitación, como muy poco de lo que me traen mientras cambio de canal en la tv, paro en un programa de detectives de los que tanto me gustan y después de un par de capítulos  vuelvo a quedarme dormida.

A la mañana siguiente me doy un baño y dejo mi habitación. No puedo posponer más el irme a casa, ya que mañana tengo un desayuno con mi madre y no tengo ropa limpia para ponerme. A parte el dinero que traigo no cubre otra noche en el hotel. Subo a mi auto y conduzco hasta mi departamento. Cuando llego, mi celular y una nota están sobre la mesa de la sala, señal de que estuvo aquí. No leo la nota, la hago bolita y la tiro a la basura de la cocina. Tomo mi teléfono y veo que tengo 10 llamadas perdidas de mi mamá, 5 llamadas de mi padre, y como 40 mensajes en el chat de grupo con Caro y Pau. No tengo ánimo para nada, les envío el mismo mensaje a todos. "Estoy bien, en casa. No me busquen."

No hay señal del juego de llaves que le di a Daniel lo cual me hace pensar seriamente en llamar a un cerrajero para cambiar las chapas de mi puerta. Hago una nota con recordatorio en el celular para llamarlo más tarde. Me preparo un huevo revuelto con jamón para desayunar y busco en mi estante mi libro de Harry Potter y la Piedra Filosofal. Tomo el bote de helado del congelador y me siento en el sofá a leer. Más tarde llamo al cerrajero y en cuestión de una hora me entrega un nuevo juego de llaves. Esto me deja más tranquila y decido irme a descansar. Pienso seriamente cancelar el desayuno de mañana con mi madre, porque Daniel debió comunicarse con ella para saber donde estaba. Y se estará preguntando por qué desaparecí. No creo que aquel idiota le haya dicho a mi mamá que lo encontré cogiendose a otra en su departamento. Estoy llegando al capítulo donde Harry se prepara para su primer partido de Quidditch cuando escucho ruido en la sala, camino hacia allá y es el ruido de una llaves intentando entrar en mi nueva cerradura. ¡Es él! El muy cabrón. ¿Como se atreve? Después de intentar y fallar suena el timbre. ¿Qué hago?

— Cariño, sé que estás dentro, abre para que podamos hablar—.

Escuchar su voz casi logra que me ponga a llorar de nuevo. Pero no pienso derramar una lágrima más por ese hijo de... Que se vaya al carajo. Me quedo callada porque obviamente no quiero hablar con él. No hay nada que pueda decir que me haga cambiar de opinión. Cierro mi libro y me dirijo a mi habitación. Le pongo los auriculares a mi celular y reproduzco mi playlist favorita con el volumen al máximo.

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