Q U E B R A D O

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Exhalando, observó con gran fascinación cómo el joven frente a él se movía alrededor de la habitación de hotel, pendiente de los detalles. Parecía tan a gusto con su desnudes. Largas piernas y torneados muslos, piel blanca y sedosa, y un bonito culo respingón. Girando para observarlo, el joven simplemente sonrió con picardía mientras una de sus manos iba hacia el sur y tomaba su flácido miembro. Tirándose sobre el gastado sofá, abrió las piernas descaradamente mientras comenzaba a acariciarse con soltura; sus largos dedos se movían perezosamente, sabiendo que tenían todo el tiempo del mundo.

Desde su sitio, Seung Hyun solamente se limitó a observar mientras sentía cómo su sangre comenzaba a hervir. Era de esa forma cada vez. Podía pasar de estar tranquilo a entrar en combustión en cuestión de segundos. Su miembro se agitó ansioso mientras veía con fascinación al joven complaciéndose. Se relamió los labios, hambriento mientras veía dos dedos desaparecer en la bien usada grieta mientras que la mano contraría adquiría un ritmo más constante.

Sintiéndose hipnotizado, extendió sus propias piernas sobre la cama mientras, sin darse cuenta, una de sus manos se envolvía en su propia erección. Su mano no fue gentil, al contrario. Se complació a un ritmo frenético mientras se deleitaba con la escena frente a él. El muchacho gemía y se retorcía en el sofá, sin despegarle la mirada. Relamiéndose los labios, se puso de pie en el momento en que su mirada captó la incipiente y obscena perla blanca en la hinchada y sonrosada punta.

Ven...— imploró el chiquillo. Sin esperar ni un misero segundo, Seung Hyun se puso de pie apresuradamente y acudió a su encuentro.

Todo pareció ser un borrón de caricias, besos y gemidos. Fue relativamente sencillo ya que era la segunda vez esa noche y el mocoso estaba aún resbaladizo. Para Seung Hyun fue tan gratificante. El acto por sí mismo era increíble, sin embargo, lo era aún más el poder estar tan cerca. Se sentía como un hombre hambriento que después de meses de hambre, finalmente estaba consiguiendo un manjar. La suavidad de la piel ajena contra sus labios era adictiva.

Sus sentidos parecían intensificarse cuando entraba en la misma habitación que el rubio. Sus ojos seguían cada movimiento y analizaban cada detalle. Sus manos recorrieron el cuerpo entero del otro, memorizando cada curva, pliegue, y cada marca. Era precioso.

Más tarde esa noche, mientras ambos yacían sobre la cama, con las extremidades entrelazadas y la cabeza del más joven sobre el amplio pecho del pelinegro, fue precisamente éste quien comenzó a acariciar el brazo del otro con las yemas de los dedos. Sus ojos no se perdieron él cómo el joven sobre él trazaba círculos alrededor de su pezón.

Se sentía tranquilo, en paz. Sentía que las cuatro paredes de esa habitación de hotel los separaban del caos que había en el exterior. Solamente eran ellos dos. No importaba que hubiesen pasado casi siete meses desde la primera noche en que se habían encontrado y aún no supieran el nombre del otro. Al principio era algo que lo había molestado, aún más cuando él mismo trató de mencionar su propio nombre y el joven no lo había querido escuchar.

"Un par de desconocidos de fin de semana"

Así los había llamado, y Seung Hyun queriendo que lo que sea que había entre los dos siguiera, no había objetado. Durante los pasados siete meses, se habían estado viendo en esa habitación de hotel. La número 08. Ya ni siquiera había necesidad de visitar aquellos bares de los que se había vuelto un acérrimo cliente. Todo lo que necesitaba estaba dentro de esa desgastada habitación de hotel.

Debería de irme...— dijo de pronto el joven, dejando un beso sobre el pecho de Seung Hyun. Suspirando, solamente dejó un beso propio sobre el cabello ajeno.

—¿La siguiente semana a la misma hora? — inquirió como de costumbre, solo para asegurarse de que el joven volvería.

No, lo siento. — dijo, alzándose y encontrando su mirada. Sonrió con suavidad, con algo difuminado en su mirada— Quizás no pueda venir durante algunas semanas. — sacudió los hombros.

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