Moribundo. Ese era exactamente el término que lo describía mientras se quedaba quieto en uno de los lugares cerca de la barra. Sosteniendo el vaso de whiskey entre sus dedos, no pudo evitar dar un par de sorbos mientras sus ojos bebían la imagen frente a él.
El desconocido muchacho se encontraba en el centro de la pista, rodeado de decenas de otros cuerpos. Sus caderas se contoneaban al ritmo de la música mientras el joven echaba la cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Por alguna razón, a pesar de que muchos a su alrededor lo observaban atentamente, ninguno era tan audaz como para atreverse a tocarlo. Por más tonto que pareciera, eso lo complacía.
Los ajustados pantalones se ceñían a sus piernas largas y delgadas, las cuales se ensanchaban ligeramente en los muslos. Vistiendo una camisa de vestir color negro, el muchacho apenas y era consciente de cómo esta se apartaba en sus clavículas, revelando una exquisita piel pálida.
Relamiéndose los labios, sonrió cuando sus ojos se encontraron con la mirada apasionada del chiquillo. Dando un par de sorbos más, vio con fascinación al muchacho sonreírle de medio lado mientras una de sus manos se encargaba de acariciar su propio pecho, bajando obscenamente hasta llegar al borde de los ajustados pantalones.
Sintiéndose ansioso, se bebió el resto del whiskey antes de levantarse y caminar directamente hasta el chiquillo. Sonriendo, vio con fascinación cómo ampliaba su sonrisa en el instante en el que llegaba frente a él. Sin titubeos, rodeó las estrechas caderas con ambas manos, sintiendo enseguida cómo el otro le echaba los brazos al cuello, hundiendo los dedos en los mechones de su oscuro cabello. Con el corazón desbocado, se inclinó lo suficiente como para alcanzar el lóbulo ajeno y mordisquearlo con codicia.
—¿Ansioso? — inquirió el chiquillo, en medio de una pequeña carcajada. Demasiado extasiado como para responder, no confió en su propia voz, por lo cual se limitó a simplemente gruñir en respuesta.
Sintiéndose audaz, trasladó sus labios hacia el grácil cuello. Lamió, besó y succionó con impaciencia, dispuesto a dejar un chupón. Sentía una embriagadora posesividad. Mío. Mío. Mío.
Una fuerza primitiva emergió desde lo profundo de su pecho mientras veía al chiquillo retorcerse entre sus brazos. Prontamente, lo sintió girarse y remolinearse contra su cuerpo, frotando con impaciencia sus caderas. Gimiendo, Seung Hyun rodeó con su callosa mano el grácil cuello mientras que sus labios dejaban perezosos besos en la nuca ajena, en donde descansaba una singular mancha de tinta. Una mancha, por supuesto que era el eufemismo del siglo. Más allá de ser algo frívolo, se trataba del retrato de un ángel sin rostro, con las alas extendidas, mostrando su cuerpo semidesnudo, como una imagen profana.
—Te deseo...— murmuró Seung Hyun mientras dejaba perezosos besos sobre el grácil cuello. Soltando una breve carcajada, el chiquillo se giró sobre sus talones y mientras le dedicaba una apasionada mirada, jugueteó con los botones de la camisa del más alto.
—¿Y qué piensas hacer al respecto? — preguntó, con una sonrisa felina en el rostro.
—Lo necesario...— dijo, en tono contundente.
Dedicándole una última mirada, Seung Hyun tomó el brazo del más joven mientras se apresuraba a alejarse de la pista. Le importó poco tener que empujar a cuanta persona se interpusiera en su camino. Tampoco le importó el ligero estremecimiento que atravesó su cuerpo cuando salieron por la puerta y la repentina brisa le golpeó.
Mirando sobre hombro, encontró al chiquillo mirando a su alrededor, viéndose por un segundo como un cervatillo encandilado por los faros, pero por supuesto no duró lo suficiente como para verdaderamente convencerlo de que la mirada hubiese estado allí.
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THE WEEKEND
Romance«Creo que perdí la cabeza cuando te vi bailando, pasas de largo y después te giras, sonríes para mí y es todo lo que necesito...» ¿Solos tú yo? Tienes razón. Todas las noches, sólo tú y yo.