Nos aproximamos a las 02:00 PM, mis padres, mi hermano y yo, y un poco más atrás el señor Evans, avanzamos en dirección noreste lo más rápido que podemos, antes de que la avalancha nos alcance, hasta que finalmente nos reunimos nuevamente con algunos de los que habían logrado escapar en el primer turno, al parecer eran los rezagados, porque no todos estaban, ya el grupo se había reducido muchísimo, ahora éramos como unas 18 personas.
Mi madre, mi hermano y yo habíamos perdido nuestro calzado, por no seguir los consejos de mi padre, de mantener los pies en movimiento cuando el río comenzó a inundar el trozo de techo de mi casa. Mi padre fue el único en conservarlos.
Nuestra siguiente prueba, consistía ahora, en pasar por encima de los techos de las casas que aún se mantenían en pie, y se encontraban tapiadas y destruidas en un alto porcentaje.
Para los que habíamos perdido nuestro calzado, la tarea no era fácil, ya que el techo de la mayoría de las casas era de tejas, y con frecuencia se partían al pisarlas, ocasionándonos cortadas en las plantas de los pies, que, si bien no eran profundas, producían mucha molestia al caminar.
Realizando todo tipo de peripecias para intentar no romper las tejas de los techos, me aproximo al padre Reinaldo, que comienza a caminar con el mayor equilibrio posible, sobre un tramo de techo de asbesto, estábamos separados por dos tres pasos, cuando sorpresivamente el techo sobre el cual el pisaba, no soporta más su peso, y cae inevitablemente hacia las profundidades de la casa.
En este momento me dije: - 'Ahora sí que se nos fue el padre, de ésta no lo salva nadie'. Yo no tenía el valor ni la intención de ir a socorrerlo, ya que pensé que si lo hacía terminaría atrapado con él, por lo que intento proseguir con mi camino, pero al dar el siguiente paso, el tramo de techo de asbesto sobre el cual yo pisaba cede igualmente de manera sorpresiva, y caigo sobre una piscina de pantano afortunadamente, la cual amortiguo mi caída. En este momento pensé que era mi fin, y al mirar con mayor detenimiento, veo que estoy a escasos metros del padre Reinaldo.
El padre no puede creer mi heroicidad al venir a su rescate, y me dice: - 'Gracias Pedro, por venir a rescatarme', y yo con cierto sentido del humor, pero en el fondo era la verdad, le dije: - 'No venia precisamente a eso padre, yo también caí'.
A pesar de lo lastimado que se encontraba nuestro párroco, como pude, lo agarré, y le ayudé a salir, sin tener ningún tipo de delicadeza, sin importarme que tanto dolor le ocasionase, producto de todas sus heridas, no disponía del tiempo para evaluar la mejor forma de agarrarlo.
Una vez superado este gran obstáculo, proseguimos nuestro camino, lo más aprisa posible, para evitar ser alcanzados por la avalancha que nos pisaba los talones.
Cuando por fin me recupero un poco del susto de mi última prueba, María Gabriela, que por cariño le decimos Bebela, acompañada por Lidarrita, la novia de Carlos Alberto me entrega a su sobrino, el hijo de Miran, su hermana, para que lo lleve rato. Yo que para el momento no estaba casado, y mucho menos tenía la costumbre de llevar a niños sobre mis brazos, me pareció una dura carga, pero al mismo tiempo me hacía reflexionar sobre la angustia que debían de sentir Dayana, esposa de Benjamín y Miriam al cargar y brindar la mayor protección a sus hijos por sobre sus propias vidas.
En la nueva expedición que me encontraba viviendo, la prioridad eran los niños, las mujeres y las personas mayores, siempre le debíamos de ceder el paso, cosa que siempre me pareció fácil cuando veía las películas de tragedia como "Titanic" o "La vida es bella", y ahora como me parecía difícil de poner en práctica. A pesar de que considero que no lo demostré, confieso que siempre sentí miedo al ser uno de los últimos en pasar por las partes críticas de nuestro camino, por el hecho de darle preferencia a los niños, mujeres y personas mayores.

ESTÁS LEYENDO
La furia de San Julián
AdventureEn diciembre de 1999 ocurrió que, en algunos estados de Venezuela, principalmente en el estado Vargas, la furia de la naturaleza se cobró la vida de miles de personas. Esta historia se sitúa, en la urbanización Los Corales, y se cuenta como un grupo...