Plantas

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Buscaba entre mis cosas aquel destornillador de forma curiosa que generalmente veo con remordimiento cuando me levanto de la cama. Me estaba cansando, era desesperante no encontrarme con él. Di vueltas en mi solitaria sala, mirando en todos lados, hasta que mi vista quedó fija a un objeto: el teléfono. Por alguna razón, sentía en el fondo de mí, que debía recibir una de esas estúpidas y aburridas llamadas de las que me hacen perder el tiempo. Me acerqué al aparato y esperé cuatro minutos completos, hasta que se dignó a sonar. Lo levanté, dudando igualmente, pero consiguiendo llevármelo a la oreja.

En el programa de hoy hablaron sobre perros asesinos, lo que me pareció gracioso hasta cierto punto. Me hizo recordar a el perrito de ayer que vi en la mañana, en la tienda de mascotas que hay unas cuadras más adelante: cabello anaranjado, suave y bien cuidado, mirada tierna, ojos enormes que parecían dos aceitunas gordas y una cola diminuta, parece que cortada desde que nació. Me miraba como si fuera su mejor amigo y no pude evitar adoptarlo. Imaginé la escena en donde él en vez de yo me intentara matar, con los mismos utensilios que utilicé: un cuchillo de chef Tramontina Cronos de Acero Inoxidable 8", una tijera hojalatera 26,4 cm metal y un martillo Edward Tools de garra pequeña, de 8 onzas con arrancador de uñas magnético – Cabeza de acero pulido resistente –, con mango de goma Ergo.

– ¿Qué opinas? Podemos estar hasta la media noche, o un poco más. En realidad, hasta donde quieras, no tengo planes...

– Sí, me parece estupendo – no sabía de qué cojones hablaba.

– Te veo luego. – escucho que lanza un ridículo beso al aire y se queda dando risitas constantes, seguramente esperando a que diera una dulce despedida, pero cuelgo al instante, porque no tengo tiempo para eso.

Tomo las llaves que estaban encima del sillón, casi por esconderse entre unos cojines y obligarme a desear crear una copia de ella, y salgo de mi departamento. Miro de reojo al recepcionista que no para de murmurar la canción Out of Touch, lo cual me molestaba; el tono de su voz era desagradable, débil e indeseable, nada igual al ritmo original y, me atrevería a decir, que era un directo insulto a la canción. Toso fuerte mientras paso a su lado, para bloquear el sonido, y salgo del lugar, sintiendo la helada brisa entrar por mi garganta, haciendo que me haga cerrar bien la boca. Camino observando todo lo de mí alrededor, más de lo habitual. Había una tienda nueva de plantas que se hacía notar a simple vista que cerrarían en dos semanas por la falta de ventas. Entro sin pensar y una mujer gorda, con maquillaje mal hecho y con una vestimenta creada por ella misma o sus compañeras (no provenía de ninguna marca, simplemente era tela de mierda), me mira directamente, como si me estuviera esperando específicamente a mí. Se acerca cuidadosamente pero en el fondo absolutamente desesperada y saluda.

– Buenas tardes, señor. ¿En qué le puedo ayudar?

Sus zapatos tenían al lado una marca prácticamente irreconocible, seguramente falsos. Me daba mucha vergüenza ajena tan solo mirarla, por lo que aparté la vista como si me interesaran de verdad las plantas que estaban ubicadas en los exageradamente limpios muebles.

– Solo estoy mirando. Ya sabe, las plantas son interesantes.   ̶  sonrío a la nada, deseando que se marche de mi lado.

– Entiendo, señor.   ̶  asiente con la cabeza la muy estúpida y me pregunto por qué trae tanta seriedad.

Sin entender el por qué entre aquí, levanto el brazo levemente para mirar mi reloj, y pongo una mueca exagerada.

– Compraría una, con mucho gusto, pero recordé que debo entregar unas cintas de vídeo.

– No se preocupe, vuelva pronto, señor.   ̶  intenta sonreír pero le sale como una retrasada mental. Salgo del lugar casi corriendo, volteando un poco la cabeza para ver a aquella gorda mujer que suspiraba rendida mientras volvía a su puesto, imaginándomela con el cuello cortado, haciendo que salga del corte litros y litros exagerados de sangre que caerían rápidamente en el suelo y algunas plantas, ensuciando la mayoría de la tienda y haciendo que absolutamente nadie quiera entrar a comprar una idiota planta.

Mi Mundo (Patrick Bateman)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora