7._Espejo

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El conserje no oyó ni la música ni el portazo. Pero algo lo hizo ir hacia ese corredor acabando por encontrar el reproductor de música todavía sonando. Detrás de la puerta blanca a la que miró por detrás de sus gafas, rascando su calva, Zamasu se las arreglaba para contener a aquella mujer, que se estaba valiendo de cada célula de su cuerpo para extraer la fuerza que le permitiera huir de él. Fue curioso como esa contienda quedó en pausa cuando oyeron esos dos golpes en la puerta, seguidos de una de esas preguntas para corroborar lo obvio a lo que Zamasu contestó, con calma y frialdad:

-Me quedaré hasta tarde y no quiero interrupciones- hizo una pausa.

-¿Este aparato es suyo?- preguntó el hombre del otro lado de la puerta.

-Dede ser de una de las secretarias. Déjalo en uno de los escritorios- le dijo imperativamente mientras aplicaba más fuerza sobre Mary.

La presión sobre su mandíbula se torno muy dolorosa para la mujer, pero sumado al daño antes ocasionado a su garganta hicieron de su respiración algo sumamente dificultoso. Al fin, esperando algo de indulgencia de parte de su captor, dejó de pelear. Zamasu no tardó en notar el cese de la resistencia en Mary, relajando un poco sus músculos y concediendo un moderado alivio a la muchacha, que se quedó quieta entre sus brazos.

-No grites- le advirtió casi entredientes, al quitar su mano del rostro de la mujer, cuyos movimiento involuntarios le hicieron saber que estaba respirando mejor.

Aquella mano y la otra cambiaron de pocisión para cerrarse en un aro captor por debajo de los pechos de Mary. Dado que ella era un tanto más baja que él, le resultó sencillo y hasta cómodo descansar su mentón en el hombro de la muchacha cuya única prioridad, en ese momento, fue recuperar el aliento. Estaban de cara a la puerta en la que había una pieza de decoración con un espejo. Ambos se reflejaban en el muy nitidamente, gracias a la luz que entraba por entre las persianas, mas sus cuerpos quedaban en las sombras dando a sus rostros la ilusión de estar flotando en la oscuridad. 

¿Qué iba a hacer con ella? Se preguntó Zamasu mirándose en el espejo. La odiaba por atreverse a tratar de engañarlo, pero más la odiaba por conocerlo tan bien. Realmente tenía la fuerte necesidad de destruirla. De borrar a esa mujer de la fas de la existencia para que todo lo que guardaba quedara escondido y celosamente resguardado, dentro de él. Hasta visualizo la forma en que terminaría con su vida. Sería rápido. Sin ceremonias o tortura. Todavía sostenía el abrecartas en su mano derecha. Sólo tenía que cortarle la garganta, aunque eso dejaría demasiada sangre que limpiar. Por otra parte lo seducían ideas corrosivas y pantanosas de las inmundas hambres de su alma. Movió su rostro ligeramente al costado, hacia el cuello de Mary y respiró ese delicado, cristalino y fragante perfume que lo invitaba a imaginar cosas hermosas y puras. Ese tipo de cosas que le despertaban el vehemente deseo de ensuciar.

Mary guardaba silencio. No se resistía pese a que no estaba a gusto con nada de lo que estaba sucediendo. Muchas veces imaginó ese escenario. El momento en que Zamasu descubriría todo y la terrible confrontación. Porque siempre supo lo mal que iba a reaccionar y lo violento que podía llegar a ser aquel instante. Con dificultad trago un poco de saliva, provocando un sonido que Zamasu oyó claramente. No le dijo nada. Se limitó a mirarla a través de su reflejo y a sostener esa postura tan incómoda un largo rato.

El edificio estaba en absoluto silencio salvó por la televisión portátil delante del conserje, que veía una película pornográfica en su teléfono. El ruido del improvisado cine quedaba atrapado en aquella diminuta cabina en la que el reproductor de música de Mary terminó en un cajón. Las tinieblas del edificio parecían más densas esa noche, pero el hombre seguía ajeno al mundo más allá de aquellos muros frágiles, tapizados de mujeres exhuberantes. Después de un rato, con el ánimo templado marcó un número de teléfono y tras una breve espera respondíó una mujer de voz sensual, que acabo por consumir toda su atención.

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