—Qué día de mierda. Y este colectivo del orto que no vine más.
—No hables de ese modo.
—No me jodas.
—No fue un día tan malo.
—¿En serio lo estás diciendo?
—Estamos volviendo a casa al horario normal, otras veces hubo que quedarse hasta tarde.
—De milagro, solo porque Laura se puso la camiseta y solucionó el problema que causó la inútil de la secretaria. Metió la pata hasta el culo, no sé por qué carajo no la despiden.
—No digas eso, es madre soltera, no puede perder el trabajo.
—¿Y por eso los demás tienen que soportar su ineficiencia?
—Hay que ser buenos compañeros.
—Las pelotas. Hubo que rehacer un trabajo que ya estaba terminado porque pasó los datos equivocados. Cuatro horas de laburo tiradas a la basura.
—Pero al menos se dio cuenta y no se le presentaron las cosas mal al cliente. Todos nos podemos equivocar alguna vez.
—Hubiera prestado más atención la primera vez. Y, para colmo, la mina que cocina quemó la comida. Era un asco.
—Es la primera vez que le pasa, es difícil cocinar para muchos. Laura ni siquiera cocina para ella sola. Además, Sofía es un amor, siempre pasa por las oficinas a preguntar si alguien quiere una infusión.
—Ese... es... su maldito trabajo.
—¿Por qué sos tan intolerante?
—Porque a esta altura ya deberían haber ascendido a Laura y debería estar cobrando el doble... o el triple.
—Ya llegará el momento, seguro que pronto. Todos están encantados con su desempeño.
—Sí, y se aprovechan de ella.
—No seas así. ¿No te cansás de pensar mal de todo el mundo?
—Me cansé de esta discusión. Es inútil hablar con vos. Este colectivo de mierda que no viene más.
—Estás muy tensa. Relajate. El tiempo está lindo, todavía es de día en esta época. Elsol hace bien, ¿no te gusta la sensación cálida que da?
—Pero no estoy en una maldita playa, ni en un parque. Estoy esperando el maldito bondi en una avenida de mierda, aspirando la basura que largan los autos. Y me estalla la cabeza con el ruido del taladro de la construcción de la esquina. Levantan edificios como si fueran torres de naipes. Deberían prohibir que más personas se muden a la ciudad.
—¿Por qué no tratas de aprovechar el tiempo muerto para hacer algo interesante, así no te estresás? Podrías leer junto con Laura. Está entusiasmada con ese libro, debe serbueno.
—Vos lo elegiste, así que seguro es una montaña de cursilerías románticas vomitivas.
—El que te gustó a vos tenía la imagen de un hombre con un arma en las manos y una esvástica al lado del título.
—Lo decís como si fuera desagradable. Para que sea entretenido, tiene que tener violencia o muerte, o ambas.
—Hay muchas cosas divertidas que no tienen.
—Ya, claro. No volvamos a la misma discusión de siempre.
—Hijo, terminá de comer el helado, que ya viene el colectivo.
—No quiero más, tiene mucho dulce de leche.
—Vos lo pediste así. Dame, que yo lo termino.
—Qué pendejo caprichoso; yo que la mamá no le compraría más nada que pidiera.
—No te metas en temas que no te incumben.
—Es que me irrita la gente estúpida.
—No podés llamar estúpida a alguien que no conoces solo por algo que ves en la calle.
—Puedo hacer lo que se me dé la gana. Al fin podemos subir al maldito bondi, las personas deberían moverse más rápido.
—Mirá, hay asientos libres. ¿Ves que no todo es malo hoy?
—Sí, y uno de ellos puede ser interesante, podemos retomar ese juego.
—¿De qué hablas?
—Buenas tardes. Hasta Saavedra, por favor.
—Laura, el asiento detrás de la puerta del medio.? ¿Qué...? Donde está el chico. ¿Te acordás de lo bien que lo pasábamos antes cuando teníamos una oportunidad como esta?
—¡No! ¿Qué te pasa? No molestes. Eso fue hace más de una década, ya quedó atrás. Laura, no le hagas caso. Hay un asiento libre individual del otro lado más atrás.
—Vamos, Laura, era una sensación deliciosa, podemos repetirla.
—No sueñes con que te haga caso.
—Es perfecto, Laura. Rubio, de complexión pequeña con la piel rosada, no debe llegar a los quince años. Mirale el rostro, los labios pequeños y carnosos. Por el modo en que está sentado, parece super tímido. ¿No te gustaría...?
—Basta, es vergonzoso.
—Todo lo es para vos. Callate y no te metas, que estoy hablando con ella.
—¡La que se tiene que callar sos vos! La estás incitando a algo que es deplorable. Laura, no la escuches.
—No seas aguafiestas, dejá que se divierta un poco.
—No de esa manera. Y no es divertido.
—Laura, ¿te acordás de la sensación? ¿El cosquilleo en la piel? ¿Te acordás lo delicioso que era?
—Dejá de incitarla, no te va a hacer caso.
—¿Querés apostar?
—Yo no apuesto.
—Sos una aburrida.
—Llamame como quieras, pero dejá a Laura en paz.
—Ella decide, yo solo le estoy recordando lo bien que se sentía...
—Va a elegir lo correcto, así que no te gastes.
—¿Es una apuesta?
—Ya te dije que no.
—De igual modo, pronto sabremos a quién hace caso.
—No es una competencia, se trata de...
—Y... ¡anotación! Te dije que no se iba a poder resistir.
—No significa nada, que se haya sentado ahí no implica que vaya a hacer eso.
—Sí, claro.
ESTÁS LEYENDO
Dualidad (primeras páginas)
General FictionLaura es una mujer de treinta y seis años que un día, en medio de un viaje en colectivo, comienza un juego de seducción con un chico menor de edad. Y quizás aquello tome dimensiones imprevistas. Esta es una novela experimental, escrita íntegramente...