Capítulo 3

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—Pero, ¡qué carajo!

—No hables así.

—No jodas, este tipo no sabe manejar.

—Fue culpa de la moto, que cruzó en rojo.

—Le hubiera pasado por encima en lugar de frenar en seco.

—No digas esas cosas, no se bromea con la vida de las personas.

—Sabes perfectamente que no es una broma, a esta altura ya me tenés que conocer.

—Nunca pierdo la esperanza con vos.

—Claro, me olvidaba de que sos la Madre Teresa.

—Ahora me agredís a mí.

—Sí, porque estás siempre tocándome los huevos.

—Señor, agárrese de mi brazo.

—Gracias, querida.

—¿Se lastimó? ¿Le duele algo?

—Estoy bien.

—Venga, siéntese.

—Me bajo en la próxima, gracias.

—¿Seguro que puede solo?

—Sí, no se preocupe, muchas gracias.

—Pobre anciano, debe tener como noventa años, no debería viajar en colectivo solo. Me entristece, ¿es que a la familia no le importa?

—No empieces, dijo que está bien.

—Es que me da pena, la gente mayor debería poder vivir su vejez tranquila y cuidada.

—No te pongas a lloriquear por los demás. No sirve para nada, las cosas son como son.

—Sos una insensible.

—No. Soy práctica. Vos das la lata y Laura se pone mal. Me acuerdo de cuando viste a ese anciano vendiendo pañuelitos en el tren. Hiciste que Laura se sintiera mal todo el día.

—Es que es doloroso ver esas cosas. Que un anciano tenga que vender en la calle para poder sobrevivir es terrible. Es una vida en la que no existe un horizonte de paz.

—¿Ganás algo con eso? ¿Con ponerte mal y hacer sentir mal a Laura? No. Entonces,¿para qué sirve?

—No puedo entender cómo podés ignorar esas cosas. Me afecta, aunque no quiera.

—Es que no te esforzás por conseguir ignorarlo, te recreás en esos sentimientos de mierda. Hacés que Laura esté mal y, la verdad, también te volvés insoportable en ese estado de pena absurda.

—Serías más feliz si no existiera, ¿no?

—Quizás, o quizás me aburriría un poco.

—Entonces, si te ignoro por un tiempo, ¿me pedirías perdón?

—Jamás estaría tan desesperada.

—Mmmm... no sé, parece que sí te importo.

—No me pongas a prueba.

—Yo creo que me querés, aunque no lo admitas.

—Mejor concentrate en Laura, que parece que se le perdió la página del libro. Tarde, ya lo cerró. Al menos va a dejar de leer esa bazofia por un rato.

—Para vos es mejor que esté con el teléfono todo el tiempo, con ese jueguito de pintar que no le aporta nada.

—Es diversión, ¿por qué la diversión tendría que aportar algo?

—La lectura es divertida y estimula el cerebro.

—O la vuelve idiota, si sigue tus consejos de lecturas.

—No tienen nada de malo los libros que yo elijo.

—Sí, sí que lo tienen. Una feminista los quemaría. El hombre como el príncipe fuerte y valiente y la mujer como doncella frágil y sumisa.

—No es así, son historias de amor.

—Claro, hasta que el príncipe se convierte en sapo y muele a golpes a la mina por quemar la cena, ¿no? Ah, no, claro, eso no aparece en tus libros, pero sucedería si continuaran unas páginas más. Al principio los hombres son siempre príncipes azules,después se les empieza a caer la máscara cuando ya tienen engatusada a la ingenua doncella.

—No todos son así, también existen personas buenas, ¿sabías?

—Si vos lo decís.

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⏰ Última actualización: May 27, 2022 ⏰

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Dualidad (primeras páginas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora