E N L O Q U E C E R

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La música envuelve sus sentidos mientras el olor a cigarrillo y alcohol se impregnan en su nariz. Las personas a su alrededor se contonean con dicha, refregándose unos con otros mientras él solamente se queda en la barra, mirando un punto fijo en la pared del fondo, entre una botella de Whiskey y una de Ron. Las luces de colores bailan como un calidoscopio mientras siente en su espalda el calor proveniente de otros cuerpos.

Alzando su copa, suspira con desgano mientras mira a uno de sus costados y encuentra a su hermano pequeño, Sang Won. La sonrisa coqueta junto con la expresión interesada, son suficientes como para hacerle saber que de nueva cuenta va a tener que volver a casa solo. Es una ironía que Sang Won lo arrastre cada fin semana a los bares y clubs de la ciudad, con la excusa de hacerlo pasar un buen rato, siendo que en cada ocasión es él quien termina yéndose con alguien.

Luego de beber el resto de su copa, recuperó su billetera y dejó algunos cuantos billetes sobre la barra, dando de paso un ligero cabeceo al barman, quien simplemente imitó el gesto mientras recogía el dinero. Mirando a su hermano una última vez, se paró del taburete y se apartó de la barra. Empujando suavemente a algunos otros clientes, se siente desorientado mientras camina hacia la salida. ¿Cuántos tragos tomó esa noche? No está seguro. Quizás fueron cuatro o bien pudieron haber sido nueve. No lo sabe con seguridad.

Los cuerpos a su alrededor se refriegan contra él, con interés. De alguna forma, siente como si se encontrara en medio del océano, en donde el agua le imposibilita avanzar. Se siente abrumado mientras ese océano de personas lo empuja más hacia el centro, como si no tuviera ni la más remota voluntad. Cansado, murmura incoherentemente mientras empuja con los hombros a unos cuantos bailarines, tratando con vehemencia de salir del sofocante sitio.

La música cambia de ritmo repentinamente. Seung Hyun está casi seguro de que el género es distinto. Ya no se trata del tipo de música que tenía a todos gritando, saltando y moviéndose rápidamente, no. Ahora se trata de un ritmo un poco más lento. En medio de la niebla de alcohol que rodea su cerebro, puede ver a unas cuantas chicas mirarlo con interés mientras se contonean elegantemente. Las sonrisas coquetas son lo suficientemente lindas como para hacerlo a él mismo sonreír, sin embargo, no son su tipo.

Sacudiendo la cabeza, se adelanta un par de pasos solamente para sentir cómo es empujado suavemente. Girándose, dispuesto a reñir a un completo extraño, se encuentra con un par de almendrados ojos color caramelo, los cuales lo miran con inocencia mientras una coqueta sonrisa delinea unos apetitosos labios color cereza. De cuerpo delgado, el extraño viste una sencilla camisa de vestir blanca, abierta casi hasta el ombligo, mostrando una ligera cadena dorada con una pequeña margarita como dije. Pantalones de mezclilla deslavados, desgarrados al nivel de los muslos, junto con unos sencillos zapatos, completan su atuendo.

Acercándose un par de pasos, solamente se limitó a observar al extraño, quien, sonriendo bailó lentamente para él, alzando los brazos por sobre su cabeza, contoneando sus caderas al ritmo de la música. Echando la cabeza hacia atrás, el extraño dejó al descubierto su blanquecino cuello, mientras los mechones de cabello rubio se movían libremente.

Sonriendo, Seung Hyun se movió silenciosamente alrededor del joven, viendo cómo éste lo miraba de soslayo mientras una sonrisa surcaba la comisura de sus labios. Confiado, se acercó lo suficiente como para sentir cómo el extraño se recargaba contra su pecho mientras una de sus manos iba hacia atrás, rodeando su cuello. Gráciles dedos se enredaron en su cabello mientras que la mano libre del joven se trasladaba hacia atrás, entre sus cuerpos y comenzaba a acariciarlo por encima de la cremallera del pantalón.

Jadeando, Seung Hyun se inclinó lo suficiente cómo para que sus labios alcanzaran el lechoso y lánguido cuello. El olor a manzanas inundó sus sentidos mientras se atrevía a entreabrir los labios y permitir que su lengua delineara el suave contorno hasta llegar al lóbulo de la oreja, en donde sus dientes salieron de cacería, pellizcando el montículo inocentemente.

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