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Al día siguiente el de cabellos negruzcos no fue a trabajar, y no estaba de más decir que nadie lo había notado. Nadie más que el jefe —que aprovechaba cualquier oportunidad para descontar del sueldo de sus empleados— y Park Jimin.

El joven estaba en su escritorio, llenando formularios y realizando llamadas, pero nada de lo que veía y decía era realmente de forma consciente. Parecía una máquina en automático, estaba haciendo su trabajo pero en su mente sólo rondaba la imagen de su mayor, ¿donde podría estar? él jamás había faltado al trabajo a pesar de no sentirse bien.

¿Y si algo grave le había pasado?

Jimin se mordió sus uñas ansioso y revisó su celular por quinta vez en los últimos 20 minutos. Nada. Le había dejado varios mensajes pero ni siquiera le llegaban y él estaba a punto de perder la cabeza.

Yoongi era realmente importante en su vida y a pesar de que ya lo sabía, en ese momento lo confirmó con grandeza. Él era su refugio, la persona que le ponía emoción a su vida y lo hacía sonrojar con simples comentarios. Lo hacía feliz con cosas tan simples que en un principio tuvo miedo de esa avalancha de sentimientos. Pero ya no, estaba dispuesto a zambullirse en él, sin importar si eso le garantizara poder flotar y sobrevivir, no le importaba nada más que aferrarse a él, a su bote salvavidas.

Se hicieron las 12 del mediodía, todos se habían retirado a almorzar pero Jimin se quedó en su puesto, se le había ido el apetito, lo único que tenía en el estómago era un nudo de nervios y ansiedad. Llevó uno de sus brazos hasta el escritorio y ahí apoyó su cabeza, escondiendo su expresión preocupada que seguro se notaba a kilómetros.

¿Y si lo iba a buscar a su departamento?

Así de rápido como la idea llegó a su mente así la deshechó. No. ¿Qué derecho tenía él de llegar a su casa a importunar? Aunque estuviera preocupado, no era nadie realmente especial como para pedir explicaciones.

Las comisuras de sus labios se inclinaron hacia abajo y sus belfos abultados advirtieron que las lágrimas estaban prontas a caer de sus ojitos tristes.

El día transcurrió de la misma forma y Jimin iba perdiendo aún más las esperanzas. No había recibido ni una señal y el nudo en su estómago no lo dejaba concentrarse en nada.

Con sus ánimos pendiendo de un hilo decidió enviar unos mensajes más, esperando mágicamente una respuesta.

«Oye hyung, sé que estoy siendo pesado pero de verdad estoy preocupado...»

Una gota salada comenzó a recorrer su mejilla pero rápidamente la detuvo con el dorso de su mano.

«Por favor, apenas leas esto llámame :(»

Guardó su teléfono en el bolsillo y continuó caminando, había salido del trabajo hace cinco minutos y estaba de regreso a su departamento. Si le preguntaran qué tal había ido su día en la oficina... Diría que no sabía. Había pasado todas esas horas con su cabeza llena de pensamientos a nombre de Min Yoongi y todas sus tareas habían sido completadas con suerte, pero no dudaba en que podrían encontrar algún error en todas ellas.

Una vez en su hogar volvió a realizar otra llamada y cuando en el octavo timbrazo seguía sin una respuesta decidió darse por vencido, aunque su pecho estuviera estrujándose de preocupaciones.

Encendió el televisor y lo dejó así mientras su cabeza no dejaba de darle vueltas a la extraña incomunicación de su... ¿Su qué? ¿Qué eran? Eso no lo podía responder... Lo que sí podía responder es qué era Min Yoongi para él; era muchas cosas, era su luz, sus ganas de vivir, su fuente de alegría.

¿Qué eran? Y sobre todo, ¿qué era él para Yoongi?

Sacudió su cabeza, odiaba que su propia mente se pusiera en su contra, sumándole inseguridades y plantando en su cabeza más razones para su inminente insomnio.

Las noches que luchaba consigo mismo eran más largas que de costumbre, las mismas lo mantenían prisionero hasta que sus ojos finalmente se cerraran, recién dejánd  olo dormirse horas después en el frío sillón de su sala, aún sin una respuesta clara a sus preguntas.

la vuelta al mundo | yoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora