CAPÍTULO II

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Al despertar me seguía sintiendo confusa cuando me recuperaba poco a poco. Busque por todos lados aquel chico que me llevó hasta el hospital, pero, no tarde en darme cuenta que no había rastro de él. 

Fue como si lo tragará la tierra.

Sin embargo, me pareció muy valiente por interferir en el medio de una pelea que iniciaba el grupo de matones de Agnes, aunque era muy extraño. En todos estos años nadie se atrevió a oponerse a la chica más popular de la escuela. Sus influencias era tanta que asustaba a los estudiantes y así podía tenerlos por años intimidados para cualquier tipo de tareas que ella quisiera.

No importaba cuanto la odiaras, o darle su merecido, debías moldearte a sus reglas o de lo contrario terminarías cavando tu propia tumba. Yo me aproveche de eso también por varios años.

En algún momento fui intocable, pues era la mejor amiga de Agnes, hasta hace un par de días que dije basta de represión.

En varias ocasiones acompañaba Agnes mientras era su chivo expiatorio para sus acosos. Sólo observaba desde lejos sin entrometerme cuanto suplicaban auxilio aquellas personas. Fue por eso que anoche no me atreví a pedir ayuda por esa razón, después de todo obtienes lo que mereces. Soy demasiado cobarde y consciente de eso.

Sentí un dolor intenso en mi cabeza y lo más seguro de toda la golpiza que me dieron tenía alguna contusión, o algo parecido. Me sentía fatal, no podía ponerme de pie y menos seguir despierta, pero debía estar alerta porque seguramente mi antigua mejor amiga quería terminar con lo que había dejado a medias, antes de ser interrumpidos.

Me pase horas haciendo guardia, vigilando la única puerta de acceso a la sala de emergencias. Hasta que la puerta rechinante se abre.

Era un médico.

— Veo que por fin despertaste. — hablo un joven chico de cabello castaño. Se veía cansado con grandes ojeras que combinaba con su cara de pocos amigos. Camino hasta la camilla en donde estaba y me revisó. — Quiero decirte que trate tus heridas superficiales, pero, mañana a primera hora debes ver un traumatólogo. Te firmare un permiso especial para que te atiendan rápido. —menciono y asentí agradecida.

Solo quería salir del lugar porque mis enemigos seguro estaban esperando a que estuviera sola para atormentarme.

La imagen del chico que me salvó vino a mi mente y pude alcanzar ver el color de sus ojos mientras me ayudaba. Deseaba haber visto el rostro entero.

¿Quién era él? ¿Me conocía? ¿Por qué se arriesgó tanto por alguien como yo?

Hasta que se me ocurrió preguntar al doctor.

— ¿Vio quién me trajo hasta acá? —pregunté y éste se detuvo un momento para pensar y luego negó con la cabeza.

— No era mi turno y cuando ingrese ya estabas en la camilla. Solo te atendí y llamar a las autoridades policiales. —expreso y maldecía por hacer esa llamada.

Esto se pondría peor de lo que imagine, el jefe de policías no me va a dejar en paz hasta que le dé una respuesta lógica y concreta sobre quién fue la persona que me dejo en éste estado.

— ¿Puedo tomar algún calmante? —pregunte porque sentía un terrible dolor de cabeza.

— Claro que sí. Te deje uno cerca de tus pertenecías. Está en la mesa de tu derecha. —comento y volteé dónde me indico y me alivie al ver mi mochila.

Culpable © | ᶜᵒᵐᵖˡᵉᵗᵃ ✔ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora