Una mañana de domingo, Casper admiraba el cielo con sus grandes nubes y pájaros pasando por él. El sol brillaba en lo más alto y se dio cuenta que era muy diferente a los que dibujaba, era mucho más grande, bonito, brillante y cálido. Lo quería. Quería tener en sus manos el sol, así que regresó corriendo a su casa y encontró a su mamá en su habitación.
—¡Mamá! ¡mamá! Quiero el sol, por favor, dámelo— dijo con los ojos abiertos de par en par y una gran sonrisa.
Diana, su madre, le miró extrañada, pero no se negó al instante y tampoco le dijo que era algo descabellado, al contrario.
—Claro que sí, Casper, pero tengo condiciones para dártelo. —¿Cuáles son esas?
—Tendrás que lavar todos los trastes que están en el lavabo; vas a lavar toda la ropa; por último, tienes que arreglar tu habitación.
Casper no podía creer que fuera tan fácil que le bajaran el sol, así que incrédulo pronunció.
—Pero... quiero el sol de verdad, el que está en lo más alto del cielo ahora mismo— declaró apuntando hacia arriba.
—Así será, Casper, solo tienes que hacer lo que te pido y yo te daré el sol, nuestro intercambio será equivalente a lo que me des, si tú incluso haces alguna cosa extra, te traeré una estrella más para el final del día.
Eso era todo lo que tenía que escuchar, el pequeño salió disparado a su habitación. Unas horas más tarde salió y fue a informarle a su mamá.
—Mami, ya sé cómo voy a lavar los trastes. Voy a hacer mi agua con jabón y así comenzaré lavando las ollas más grandes, porque son las que más estorban; después, voy a tallar los sartenes con esponjas para que no se rayen y para el final dejaré los platos, los vasos y cubiertos— explicó brillantemente el niño, mostrando que sabía qué hacer.
—Muy bien, mi amor, lo espero con ansias.Casper se metió así a la cocina y no salió hasta después de dos horas. Fue a con su mamá nuevamente para decirle sus estrategias.
—Mamá, ahora sé que haré con la ropa; voy a llenar la lavadora de agua, le pondré un chorro de cloro y luego meteré toooooda la ropa blanca, la dejaré así 10 minutos, luego pondré jabón y la lavaré; después, voy a lavar los de color con agua fría y jabón y la que se despinta la tallaré a mano— decía orgulloso de sí mismo.
Diana estaba admirada por el conocimiento de su hijo, era un niño de tan solo 8 años y ya sabía tantas cosas, ahora tenía que ver cómo le bajaría el sol de verdad por tan buen trabajo que está haciendo.
—Eso es maravilloso, Casper, por favor continua.
El pequeño se fue corriendo al cuarto de lavado y allí permaneció más de dos horas, parecía que se estaba esforzando al máximo.
Las horas pasaron, Casper tomó un descanso y convenció a su madre de pedir comida por la aplicación del teléfono, así que comieron hamburguesas en el jardín.
Dieron las 11:30 de la noche y Diana se levantó de su asiento y fue a revisar la cocina, el cuarto de lavado y la habitación de su hijo. Llamó a Casper a la sala y lo sentó.
—Mamá, yo sé que me darás el sol, mira, mi habitación va a...— no terminó de decir cuando su madre le hizo una señal para que la dejará hablar.
—Casper, ¿tú quieres el sol?
Él asintió alegremente.
—Yo te bajaré el sol y te diré cómo: voy a construir un gran cohete, le pondré propulsores para salir de la tierra e ir hasta el espacio, después, del cohete saldrán dos grandes pinzas que sujetarán al sol por ambos lados y después lo bajaré hasta llegar a nuestra casa— declaró con mucha seguridad.
El chiquillo la miró extrañado.
—Pero mamá, dijiste que me darías el sol al finalizar el día, jamás tendrías tiempo de construir ese cohete en 30 minutos, ¡me mentiste! — dijo entre lágrimas.—¿Recuerdas qué te dije cuando dije que te bajaría el sol? Que nuestro intercambio sería equivalente y así lo fue, tú me describiste de forma lujosa cómo harías las tareas que te pedí, sabías muchas cosas y pensaba que estabas haciendo un gran trabajo, pero, al ir a revisar los cuartos, vi que los trastes seguían tal cual yo los había dejado; la ropa estaba todavía en la tina y tus juguetes seguían esparcidos por toda tu habitación.
El pequeño agachó la cabeza.
—Casper, debes aprender a serle fiel a tus palabras, si dices que harás algo, tienes que hacerlo y si por alguna razón no puedes, pídele ayuda a alguien más para poder hacerlo, nunca te quedes atrás, no permitas que tus palabras vayan por encima de lo que haces, tienes que asegurarte que vayan a la par y solo así, el día que comprendas esto y puedas hacerlo, ese día, puedes volver a pedirme que te baje el sol.
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Déjalo salir
DiversosSon una serie de historias que tienen un principio y un final, será raro que tengan segundas partes y el contenido es variado. Espero lo disfrutes.