2. ¿Ya viste la vergüenza que das?

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Excusas, excusas y más excusas, blablabla.

Una vez que los dos metiches más metiches del universo sabían de algo (cualquier cosita) era cuestión de esperar que la inevitable catástrofe le explotara en la cara. Jiang Cheng podía sentir que estaba más cerca de lo que creía.

De nuevo, su presentimiento fue malditamente acertado y el jueves de esa misma semana, HuaiSang se puso la peluca, tiró su dignidad a la basura y dio el espectáculo más humillante de su patética vida.

La cara de su mejor amigo estaba hinchada y enrojecida por el llanto, sus gritos de alienígena siendo mutilado por un alma en pena perforaban los tímpanos del desafortunado personal en la recepción del hospital. Nie HuaiSang arrastró su cuerpo al mostrador de madera semicircular y berreo dramáticamente al recepcionista por auxilio.

—¡Alguien que se apiade de mi por favor, me duele mucho, mucho, mucho! ¡MUCHÍSIMO! ¡AHHH, SOCORRO!

XiChen asistió al trío de enfermeras a un lado de la puerta, empujando la silla de ruedas hacia el hombre adolorido que no dudo en sentarse. Luego intentó recolectar la información que necesitaba en medio de los fragmentos incoherentes que balbuceaba, pero lo único que consiguió fue quedar... escéptico.

—... ¿Usted quiere que lo atienda el doctor Jiang? ¿Por qué?

Nie HuaiSang aulló y agitó las extremidades como diciendo "¿es enserio?".

—¡¿Pues por qué será?! ¡Me estoy muriendo y solo el doctor Jiang puede ayudarme!

Lan XiChen estaba incrédulo y divertido por el arrebato de fingida histeria. De ninguna manera esto podría ser un caso de accidente real así que despidió amablemente a las enfermeras, asegurando con un gesto que tenía todo bajo control.

—¿Qué tan grave es su herida?—preguntó al lloroso sujeto con voz asustada y preocupada—. ¡Traeré al doctor enseguida!

—¡Muy, muy grave! ¡Lindo recepcionista, apúrate que me duele-duele, auchis!

Ocultando una risa en la palma de su mano, XiChen abrió la boca dispuesto a revelar la razón por la que el doctor Jiang era, en definitiva, el médico menos indicado para el supuesto malestar del enfermo. Sin embargo, el intento de broma fue interrumpido por la entrada abrupta de Jiang Cheng.

—¡¿Quién está haciendo ese alboro-- ¡¡HuaiSang!!

—Doctor Jiang, el paciente quiere...

—¡JIANG CHENG, AL FIN ESTÁS AQUÍ! ¡AYÚDAME!

La mirada terrorífica de Jiang Cheng apuñaló a su amigo un sinfín de veces. Con los brazos cruzados sobre el pecho, arqueó una ceja y demandó el motivo de su inoportuna y escandalosa visita. Se prometió a sí mismo que si no recibía una respuesta lo suficientemente buena, lo molería a golpes hasta que ni siquiera Baxia, su gata, fuera capaz de reconocerlo.

HuaiSang, sintiendo la muerte respirándole en la nuca, se excusó con un:

—¡Vine porque me corté con una hoja de papel, mira! —agitó dicho dígito casi en sus narices. El Jiang lo apartó de un manotazo—. ¡Oye no seas grosero! ¿No se supone que tu trabajo es salvar vidas y todo eso? ¡Debes hacer algo con mi lesión!

Desconcertantemente, la irritación de Jiang Cheng se esfumó, transformándose en dulce algodón de azúcar y ositos cariñositos. Sus largos dígitos acariciaron dócilmente el cabello desaliñado de HuaiSang, asintiendo en comprensión. Lan XiChen sabía que ese comportamiento tranquilo era la calma antes de la tormenta, así que dio un paso atrás y esperó por el peligro.

Por ti seré | ChengXiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora