La mañana del viernes comenzó con buen pie, levantándose temprano. No obstante, aunque se había metido a la cama llena de optimismo y entusiasmada con las perspectivas que le aguardaban, el miedo le asalto de nuevo ante la cruda realidad de lo difícil que le resultaría mantener entereza a cada instante. Una vez más, despertó en una cama vacía dentro de una casa silenciosa, sí bien se produjo un pequeño avance. Por primera vez desde hacía más de dos meses se había despertado sin la ayuda de una llamada telefónica, Amoldo su mente, tal como hacia cada mañana, al hecho de que los sueños de Gerry y ella juntos que habían vivido en su cabeza durante las últimas diez horas no eran más que eso: sueños.
Se duchó y se vistió con ropa cómoda, echando mano de sus tejanos favoritos, zapatillas de deporte y una camiseta rosa claro. Sharon tenía toda la razón en cuanto a lo del peso, pues los tejanos, que solían irle ajustados, sólo se mantenían en su sitio con la ayuda de un cinturón. Dedico una mueca a su reflejo en el espejo. Estaba fea. Tenía ojeras, los labios agrietados y el pelo echo un desastre. Lo primero que debía hacer era ir a su peluquería y rezar para que pudieran atenderla.
-¡Jesus, Holly! -exclamo Leo, su peluquero, nada más verla-. Pero ¿has visto como estas? ¡Por favor, abran pasó! ¡Abran pasó! ¡Llevo a una mujer en estado crítico! - le guiñó el ojo y comenzó a apartar gente de su camino. Luego le ofreció una silla y la obligo a sentarse.
-Gracias, Leo. Ahora sí que me siento atractiva- mascullo Holly, procurando ocultar el rubor de su rostro.
-Pues no deberías por que estas echa cisco. Sandra, prepárame la mezcla de costumbre; Colin, trae el papel de aluminio; Tania, necesito mi bolsita mágica, que está arriba. ¡Ah, y dile a Paul que se valla olvidando de almorzar por que cogerá a mi clienta de las doce!
Leo fue dando órdenes a diestros y siniestro sin dejar de agitar los brazos desaforadamente, como sí se dispusiera a efectuar una operación quirúrgica de urgencia. Y es que quizá fuera así.
-Oh, lo siento, Leo no quería estropearte el día -se excusó Holly.
-No me vengas con esas, encanto. De no ser así, ¿por qué habrías de presentarte aquí de repente un viernes a la hora del almuerzo sin tener una cita concertada? ¿Para contribuir a La Paz mundial?
Holly se mordió el labio con aire de culpabilidad.
-En fin, te aseguro que no lo haría por nadie más más que por ti, cariño.
-Gracias.
-¿Como lo llevas?
Leo apoyo su pequeño trasero en el mostrador de delante de Holly. Tenía cincuenta años cumplidos y, no obstante, presentaba una piel tan perfecta y, por descontado, el pelo tan bien cortado que nadie le hubiese echado más de treinta y cinco. Sus cabellos de color miel realzaban la tersura de su tez, y siempre vestía de forma impecable. Su mera presencia bastaba para que cualquier mujer se sintiera horrenda.
-Fatal -admitió Holly.
-Ya. Se te nota.
-Gracias.
-Bueno, al menos para cuando salgas de aquí habrás resuelto una cosa. Yo me dedico al pelo, no al corazón.
Holly le mostró una sonrisa de agradecimiento por su peculiar manera de demostrar que la entendía.
-Pero por el amor de Dios, Holly, cuando has entrado por esa puerta, ¿te has fijado en sí ponía <<mago>> o <<peluquero>> en el rótulo de la entrada? Tendrías que haber visto el aspecto que traía una mujer que ha venido esta mañana.
Una anciana vestida de jovencita. Le faltaba poco por cumplir los sesenta, diría yo. Y va y me pasa una revista con Jennifer Aniston en la portada. <<Quiero tener este aspecto>>, me dice muy resuelta.
Holly río con la imitación. Leo gesticulaba con la cara y las manos al mismo tiempo.
-¡Jesus!, le digo yo, -soy peluquero, no cirujano plástico. Lo único que se me ocurre para que tenga este aspecto es que recorté la foto y se la grape a la cabeza!.
-¡No! ¡Leo! ¡No habrás dicho eso!.
