1. "La explosión"

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Las ondas de mi cabello caen por mi espalda y llegan hasta mi cintura. Hace años que no me las corto y espero no tener que hacerlo nunca. Mis pestañas están ahora perfiladas y rectas. Solo queda ponerme el carmín rojo en los labios.

No es un día normal para mí. Hoy es el último día de clase. Hoy se acaba mi etapa en el instituto y comienzan las vacaciones de verano. Me tiemblan las piernas de los nervios y no dejo de sudar. Las seis horas de clases se me harán eternas.

Me retoco el colorete y cojo mi chaqueta vaquera favorita del armario de mi habitación. Agarro la mochila y bajo corriendo las escaleras. El vestido largo que llevo puesto me hace cosquillas en las pantorrillas y no puedo evitar reír en alto cuando llego a la planta baja.

Oigo la voz de mi padre y me dirijo hacia ella. Llego a la gran cocina y me siento en una de las banquetas que hay alrededor de la gran isla de mármol que mando instalar Lauren años atrás.

-Último día de tortitas sonrientes, eh-dice con su agradable acento californiano-.Aunque podría mudarme contigo a la universidad y hacértelas todas la mañanas.

-Papá, eso sería lo más vergonzoso del mundo. Pero gracias por la oferta. La tendré en cuenta-A la vez que pronuncio la última frase, niego con la cabeza, lo que hace que mi padre empiece a reír a carcajadas.

Miro hacia mi plato y como todas las mañana rezo por mi madre. Me vienen a la memoria imágenes de lo poco que recuerdo de ella. Mechones pelirrojos de pelo, su voz cantándome cuando estaba en la cuna. Y fuertes ruidos. Estos eran como si alguien estuviese dando puñetazos en una placa de metal. Hay noches en las que mis pesadillas consisten en imaginarme a mi madre desangrada en el asiento del conductor mientras que yo lloro en la sillita de bebes sin poder hacer nada por salvarla. Ese accidente me dejo cicatrices que nunca sanaran.

Suenan pasos en la escalera y mi padre y yo nos miramos fijamente porque sabemos quienes bajan. Los monstruitos de la casa.

-Oh no.

-Sálvese quien pueda-susurro mientras guiño a mi padre.

Dejo el plato del desayuno en el fregadero y salgo de la cocina justo a tiempo antes de chocar con mis hermanos pequeños.

- ¡Lilly!

La pequeña se me echa encima y me aplasta la garganta con sus brazos en lo que ella intenta que sea un abrazo. Su largo pelo dorado cae sobre mis mejillas y me hace cosquillas. Cuando se despega de mí sale corriendo hacia la cocina para tomar el desayuno. Su gemelo pasa corriendo y me dedica una tímida sonrisa.

Es la hora de ir a clase y Rose, mi mejor amiga, todavía no ha pasado a buscarme. El último día y me dispongo a llegar tarde. Perfecto.

A las ocho menos cuarto el viejo mini de Rose chirria y frena a mi lado. La voz de mi amiga suena desde dentro.

-Mil disculpas. Dios mío. Creo que vamos a llegar tarde. Ay. El señor Potts nos va a matar y después nos va a castigar una hora el último día de este infierno.

-Relájate y disfruta de esta bonita mañana.

-No te burles de mi, pelirroja. Sabes que mis nervios son...-Se pasa la lengua por los labios-. Ya lo sabes.

Asiento poco convencida y me subo al destartalado coche. El asiento cruje y el cinturón se me clava en la barriga.

-¿Qué tal van tus ahorros? Porque creo que a esta chatarra le iría bien ir a un taller. Y rapidito-digo. El motor ruge y comienza el largo camino hasta el instituto-.Y, de paso, podrías pintarle de color rosa.

-Me faltan unos cientos de dólares para poder arreglar esta pocilga rodante pero ya sabes el trato de mis padres: Te compramos un mini si tú pagas las reparaciones. Y bla bla bla-Pone los ojos en blanco y pisa el acelerador a fondo-Sino corro, no llegamos, pelirroja.

ROMANOFF [HIJA DE UNA ASESINA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora