Prólogo y nueva versión

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 La historia reescrita, con cambios en el estilo de escritura y giros emocionantes de la historia. Sin vosotros no habría sido posible esto. 
Como siempre, este prólogo es vuestro:


Tenía tanto frío que no podía dejar de tiritar. Estaba entumecida, con los pies empapados en agua y las manos temblando tanto que no atinaban a entrelazar los dedos entre ellas en un torpe gesto para darse calor. Todo estaba oscuro. Frío, húmedo y oscuro. 

 Mi espalda estaba apoyada sobre una pared firme, igual de lisa que el suelo de baldosas que estaba mojado. Unos tres o cuatro centímetros de agua eran los culpables de que estuviese quedándome congelada. A lo lejos se oía una cascada, o tal vez una fuenteo una cañería lejana. Pasados cuarenta y tres minutos, el nivel del agua había subido varioscentímetros. Estaba en una habitación cerrada, y se estaba llenando de agua por momentos. 

A pesar del dolor, hice un esfuerzo por levantarme. Mi única opción para sobrevivir cuando la habitación se llenase de agua por completo era encontrar una salida. Comencé a palpar las paredes, con los dedos arrugados y sin encontrar ningún resultado. Era una habitación grande, pero no demasiado. No llegaba a tocar el techo de puntillas, pero claro, yo tampoco era muy alta. 

Seguía buscando una salida a ciegas, y comenzaba a ahogarme con la idea de no encontrarla. Decidí buscar a lo largo de las paredes cualquier pomo de puerta o cierre de ventana; no encontré nada de eso, pero mis dedos palparon una protuberancia lisa y redondeada. Sin pensármelo, pulsé el botón. 

Y la luz se hizo. 

Los destellos comenzaron a cegarme y tardé un par de minutos en poder apartarme el pelo húmedo de la cara y mirar a mi alrededor, desesperada. Estaba sola y encerrada. No había puertas, ni ventanas, ni sistemas de ventilación. Las paredes eran blancas, excepto por la línea del agua que comenzaba a desteñirlas, como si estuviesen recién pintadas. En 5el suelo había una única trampilla que escupía agua hacia el interior. Me acerqué a ella intentando tapar el flujo con las manos. 

—Solo hay una forma de salir de aquí. 

Una voz resopló a mi espalda y me obligó a darme la vuelta. Si pensaba hacer algún movimiento, los ojos azules como el hielo de aquel chico que aparentaba ser mayor que yo me congelaron. Sus labios sonreían burlonamente mientras me miraban de arriba abajo y se acercaban un paso más hacia mí. Era alto, y debajo del traje que llevaba puesto se apreciaba fuerza. Sus pies, al igual que los míos, estaban descalzos sobre el agua. 

—¿Sabes quién soy? —Negué con la cabeza. 

Su mano alcanzó mi boca, estaba tan fría que me entumecí un poco más. Recorrió todo mi rostro, se enroscó un pequeño rizo en sus dedos y su caricia descendió hacia mi cuello, donde comenzó a dibujar pequeños círculos con la yema de sus dedos. No había dejado de sonreír ni un solo instante.

—Me llamo James. 

El nombre retumbó en mi cabeza, golpeando cada parte de ella y repitiéndose en silencio. Empecé a marearme y su tacto comenzó a quemarme la piel. 

—¿Nos conocemos? —Apenas un hilo de voz consiguió salir de mi garganta. 

—¿Crees que nos conocemos? 

James se estaba riendo de mí. Su sonrisa era chulesca y parecía que se lo estaba pasando en grande mientras el agua subía lentamente de nivel. Comenzaban a temblarmelas piernas y su tacto, antes frío, ardía en llamas. 

—Tienes algo que necesito. —Su voz fue apenas inaudible. 

Soltó el mechón azabache sobre mi espalda y se me cortó la respiración cuando sus dedos se detuvieron firmes en mi piel. En lo que a mí me parecieron horas, James cambió el tacto de su piel por el tacto de sus labios.  

—Shaila. 

 Mi nombre salió de su boca en un susurro. Después, tras un pinchazo de dolor, todo volvió a ser silencio y oscuridad. Dejé de tener frío mientras caía hacia la nada.

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Cuando conseguí volver a respirar, mis pies no estaban mojados. Llevaba unos pantalones elásticos negros que estaban desgastados y llenos de agujeros. La camiseta desgarrada parecía haber sido de color gris en algún momento, pero ahora estaba cubierta de lo que parecía pintura fresca. Tenía las manos sucias, llenas de polvo y barro. 

 —No ha funcionado. 

El susurro de una voz que ya reconocía, la de James, me obligó a alzar la cabeza. Sus manos estaban manchadas de sangre y él no dejaba de relamerse mientras me miraba por encima del hombro. 

—¡No ha funcionado! —Repitió en un grito que me obligó a apretarme contra la pared—. ¿Por qué diablos no funciona? 

En un abrir y cerrar de ojos había acortado la distancia. Su aliento sobre mi cara olía a sangre y tuve que esforzarme en no vomitar. 

—¿Por qué yo? —Me atreví a preguntar, tragando saliva. 

Se acuclilló a mi lado y dio un puñetazo al suelo. La baldosa se rompió bajo la presión de sus nudillos. 

—Tu sangre —aclaró ante mi mirada atónita—, tiene propiedades... interesantes para nosotros. Nos da más fuerza y resistencia, habilidades especiales. Nos permite ser invencibles incluso bajo la luz del sol. 

—¿Quién eres? —pregunté, mirando sus manos manchadas. 

—Es muy difícil encontrar a un ser humano cuya sangre nos otorgue esas cualidades, casi imposible. Llevo más de un siglo buscándote. 

Tenía la sensación constante de que todo me daba vueltas, quería vomitar. O quizás desmayarme y despertar de la pesadilla. Me pellizqué disimuladamente el interior de mi brazo. 

—Soy un vampiro, Shaila —dijo, respondiendo a mi pregunta—. Y tu sangre es lo único que necesito. 

Con un hilo de voz, entendiendo a medias lo que estaba pasando y rogando que tan solo fuese un mal sueño, logré interrumpirle. 

—¿Vas a matarme? 

—Voy a dejarte salir. —Sonrió—. A cambio de una promesa. 

Fuese cual fuese, iba a aceptarla. No sabía dónde estaba, apenas era capaz de recordar quién era o como había llegado a esa situación. Probablemente todo se tratase de una pesadilla, y probablemente al despertarme volvería a estar preocupada por los exámenes finales. 

—Tu sangre a cambio de la libertad. —Asentí despacio, pero convencida, sellando una promesa con un lazo que jamás podría romper sin atenerme a las consecuencias. Había hecho un pacto con el mismísimo diablo, pero eso aún no lo sabía.

Adonis (YA EN PAPEL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora