Recuerdo que cuando entré al equipo de lacrosse femenino Tania, la capitana de ese momento, me dijo que cada cuatro años se organizaba un mundial y se seleccionaban a las mejores jugadoras para competir en el equipo nacional. Ella dijo que el país tenía tan pocos equipos que llegar a competir en el mundial no era una meta imposible de alcanzar.
Era difícil y probablemente requiriera de muchos sacrificios, pero en mi yo de ese momento se plantó una pequeña semilla de esperanza que por alguna razón siempre me negué a abandonar. Nunca antes había aspirado a nada, así que cuando tuve ese tonto sueño me aferré a él y no lo dejé ir.
Tenía un bolso debajo de mi cama lleno de dinero que ahorraba para pagar mi pasaje de avión y me negaba a gastarlo en cualquier otra cosa.
—¿Se murió?
—No creo. Todavía respira.
—Puede ser un movimiento involuntario de su cadáver.
Abrí los ojos para ver de dónde llegaba el murmullo de voces femeninas. Se suponía que las hojas del árbol que estaba detrás de mí me protegían del sol, pero un pequeño hueco entre las ramas hacía que la luz me diera en la cara, por lo que tuve que tuve que estirar el brazo para hacer sombra con una mano.
—Estoy viva.
A mi lado, echado en el césped y con la respiración agitada, Jade se cubría los ojos con el brazo. Después de la carrera que tuvimos yo no me encontraba en mejor estado. Pero al menos yo había ganado.
—No por mucho —dijo la voz de Tania.
A unos metros de distancia estaban paradas Alana y Tania, aún con la ropa deportiva, apoyadas en sus palos de lacrosse. Ninguna de las dos se veía conforme con mi respuesta, así que apoyé las palmas en el césped y me senté.
¿Si estuviera al borde de la muerte podría hacer esto?
Jade quedó en el suelo recuperándose mientras yo me ponía de pie. Me sacudí el césped del pantalón, consciente de que mañana me dolerían las piernas, y bajé la vista.
—¿Qué se siente perder?
Jade abrió los ojos sin moverse de su sitio. Su pecho aún subía y bajaba con fuerza cuando se formó una sonrisa en su rostro.
—Te ves muy feliz —dijo—. Yo también lo estaría después de un año intentando ganarme.
Dejé de sonreír.
—Iba a ayudarte a levantarte, pero ahora quédate en el suelo.
No me importaba si me había tomado más de un año ganarle una carrera. Si le había ganado, significaba que había mejorado y ese pensamiento me dejó de buen humor mientras me duchaba y cambiaba.
Cuando volví a las gradas para buscar mis pertenencias gran parte del equipo ya se había marchado. Sólo quedaban las encargadas de guardar los arcos y, a lo lejos, cerca de la salida, estaba Charlie.
Podría distinguirla a cualquier distancia por el color de su cabello.
Ahora se encontraba sentada sobre una de las cercas bajas que se usaban para separar nuestra cancha de la que estaba al lado.
Tomé mis cosas y troté a su encuentro. A medida que me acercaba noté que toda la ropa que llevaba puesta era mía. Desde los pantalones desgastados hasta la camiseta – que a ella le quedaba diminuta – y el abrigo con interior de felpa. Por alguna razón tonta Charlie usando mi ropa se me hacía diez veces más linda.
Cuando notó mi presencia estiró los brazos para saludarme, animada, y pude ver que las mangas del abrigo le quedaban cortas.
—¿Dónde están Jade y Alana? —le pregunté una vez que llegué a su lado.
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The girl in red (Libro 2)
Novela Juvenil¿Qué harías si un día, después de estar meses lejos, tu novia reapareciera y te propusiera formar una banda? -.-.-.-.- A mitad de su primer año en la universidad Andy se da cuenta de que las cosas no seguirán igual de tranquilas como lo estuvieron...