— ¡Qué deshonra!
Escuchaba a mi madre gritar desde el Gran Salón.
— Mi única hija debe casarse con un hombre de su nivel, y yo se lo he facilitado, ¿para que me pague de esta manera?
—Cariño, entiende que quizás no es lo que Elena quiere. Ni siquiera lo has hablado con ella.
— No tengo porqué hablarlo con ella, es mi hija, yo sé mejor que nadie lo que es mejor para ella.
— Te equivocas, solamente nuestra propia hija sabe lo que es mejor para ella.
— ¿Ella qué va a saber? ¿Ella qué va a saber de sacrificios? ¡Es una niña! ¡No sabe nada de la vida!
— Yo creo que sí sabe, y mucho, porque si no fuera así, significaría que hemos sido unos muy malos padres.
— ¡No lo puedo creer! ¡El chico nos honrará con su presencia! Está interesado en Elena, ¿no es una buena oportunidad para ella?
— No le hagas eso a nuestra hija, Meredith.
— ¡Hago lo que le va a hacer bien! ¡Estoy asegurando su futuro y ella no sabe valorarlo ni siquiera un poco!
— No puedes estar tan segura de eso.
— No puedo creer que la estés consintiendo hasta en esto. ¡Estás arruinandola haciendo caso a sus caprichitos!
— No son "caprichitos", Meredith. Es solamente asegurarme de qué mi hija sea feliz, y no está haciendo nada malo negándose a casarse con alguien que ni siquiera conoce.
— Lo puede conocer, se puede enamorar después de casarse, podrá hacer ello. Pero esto es una decisión que se tiene que tomar ahora, no hay tiempo, el chico puede cansarse de esperar.
— Si se cansa de esperar, entonces definitivamente no tiene el interés suficiente para estar con nuestra hija.
— ¡Quién te puede hacer entender a ti! Le estoy asegurando el futuro, Jean.
— ¡Por Merlín, dejen de discutir!— exclamé dirigiéndome a ellos.
— Elena, te dije que no te quiero ver. ¡A tu habitación!— gritó mi madre.
— Ya no soy una niña, mamá, lo siento por recordartelo. ¿Qué sucede?
— Estaba hablando con tu madre sobre Altair, es una buena opción para ti, hija.— dijo mi padre
— ¿Tú también, papá? No lo puedo creer.
— Por favor, Elena.— mi madre se me acercó.— por favor, hija, esto es lo mejor que te puede pasar, es tu futuro.— me acarició el rostro.
— Te he dicho que no, madre, no quiero. ¿Acaso mi palabra no vale? Además, organizaste todo sin mi consentimiento. Quién sabe qué otras cosas puedes hacer a mis espaldas y no voy a estar acatando todas las órdenes que me des.
— No soy un mounstro, Elena...
— Ya ni siquiera sé si creerte en eso. No los quiero seguir escuchando discutir. No estoy para líos.— dicho esto, me fui a mi habitación.
Me di cuenta de que poco después mis padres abandonaron el lugar y cada uno tomó su camino.
No lo podía creer.
¿Casarme? ¿Con Altair? Todos los rumores decían que era un creído y que se creía superior a los demás. Definitivamente no.
Tomé mi escoba y comencé a dar vueltas en todo el lugar, hasta el límite de la valla.
Existe un límite marcado por una valla, es lo que nos separa de los seres sin magia. Dicen que son malas personas, pero la verdad no sabía si creerlo o no, uno de mis deseos en secreto era conocer ese mundo.
¿Cómo podían vivir sin volar en una escoba? ¿Qué enseñaban en las escuelas si no es magia? Muchas preguntas, pero pocas y prohibidas respuestas.
De pronto, vi a un chico inconsciente cerca del lugar. Se me cruzó por la cabeza la idea de ayudarlo, pero eso significaría romper las reglas, cosa que nunca había hecho. A pesar de eso, decidí seguir a mis instintos.
Dirigí mi escoba hacia el chico y aterricé, no lo podía creer, estaba fuera de la vaya. Traté de calmar mi emoción y me arrodillé cerca verificando si estaba vivo.
— Está vivo... — susurré, pensando en cómo podía ayudar.— ya sé.
Regresé a mi escoba y volé de vuelta a mi lugar. Agarré todos los panecillos que pude y también llevé agua en varias botellas. Hecho esto, regresé hacia donde el chico estaba.
Le eché algo de agua en el rostro esperando a que reaccionara.
— ¿Cómo te llamarás? ¿Cuál será tú casa? ¿Qué enseñan en tu escuela?— comencé a hacer preguntas mientras veía al chico, todas esas preguntas que me guardé tanto tiempo. Porque pensaba que no me estaba escuchando.
Me equivoqué.
— Me llamo Louis, mi casa está lejos de aquí, y me enseñan lo mismo que en cualquier escuela.— el chico pareció reaccionar algo adolorido, aún con sus ojos cerrados.
— Oh! Sí, claro, lo... Suponía. Hola, Louis.— saludé algo nerviosa.
— Hola... ¿Qué hago aquí?— el chico puso una de sus manos sobre su rostro para evitar los rayos del Sol en sus ojos entreabiertos.
— Yo... Te encontré aquí, y quise ayudar. Mira, te traje esto.— mostré los panecillos.
El chico abrió por completo sus ojos y me miró directamente con una sonrisa.
"Joder. Tiene ojos color caramelo, qué atractivo" no pude evitar pensar en eso.
— Gracias, moría de hambre.— Louis agarró uno de los panecillos y comenzó a comer.— ¿qué hace una chica tan guapa aquí?
Ya me había sonrojado en demasía para ese entonces.
— ¿Qué pasa? Estás toda roja.— me volvió a cuestionar.
— Es el Sol, tengo la piel sensible. — traté de disimular.— yo... Solamente pasaba por aquí buscando... Piedras mágicas.
De acuerdo, el rostro del chico quizás fue más confusa de la que había esperado. Mi excusa pareció no tener sentido.
¿Realmente eran seres sin un poco de magia?
— ¿Piedras mágicas? Ah, piedras para pulseras, de esas extrañas que parecen mágicas.— Louis creyó entenderme.
— ¡Sí! Exacto, es eso.
— Pues creo que por aquí sí encontrarás varias, se dice que es un lugar "mágico" de por sí. Ya sabes, puros mitos sin sentido.
Traté de disimular mi extrañeza.
— Sí, puros mitos.
— Yo estaba de campamento, vine con un amigo pero discutimos en el camino y cada uno tomó otro rumbo, y mírame, yo acabé aquí. La comida y el agua se me había acabado.
Y así entablamos una conversación que me gustó mucho, pero debía aceptarlo, ese chico no podía volver a cruzarse en mi camino. No podía.
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Elena Valente
FantasyElena jamás pensó que llegaría a enamorarse, y menos de un humano... sobretodo si ella era una bruja. Lamentablemente, en su familia no existía el humano+bruja= amor. Por lo que sabía que debía olvidarse de ese chico de ojos color caramelo. Llegó a...