-mamá, no estoy loca. El psicólogo no es necesario.
-Violet, te lo eh repetido millones de veces, los psicólogos no son para gente loca. Simplemete me incomoda que estés comportandote así, y que actúes como lo acabas de hacer en la iglesia.
-TE LO EH DICHO MILLONES DE VECES, LA IGLESIA SIMPLEMENTE NO ME GUSTA.-grité al fondo de la desesperación, por favor, no es tan complicado saber que a tu hija simplemente no le gusta la iglesia.
-No me grites.-ella quitó su cinturón y sacó el seguro del auto.-Ahora baja y con la mejor sonrisa del mundo, entrarás y saludarás a todos.
No protesté, es más; entré y le sonreí a la señora atrás del mesón. Dejé que mi mamá hablara con ella mientras yo solo caminaba hacia una sala, donde se veían muchos más adolescentes caminando de aquí para allá o simplemente gente sentada en los sillones de felpa. Un chico con cabello castaño muy claro, casi rubio y algunos rulos me miraba atentamente. Me senté frente a él, para que así tal vez hablemos.
-Violet, ¿Puedes venir un momento?.-me llamó mi madre.
-¿Comprendiste que no estoy loca y me sacarás de aquí?.
-No.-contestó al instante.-sólo quería decirte que hables con el chico, según Ellen su nombre es Evan, háblale.
-No, mamá yo...-no me dejó terminar cuando me interrumpió.
-Háblale.-sonrió falsamente.
Cansada ya del día caminé donde el tal Evan-quien aún estaba sentado completamente solo- y me paré a un lado de él.
Antes de que yo pudiera hablarle, él habló.
-Así que Violet, ¿te obligaron a venir? ¿O de verdad estás loca?.
-Evan, yo no estoy loca. ¿Tú?.
-Oh cariño, de todos en esta habitación, soy el rey de los locos.-respondió con una sonrisa torcida, mientras escondía sus manos bajo las mangas de su sueter verde moco.