La sorpresa dejo a Holly atónita.
-¡Pues claro que sí! Esa mujer necesitaba que alguien le abriera los ojos. ¿Acaso no le hecho un favor? Ha entrado pavoneandose como una adolescente. ¡Era para verla!
-¿Y que te ha contestado ella?
Holly lloraba de risa y se enjugó las lágrimas. Hacia meses que no reía así.
-he ido pasando las páginas de la revista hasta que he dado con una foto maravillosa de Joan Collins. Le he dicho que esa imagen era ideal para ella y me ah parecido que se quedaba bastante contenta con eso.
-Bah, y que más da. Amigas no me faltan.
-Pues no se para que será -bromeo Holly.
-No te muevas- ordeno Leo. De repente se había puesto muy serio y apretaba los labios con gesto de concentración mientras separaba el pelo de Holly preparándolo para aplicarle el tinte. Aquello basto para que ella volviera a desternillarse.
-Oh, vamos Holly -dijo Leo, exasperado.
-No puedo evitarlo, Leo. ¡Tu has empezado y ahora no puedo parar!
Leo dejo lo que estaba haciendo y la observo con aire divertido.
-Siempre he pensado que estabas como un cencerro.
No se por que nadie me escucha nunca.
Holly río con más ganas aún.
-Oh, lo siento Leo. No se que me pasa, pero no puedo dejar de reír.
A Holly ya le dolía la barriga de tanto reír y era consciente de las miradas curiosas que estaba atrayendo hacia sí, pero no podía hacer nada para evitarlo. Era como sí todo lo que no había reído durante los últimos dos meses le saliera de golpe.
Leo dejo de trabajar y volvió a situarse entre Holly y el espejo, apoyándose en el mostrador para mirarla.
-No tienes por que disculparte. Ríe todo lo que quieras, dicen que la risa es buena para el corazón.
-Oh, es que hacia siglos que no me reía así -contesto Holly con una risa nerviosa.
-Bueno, supongo que no has tenido mucho de lo que reírte -dijo Leo, sonriendo con tristeza. El también quería a Gerry. Cada vez que coincidían se burlaban el uno del otro, pero ambos sabían que bromeaban y en el fondo se tenían mucho aprecio. Leo aparto tales pensamientos, despeino juguetonamente a Holly y le dio un beso en lo alto de la cabeza-. Pronto estarás bien, Holly Kennedy -le aseguró.
-Gracias, Leo -dijo Holly serenandose, conmovida por su preocupación. Leo reanudo su trabajo, adoptando de nuevo su divertida mueca de concentración. Holly volvió a reír.
-Vale, ahora ríete, Holly, pero espera a que sin querer te deje la cabeza a rayas. Ya veremos quien es el que ríe entonces.
-¿Cómo esta Jamie? -pregunto Holly, deseosa de cambiar de tema para no tener que avergonzarse de nuevo.
-Me abandono -dijo Leo, pisando agresivamente la palanca elevadora del sillón. Holly comenzó a ascender mientras Leo la zarandeaba de mala manera.
-Va...ya, Le...o, loo siiien....to muuu...cho. Cooon la bueee...na pareee....ja que haciii...ais.
Leo dejo la palanca e hizo una pausa.
-Sí, bueno, pues ahora ya no hacemos tan bueee....na pareeee...ja, señorita. Me parece que sale con otro. Muy bien. Voy a poner dos tonos de Rubio , uno dorado y el que llevabas antes. De lo contrario te quedara de ese color tan ordinario que está reservado sólo para las prostitutas.
-Oye, Leo, de verdad lo siento. Sí tiene dos dedos de frente se dará cuenta de lo que se está perdiendo.
-Creo que nos los tiene. Rompimos hace dos meses y todavía no se había dado cuenta. O quizá los tenga y este encantado de la vida. Estoy harto, no quiero saber nada más de ningún hombre. He decidido volverme hetero.
-Vamos, Leo. Eso es la estupidez más grande que he oído en mi vida....
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Posdata Te Amo
RomanceHay personas que esperan toda la vida para encontrar a su alma gemela, pero este no es el caso de Holly y Gerry. Novios desde el instituto, se sentían como sí siempre hubiesen estado juntos. Podían acabar las frases del otro, e incluso cuando discut...