Capítulo 2- Ecos en el Acero

2.2K 151 14
                                        

Ubicación: Base Subteránea del Clan 017, Sector B3, 10 km bajo el Capitolio

El eco de los pasos de Kára Lys Vinter aún flotaba en los pasillos.

Había sido escoltada por asistentes del Sistema a su ala privada, una sección sagrada dentro de la base: climatizada, blindada, con muros que respiraban oxígeno filtrado y aromas suaves que imitaban los jardines extintos de antaño. Ella tenía un espacio único. Intocable.

Ellos no.

En el centro de la base, los cinco hombres del Clan 017 permanecían sentados en la sala de entrenamiento, silenciosos. El sistema de luces estaba en modo ambiental: rojo suave, baja intensidad. Todo recordaba a una herida abierta. Una que no sabían cómo cerrar.

Kael

Kael Draven no se movía. Observaba el suelo con los codos sobre las rodillas, la cabeza baja, el cuerpo en tensión constante. El líder que nunca dudaba, dudaba ahora.

Ella era un peligro.

No porque pudiera hacerles daño. Sino porque no podían hacerle daño.

"Esto no es una misión. No es un objetivo. Es..."

Era diferente. Intocable. Inalcanzable. Demasiado perfecta para sus manos manchadas de sangre. Demasiado limpia para un mundo que solo sabía devorar lo que brillaba.

Recordó sus ojos verdes. No de laboratorio. No como los implantes. Ojos que miraban de verdad. Ojos que lo vieron. No como soldado. No como amenaza. Como si pudiera leer lo que el mundo había olvidado dentro de él.

Y eso lo enfurecía. Porque lo volvía humano.

Lucien

Lucien Vale se había recostado en una de las bancas, brazos tras la cabeza, el cabello suelto ahora, como una lámina oscura que le caía hasta los hombros. Sonría. Pero no de felicidad.

-La flor no sabe que los jarrones también pueden romperse,- dijo al aire.

Para él, Kára era una provocación. No por su belleza, sino por su resistencia. Había esperado sumisión, frialdad programada. En cambio, encontró temple. Orgullo. Una boca que contestaba con la exactitud de una estocada.

-Quiero ver hasta dónde llega antes de quebrarse... o hacernos pedazos a nosotros.

Había algo enfermo en desear a alguien así. Y sin embargo, era la primera vez que algo lo hacía sentir vivo desde la guerra.

Riven

Riven caminaba en círculos, descalzo, con los nudillos enrojecidos por golpear el muro minutos antes. Hablaba solo. Susurraba nombres que nadie reconocía. Hablaba con fantasmas.

-No es real. No es real. No puede ser real.

Él sabía distinguir entre la carne sintética y la humana, entre la belleza manipulada y la verdadera. Y ella... era verdadera. Orgánica. Frágil de una manera que le rompía los patrones.

-Quiero verla sangrar, para saber si es de este mundo. Quiero... protegerla. Quiero romperla. No sé cuál.

Esa dualidad lo asustaba. Kára era el núcleo de una contradicción interna. Y en Riven, lo interno solía explotar en formas violentas.

Thorne

Thorne no hablaba. Estaba sentado en un rincón, afilando un cuchillo de plasma sobre su antebrazo blindado. El zumbido del metal era un mantra. Un ancla.

Pero incluso él había sentido el temblor.

Ella le había tomado el brazo sin temor. Había aceptado su tacto como si fuera digno. Como si su silencio no escondiera horrores. Como si ella pudiera verlo...

-...y no apartarse.

Eso lo desarmaba más que cualquier arma.

Deyan

Deyan estaba apoyado contra la pared, brazos cruzados, con el ceño fruncido. Era el más joven. El menos roto. Pero eso no significaba que no doliera.

Para él, Kára no era una tarea. Era una persona. Y eso, en este mundo, era revolucionario.

-Ella no eligó esto,- murmuró. -Nosotros tampoco. Pero al menos nosotros sabíamos lo que vendría.

Había visto su temblor sutil cuando el vínculo fue sellado. El modo en que fingía control. Deyan sabía leer eso. Había aprendido a leer el dolor en los gestos que nadie quería ver.

-No debería estar aquí. No con nosotros.

Pero estaba. Y eso significaba que debía protegerla. Incluso de los otros.

---

En la sala, el sistema parpadeó. Una nueva notificación:

Protocolo de Coexistencia Iniciado. Compartición obligatoria de espacios vitales en 48 horas. Fase de adaptación emocional activada.

Kael se levantó. No habló. Pero todos lo siguieron.

Sabían que no podían escapar de ella. Ni de lo que ella despertaba en cada uno.

Kára no era una mujer asignada. Era un espejo. Un estallido. Una grieta en la armadura cuidadosamente construida de cinco hombres que lo habían perdido todo...

...menos la capacidad de sentir.

Y eso, en este mundo, era peligroso, él lo sabía, los demás lo sabían y no podían evitar sentirse diferentes ante la llegada de ella, su destinada.

◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇◇
Gracias por leer corazones ♥️

Cinco Para MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora