Madrugada

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Eran las 5 en la madrugada, faltaba una cuadra para llegar a casa y yo iba de lo más apresurada con solo mi perro de compañía, esperando que si alguien decidiera asaltarme, estaría ella para darle una buena mordida. 

Estaba completamente oscuro, no se escuchaba un alma y la luz de la luna era el único brillo que distinguía. Apresuré el paso, llegué por fin a la puerta de mi casa, giro a mi alrededor desesperadamente tratando de enfocar cualquier movimiento. Nada. A mi lado, ya no estaba mi perro, estaba mi hermana menor de 6 años impaciente por entrar. ¿Qué?

Estábamos un par de días fuera de casa así que yo también estaba desesperada por entrar, busco la llave para abrir la puerta, pero, no tiene cerradura, parece de estas maquinas en donde insertas monedas, cuarenta centavos necesito para abrirlo. Cuarenta centavos... ¿tengo cuarenta centavos? Busco y busco en mi bolsillo, de acuerdo, tengo 25.

-Alani, por favor, no hagas ruido, intento que no llamemos la atención.- le susurro a mi hermana cuando empieza a inquietarse.

De acuerdo, por fin, lo tengo, cuarenta centavos. Los coloco en la cerradura, moneda por moneda, hasta que la puerta se abre, dejo entrar a mi hermana primero y otra vez busco a mi alrededor intentando notar cualquier señal de otra presencia humana, no hay. Entro rápido, cierro la puerta y le coloco el candado, espera... ¿desde cuando la puerta necesita candado? Dios mío, qué rayos sucede.

Me giro y por primera vez desde que llegué a la casa me fijo en ella, la puerta de la sala de estar está abierta, hay una luz encendida en medio del corredor, después de eso, está todo oscuro. Algo no está bien.

Alani entra a la sala de estar y empieza a llamarme, tiene mi teléfono y no recuerdo cuando lo tomó.

-Alani, ven rápido, ven, dame mi celular.- la llamo, nerviosa, pero no hace caso.

De repente, otra persona cerca de mi me llama; está fuera de la casa, en el callejón de al lado.

-Beba, ven, rápido. Dame tu celular.- es mi abuelo, pero, él murió hace 2 años. 

Sin pensarlo, llamo más desesperadamente a mi hermana.

-Alani ven, ven rápido, mi celular, dámelo, ven.- esta vez, me hace caso y se acerca a mi. La tomo de la mano y me acerco a mi abuelo por la cochera que está conectada con la galería de la casa, le doy mi celular e inmediato hace una llamada.

-Raquel, no vengas a la casa.- está hablando con mi madre, pero no responde.- No vengas a la casa.- le repite.

De pronto, veo por la ventana que da al interior de la casa a un hombre, es Adrián, el papá de mi hermana, tiene una pistola. Su rostro, tiene una sonrisa siniestra que jamás había visto en sus labios antes. Su simple expresión, me causa pánico.

Me sobresalto, acerco a Alani más a mi y trato de usar la inmensa oscuridad a mi favor y que no nos vea. Pienso en llamar a la policía, tal vez a mi padre, no lo sé, cualquiera que nos saque de esto. Adrián dispara, me sobresalto. 

Toma una linterna, sabe que estamos ahí, pero no estoy segura si es a nosotras que busca, dispara otra vez, abrazo Alani a mi. Dispara, una, dos, tres, empiezo a pensar si pudo haberle dado a mi perro. Sigue con la linterna. Dispara, uno, dos, tres, nos encontró.

Grito.


Me despierto, agitada, empapada de sudor y en una completa oscuridad, fue un sueño, fue solo un sueño, intento volver a dormir, a pesar de seguir aturdida, la oscuridad, me absorbe, no puedo evitar tener la sensación de que me vigilan.

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