Extra #01

16.1K 1.1K 67
                                    


Contexto: Primera vez que Marcus y Lizzie se conocen.


—¿Qué está pasando en esta editorial?

Ese fue mi grito y no pude evitar reírme al ver que todos los presentes se quedaron en silencio cuando el jefe salió de su despacho para regañarlos. Estaba llegando Navidad y con eso el desastre de siempre: armar el árbol en la oficina. Todos estaban como locos, corriendo de un lado al otro y tratando de poner sus adornos por todos lados, además del árbol. No teníamos mucho trabajo así que los dejé armar lo que quisieran.

Sonaba muy bajo alguna canción navideña en el parlante que usaban para poner música y yo no podía evitar sentirme bien en ese ambiente. Se notaba que los presentes estaban pasando un buen momento, sintiéndose en cama como yo me sentía en ese momento.

—Estamos tratando de elegir de qué color pondremos las decoraciones —me dijo Laura poniendo los ojos en blanco al verme, teniendo esa confianza al haber tenido una corta relación conmigo. A su alrededor, algunos empleados la miraron sorprendidos por su trato.

—¿Y eso hace que dejemos de trabajar? —cuestioné mientras caminaba hacia ellos, negando con la cabeza y observaba el rostro de cada uno de mis empleados.

No solía contratarlos, confiaba mucho en la persona a cargo y sabía que siempre iban a tener las personas más dedicadas y predispuestas del mundo. Amantes de los libros, como yo y dispuestos a aceptar desafíos enormes. Pero de vez en cuando entraba gente y no tenía el tiempo para conocerlos. Por eso cuando noté una cara nueva, me di cuenta de que estaba siendo grosero al no presentarme frente a ella.

Era una chica de cabello rojo y bastante despeinada, aunque noté rápidamente que era porque parecía no poder controlar los rizos de su cabello. No me miraba, parecía que estaba avergonzada de hacerlo y tenía en sus manos el control remoto del parlante, ese que usábamos muy seguido. Agudice mi oído tratando de reconocer la música que estaba sonando y sonreí sin poder evitarlo al escuchar el clásico de los clásicos. All I want for Christmas de Mariah Carey.

—¿Estás poniendo música? —le cuestioné a la joven, que seguía sin mirarme mientras jugaba con la decoración—. Esta canción está en mi cabeza todo el tiempo desde el primero de diciembre...

—Me pasa lo mismo —me respondió al instante, mirándome finalmente. Unos ojos verdes me impresionaron apenas se fijaron en mí y alcé las cejas, sorprendido por la emoción de sus palabras. Parecía de esas chicas que tenían luz propia y por un momento no supe qué decir, como si no tuviera palabras. No solía pasarme eso con mujeres, ya estaba grande, pero esa chica me impresionó sin poder evitarlo—. Mi madre dice que soy muy intensa con la navidad, pero no puedo evitarlo. Todo tiene que estar decorado, incluso mi gato.

Sonreí al notar que la chica se estaba liberando un poco y los nervios se habían ido. A mi alrededor mis empleados estaban cantando, bailando y colocando la decoración en donde quisieran. Cualquier cosa menos trabajar, por supuesto. En diciembre mi padre solía irse al Caribe, así que no me preocupaba que entrara y odiara mi manera de manejar a mi gente.

—Soy Marcus Scott —me presenté finalmente, extendiendo mi mano y ella asintió con una pequeña sonrisa. No tomó mi mano hasta que yo la moví nuevamente hacia ella, insistente.

—Elizabeth, soy nueva.

—Lo sé —respondí porque por eso me estaba presentando—. La gente cuando se presenta suele estrechar mi mano, señorita Elizabeth.

La vi sonrojarse por completo, como si aquello fuera algo que sucediera a menudo. Pensaba que solamente pasaba en novelas, pero vi sus mejillas más rojas de lo que parecían y se rio nerviosa mientras estrechó mi mano. Fue bastante rápido el momento, se esfumó como si no pudiera atraparlo y cuando me di cuenta ya estaba con los sus compañeras uniéndose a la diversión.

Miré la situación de lejos, sintiendo que no podía ser parte, que ellos eran mis empleados y que yo tenía que ocupar el papel que mi padre me obligó a cumplir. Ser el líder, el jefe, quien ponía límites y pagaba sueldos. Sin embargo, la chica pelirroja se dio vuelta y me miró con sus grandes ojos verdes, moviendo el cabello rojo frente a mí.

—¿Te vas a quedar ahí solo? ¡Ven a decorar con nosotros! —me invitó como si nada, sin ser formal y hablándome de un modo que vi a compañeros temblar.

Tal vez Elizabeth no sabía que había marcado un momento en mí, tal vez Elizabeth no sabía que esa fue una de las pocas veces que hice algo que quería y mi padre no hubiera aprobado. Tal vez Elizabeth no sabía que con solo una manera de actuar me había capturado.

La lista del jefe [Editorial Scott #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora