Capítulo 2

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Nunca es mala idea conocer lo nuevo, ni tampoco es mala idea querer entenderlo, todo se centrará en la forma en que lo hagas.

Su sabio abuelo era como una máquina del tiempo del pasado que vivía entre ellos, con grandes anécdotas del viejo mundo.

—Abuelo, ¿crees que soy una alma vieja?—Preguntó el azabache mientras las arrugadas manos del mayor acariciaban su sedoso cabello.

—No Kookie, que te guste lo antiguo no significa que seas una alma vieja como tú dices. A veces sólo estamos en lugares y tiempos equivocados, cariño.—Bajó la vista a su regazo, donde su querido nieto reposaba su cabeza.

—Todos dicen que lo soy, incluso papá.—El semblante del señor se arrugó en disgusto.

—Todos esos son unos tontos y tu papá es un bruto, eso es lo que son.

En su mirada sólo había un gran amor y cariño hacia su pequeño Kookie, uno de gran inmensidad. Sonrió al verlo dormido, pues le recordó cuando era un bebé tan diminuto que cabía perfectamente en ambas de sus manos, el cual ahora era más alto y fuerte que él, pero que seguía siendo su pequeño de una manera u otra.

La fresquedad del momento hacía que la nostalgia sumergida en su interior surcara en cada uno de sus recuerdos, el clima perceptiblemente lúgubre jugaba con los latidos tan erráticos de su corazón, y el silbar del viento era como una sutil caricia a sus descontrolados sentimientos. Una mezcla de extrañeza comprimida.

—Papá Jeon, usted está haciendo de las suyas nuevamente.—Desde el balcón de la alcoba agitando su copa de alcohol, Alex veía interesado aquella escena tan usual de aquellos dos. A menudo tirados bajo el gran árbol de cerezo, perdidos en sus conversaciones de gente vetusta.—Tan vetusta.—Tensó su mandíbula y negó severamente adentrándose a su habitación, sirvió más de su bebida y continuó con su trabajo de la empresa.

Al otro lado de la mansión, de un ángulo completamente distinto, un par de ojos color olivo se perdían en la imagen que su sistema captaba, tan hermosa y cautivante. Desde el ventanal de la habitación de Jungkook, en un sillón beige, recargaba el rostro en sus manos el lindo robot, que se suponía, debía estar cargando.

Veía a ambos hombres dormir plácidamente en el jardín y sentió una braza avivarse en su pecho. Sintiéndose sorprendido así como también eufórico la sonrisa en su rostro se agrandó bellamente.

Transcurrió más de una semana y el androide se adaptó muy bien a la vida en la mansión. Había aprendido las tareas del hogar, pues eran casi las mismas que hacía estando con sus anteriores dueños, desde cocinar hasta limpiar; el joven Jungkook, con quien compartía su vida más a menudo, había comenzado a confiar en él y desechado la idea de haberlo elegido aún estando defectuoso. No había un solo día en que el chico no le pidiera ayuda para alguna tarea, algo que al androide no le molestaba en lo absoluto, es mas, le fascinaba.

Empezó a recordar las veces que Jeon Jungkook tocó su cara y tenía que quitarlas rápidamente debido al incidente que sucedió la primera vez que hizo eso. "Eres lindo", le dijo cada que aquel acto hacía. El pobre androide no podía evitar sonrojarse y que todo en su interior se calentara, era tan inevitable.

Jungkook se removió inquieto en el regazo de su abuelo, sentía una mirada penetrante sobre él, lentamente abrió sus ojos y no estaba equivocado, pues a través del ventanal PJ lo miraba, o eso parecía estar haciendo; agitó sus manos para llamar su atención, pero este tenía su vista perdida.

Su abuelo aún dormitaba, así que no lo despertó.

Sacudió su ropa y sonriente se dirigió al interior de la casa. Subió las escaleras quejándose de por qué eran tantas. Detuvo su caminar cuando después de girar por el largo pasillo, en la gran puerta de su habitación una cajita pegada en ella escaneaba su rostro. Entró con sigilo y curioso observó al androide, que no se percató de su presencia.

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