Prólogo

20 1 1
                                    

- Así que, ¿Desea verme?

Aquellas simples palabras mostraban desprecio. Y como culparla, cuando lo único que sabía de su progenitor era el sonido de su voz y las cantidades exorbitantes de dinero sin motivo aparente.

Su otro padre notaba su enojo, así que se limitó a suspirar.

- Si no deseas ir, lo entiendo. - Responde con simpleza. - No es como si lo necesitarás, no lo necesitamos para nada.

- Te equivocas, papi. - Contesta sonriendo, mirando alegremente a su contrario. - Claro que deseo verlo.

Y era verdad, deseaba verlo. No lo veía como una figura paterna, ya que nuna estuvo presente en su formación como adolescente, sin embargo, se encargó de mantener a su familia, aunque eso era algo que tanto su papi como ella, odiaban. Algo dentro suyo, le decía que el único motivo por el cual su progenitor la llamaba era para alguna tarea macabra que tuviera en mente; no conocía a su padre en persona, no obstante, conocía la manera en la que era e igual que su mentalidad. Su papi se había encargado de enseñarle la maldad del ser humano, llegando a mencionar el nombre de aquel hombre en pocas ocaciones.

Con cuidado abraza a su papi, ve la mirada triste y preocupada. Sabe que no tiene opción, quieran o no, tenían ir, el poder de ese hombre inhumano era la única manera por la que ellos regresaran a su lado. 

Recuerda con pesar la vez que su papi le contó como conoció al sujeto donador de esperma para crear su persona. Supo por su papi, que él era grande y corpulento, aunque carecía de sentimientos positivos, todo en él era ganar poder para superar a su nemésis; buscando maneras que conseguir el quirk perfecto, termino procreándola.

- No tienes que ir, si no quieres. - Menciona su papi, abrazando con fuerza a su hija. - Puedes escapar, esconderte lejos de aquí.

- ¿Qué?

- Tengo dinero ahorrado, no es de lo que tu padre ha mandado, por lo que no hay problema de que te descubra.

- Papi

- Yo iré a verlo y le diré que hubo un accidente. - Sigue mencionando, ignorando las palabras de su hija, temía tanto por su vida que no le importaba sacrificar la suya. - Y aceptaré las consecuencias en caso no me crea.

- Calma, papi. - Dice alejándose del abrazo. - Vamos a ir, no pienso dejar que te pase algo. No voy a dejar que vuelva a ponerte una mano encima.

Una máscara imprescindible.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora