⎯⎯ ¡Te matare!. Ese será el mejor castigo, o mejor no, te mantendré vivo y tu solo te atormentaras al saber que mataste a la mujer que te amo más que a nada, pero te encerrare para que no tengas libertad ⎯⎯ Hablo mi hermano lleno de odio, mientras...
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Narrador
- El dolor pasará a penas las luna roja desaparezca, pero antes de ello tendrá que pasar un dolor más agonizante, eso sucederá cuando la luna roja tome el punto más alto en el cielo - la maga se retiró al ver que no podía hacer nada, ella odiaba más que nada verte sufrir, a pesar de que lealtad estaba por romperse, seguía preocupada por ti
Posteriormente todos fueron saliendo, exceptuando cierta albina que no quería dejarlos a solas, ella observaba con dolor con Meliodas te atendía y tomaba tu mano para intentar apocar el dolor
- Deberíamos dejarla sola, no podemos hacer nada - hablo por fin la albina, pero él rubio ni la miro, su mirada estaba perdida en ti, quien sufría en la cama recostada
- Me quedaré más tiempo, Elizabeth puedes dormir en la habitación que Merlín creo con su magia - Meliodas quito algo de sudor que estaba en tu frente luego se levantó y camino al baño para regresar con una pequeña tina de agua y un pañuelo
- Señor Meliodas debería descansar - negó con la cabeza, la joven salió cerrando la puerta de golpe
Meliodas pasó el trapo húmedo por tu frente, brazos y piernas intentó disipar el dolor - Vo-voy... a e....estar bien Mel - sonreíste para él, pero él solo se recostó a tu lado y entrelazo sus manos
- Me quedaré contigo hasta el final - beso tu frente y te abrazo, dejaste caer tu cabeza en su pecho, el dolor que sentías en tu cuerpo disminuyo un poco pero aún si te quejabas y sudabas
Meliodas sobo con cuidado tu espalda, mientras escuchaba como tu respiración seguía irregular, estaba molesto por no poder hacer nada por ti, así pasaron hasta que la luna llego al tope más alto, él te apretó más a su cuerpo mientras tu gritabas por el dolor, de verdad deseabas estar muerta en ese momento, el dolor era indescriptible, solo quieras dejar de sentirlo, las lágrimas se hicieron presentes, Meliodas las secaba y besaba donde habían caído con el intención de disipar el dolor
Tus manos estaban apretadas en la tela de la camisa de Meliodas, quien no se despegó de ti en ningún momento, Ban entró al ver como gritabas, estaba tan asustado por ti, que le dolía cada grito desgarrador que soltabas, la luna bajó y la luna roja desapareció, diste un suspiro pesado antes de caer desmayada por el dolor
