La niebla

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No podía dormir. Estaba exhausto, sus ojos ardían y los parpados se sentían pesados. Su cuerpo entero estaba cansado y su mente vacía. Pero ese era el problema, su mente estaba vacía, cubierta de una neblina espesa que callaba sus pensamientos, que le hacía sentir sus extremidades pesadas y hasta desconocidas.

Sentía los oídos tapados, como si estuviera bajo el agua, la oscuridad haciendo que se preguntara si tenía los ojos abiertos o cerrados. Apretó los puños, sintiendo sus músculos tensarse, pero aun así la neblina persistía. Sentía que flotaba, que nada le sostenía. Se sentó en la cama, bajando los pies y sintiendo el suelo en ellos; estaba ahí, tocando el firme suelo y seguía sintiendo que no estaba presente.

Se levantó, abriendo las cortinas de la habitación y la luz de la luna entró; pálida y fría. El manto oscuro iluminado con luceros. La luna menguante en lo alto y, a lo lejos, las islas flotantes que él mismo había creado. Dejó una mano contra el cristal, el frío siendo pronto sustituido por el calor cuando calentó el cristal. Miró atentamente.

Islas de distintos tamaños, algunas con enormes edificios, otras aun siendo reino de la naturaleza. Algunas con cascadas que caían infinitas, otras con árboles abundantes, otras siendo enormes metrópolis. Ladeó la cabeza, ¿cuándo fue la última vez que visitó su mundo? El mundo que él mismo creó, ese que con sus manos y magia construyó. Tarareó para sí.

No recordaba, quizá era esa neblina que se negaba a irse, quizá era ese sentimiento contrariado de pesades y de flotar, pero no recordaba la última vez que camino por su mundo, que lo observara, que lo explorara. Se alejó de la ventana, yendo a su armario y tomando ropas, un recuerdo fugaz del frío del cristal contra su piel. Sacó el abrigo también.

Se cambió de ropas, el proceso no sabía si fue rápido o lento, no sabía ni siquiera la hora aun cuando había visto el reloj más de una vez. Tomó sus pertenencias y salió de la habitación. Los pasillos del castillo silenciosos, su mente vagando en pensar si otras áreas eran igual de silenciosas; como el área médica o el área de investigación. Sus dudas deteniéndose cuando llegó a las puertas principales.

Salió de su castillo, al aire helado nocturno dándole en el rostro y esperó sentir alegría al sentir un cambió notorio, pero no. No hubo nada más que una pequeña nube de vaho cuando suspiró, sus pulmones llenándose de aire frío y, aun así, no lograba quitar esa molesta neblina. Metió las manos a los bolsillos del abrigo, caminando y escuchando sus zapatos contra el concreto. Se detuvo en el centro de la entrada.

Veía islas a lo lejos, enormes edificios que parecían estacas y no los rascacielos que seguramente eran. No podía identificar el norte del sur en esos momentos, no tenía siquiera la fuerza mental para pensar en que ciudad elegir. Sacó la mano derecha y chasqueó los dedos, un portal abriéndose frente suyo. El Dios cruzándolo al instante, dejando que el destino decidiera que ciudad iba a recibirlo, la melancolía impidiéndole sentir anticipación.

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Uno: El mundo de Fumus se llama Kumo no Kuni, es canon y pueden verlo en la wiki.

Dos: Fumus esta ooc por la melancolía, simplemente me gusta escribirlo melancólico.

Tres: Este es el único narrado en tercera persona, los siguientes son en segunda persona.

Kumo no Kuni's GodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora